De lunares y volantes

“El espectáculo concluye, la escena se transforma en una habitación magnífica; la orquesta comienza a tocar, los palillos se hacen oír, y desde las dos esquinas del teatro se ve salir a un bailarín y a una bailarina, ambos en el precioso traje de Andalucía, que parece ideado para el baile…”, Christian Fisher, visitante inglés en Cádiz (1797)

Diseño de Mercedes Dobenal en la Expo Flamenca Jerez 2009 | ©La Voz Digital

Diseño de Mercedes Dobenal en la Expo Flamenca Jerez 2009 | ©La Voz Digital

Cuando evocamos la “Marca España” es difícil escapar de los lunares, el brillante color rojo, la peineta y el olé. Y aunque a día de hoy se han añadido más matices a todo lo que representa a nuestro país, la esencia heredada de tiempos pasados que no fueron mejores todavía es palpable. El traje de flamenca ha sido y es nuestro embajador más internacional y se ha hecho con el monopolio de lo “typical spanish”, relegando al resto de culturas y representaciones regionales al desconocimiento y humillación. Sin embargo, el traje flamenco no se libró de los altibajos que sufrieron todos los trajes tradicionales a lo largo de la historia. Y es que, aunque actualmente se potencien los rasgos significativos de cada zona y la recuperación cultural, no siempre fue así.

 A finales del siglo XIX, Europa formó parte de la expansión del modelo capitalista y del afianzamiento de los estados-nación. En España, esta circunstancia se unió a sucesivas crisis agrícolas que provocaron el alza de movimientos migratorios del campo hacia las ciudades, lo que supuso aumentar la brecha entre lo que se consideraba rural y lo que se entendía por urbano. Como consecuencia, los trajes tradicionales populares comenzaron a desaparecer. Fue en este momento y como reacción ante esta amenaza de desaparición cuando eruditos sociales fundaron las Sociedades del Folclore, luchando así por la preservación del indumentaria regional.

Un siglo más tarde, llegó la democracia y con ella el Estado de las Autonomías, lo que aumentó considerablemente la percepción de la identidad regional. Se concienció a la sociedad de que tenía que explotar aquello que les diferenciaba, cuidando y promoviendo lo ideado en las fronteras de sus comunidades. Centrándonos en Andalucía, en su realidad preautonómica convivían dos tipos de visiones de cara al futuro inminente: una aún anclada en la dictadura y otra de carácter fuertemente rupturista. Esta última postura, permitió desestabilizar un poco la imposición cultural que se ejercia desde las élites. Así, se apostó por la reivindicación de la identidad andaluza canalizándola a través de la indumentaria flamenca.

El traje de andaluza tiene sus orígenes en las ferias de comercio de ganado que se celebraban en Andalucía, a donde iban mercaderes de toda España. Junto a sus maridos, las campesinas y gitanas del siglo XVIII iban a las ferias vistiendo una modesta bata de percal con volantes para trabajar. El cambio de las ferias llega con la primera feria de Sevilla. Estamos en 1847. Curiosamente, fueron un catalán, Narciso Bonaplata, y un vasco, José María de Ybarra, quienes decidieron pedir un permiso al ayuntamiento para celebrar en el mes de abril una feria anual de ganado. Dicho y hecho, la gente comenzó a ir más por la diversión que por el comercio. Así, las señoras de buena familia imitaron la bata de volantes de las campesinas hasta que en la feria de Sevilla de 1929, el traje de flamenca se consagró como la vestimenta oficial para acudir a ella.

Primeros trajes de flamenca, utilizados por las campesinas | © La Voz Digital

Primeros trajes de flamenca, utilizados por las campesinas | © Revista Amalgama

Sin embargo, hay científicos que no acaban de convencerse de otorgarle al traje andaluz la categoría de traje tradicional, ya que el hecho de que represente la identidad ha sido un tema muy discutido tanto por españoles como por los propios andaluces, sobre todo aquellos de provincias más orientales. Se entiende que un traje tradicional ha de representar socialmente a un grupo (o subgrupo) localizado en un lugar y tiempo determinados. Es decir, de ser la imagen de una comunidad. Por ello, su uso queda reducido a las festividades de la misma. Lo que ocurre con el traje de flamenca es que fue escalando peldaños en su uso, ampliando su comunidad y por ello entrando en conflicto con su capacidad para representar a todos aquellos que quedaban metidos bajo este mantón. Primero se reducía a la Feria de Abril, más tarde se expandió su uso a la Romería del Rocío y finalmente, se encontró como icono que servía para anunciar productos españoles en el extranjero. Imposible que un traje tradicional pueda abarcar lo local, lo regional y lo nacional en una misma tela.

A pesar de ello, Rosa María Martínez Moreno, antropóloga y autora del libro El Traje de Flamenca, reivindica en su estudio a la indumentaria flamenca como un bien cultural que forma parte del patrimonio andaluz. Se apoya en la opinión del semiólogo Raymon Barthes, que recalca la diferenciación entre el Hecho de vestirse (le fait d´habillement) y el Traje en sí o Hecho Vestimentario (le fait de costume). Mientras que el primero es una acción individual, el segundo es un hecho colectivo cuya naturaleza social impone a la persona tanto normas como obligaciones dentro de una comunidad. El traje de flamenca entraría en este segundo grupo dado que sostiene sobre sus lunares la identidad de Andalucía.

Diseño de Pilar Vera en la Pasarela Jeréz Flamenca 2009 |  © La Voz Digital

Diseño de Pilar Vera en la Pasarela Jeréz Flamenca 2009 | © La Voz Digital

Pero, algo que sí es único del traje de flamenca si lo consideramos como un traje tradicional, es que es el único que sigue los dictados de la moda. Así, el mundo de la moda flamenca cuenta con diseñadores de renombre, eventos y certámenes, público y hasta bloggers.

Entre las convocatorias más sonadas para los amantes de la moda flamenca está SIMOF, Salón Internacional de la Moda Flamenca, que en este 2015 celebrará su vigésima primera edición. En la de este año, celebrada en marzo, se reunieron más de 40 diseñadores y firmas, que expusieron más de 1 300 vestidos de flamenca ante un público que alcanzó las 56 000 personas. Nombres como Vicky Martín Berrocal, Aldebarán, Adrián González, Rosapeula Moda Flamenca, Hermanas Serrano, Margarita Freire… se unieron a los de los diseñadores noveles, como Leticia Dominguez, Carmen G. Vázquez o Antonio Gutiérrez.

Cartel de la próxima edición del SIMOF |  © La Voz Digital

Cartel de la próxima edición del SIMOF | © La Voz Digital

Además del SIMOF, en Sevilla se celebra la Feria de Moda de Sevilla, que acoge a su vez un Certamen para Diseñadores Noveles de Moda Flamenca, el We Love Flamenco.

El mundo de Internet también tiene su espació andaluz. Encontramos blogs dedicados a la moda flamenca como Entre cirios y volantes, ¡Ay Maricú!, Lunaritos o Mamá de mayor quiero ser flamenca.

Imagen de la Moda Flamenca hecha en la provincia de Sevilla |  © ¡Ay Maricrú!

Imagen de la Moda Flamenca hecha en la provincia de Sevilla | © ¡Ay Maricrú!

En resumidas cuentas, es difícil determinar la naturaleza exacta del traje de flamenca. Pero ahí reside la magia de su historia, en haberse convertido en icono cultura para después reinventarse y subirse a las pasarelas del mundo de la moda. Andalucía y España perdidas entre sus flecos y todo un mundo apasionado de su estilo que queda embobado con los bailes de volantes. Supongo que se puede ser pasado, presente y futuro en un solo giro de cadera.