El pop nacional toma la Capitol
Una multitud de personas se aglomeraban desde la puerta de Capitol hasta doblar la esquina de la calle y alejarse bastantes metros, lo que hacía prever un lleno (o casi) en la sala durante el concierto. Un servidor había llegado casi de rebote y tampoco sabía a qué atenerse, la noche se presentaba incierta. IZAL + Persé, rezaban los carteles. Dos bandas cercanas en el estilo, pero una ya en la cresta y otra a la espera de despegar definitivamente. Puesto que había tiempo de sobra hasta el inicio del concierto, los fotógrafos nos fuimos a tomar un refrigerio alimenticio, pero la excesiva lentitud del camarero de turno nos obligó a salir pitando de vuelta a la sala. Pese a hacerlo con los pulmones medio de fuera, conseguimos llegar a tiempo. Y sin morir en el intento.
Persé es un grupo que causa sentimientos enfrentados. La primera vez que los escuché, fortuitamente y por recomendación de uno de sus integrantes, entre varios anuncios del PP con los que me bombardeaba Spotify, y oí aquello de “quiero recogerte el mar en una copa de cava y bebérmela en la noche para brindar en tu honor” pensé sinceramente que me había equivocado al clicar en la página y tenía ante mí un disco de versiones olvidadas de Sergio Dalma tocadas por una boy band. Al menos sonaban como versiones nuevas. Es que es como si tuviesen el efecto Bon Jovi, decía un amigo mío cuando se los dí a conocer. Tal efecto es una singularidad cuántico-musical que tiene lugar en ciertos grupos, por la que se hace indiferente nombrar a la banda o al cantante. Pero oye, que todo cambia cuando los escuchas en directo.

Perse nos cuentan cuales son las reglas del juego / © Hadrián Díaz
El grupo compostelano fue el encargado de abrir la noche y, madre mía, qué forma de abrirla. Estos tíos en el escenario suenan a otra cosa. Melodías que en el EP aparentan simplonas e incluso ligeramente vacías se vuelven ricas, vivas, cargadas en matices. Y no sólo eso, es que la banda engancha, destilan energía. Estos chavales se lo pasan pipa en el escenario, haciendo lo que hacen, y consiguen transmitírnoslo con una facilidad pasmosa. Incluso llega un momento en el que llegas a identificarte con muchas de las letras. Puede que Luís Fercán cante exclusivamente sobre mujeres pero, ¿a quién no le ha pasado alguna vez de no saber qué labios estaba besando ni que piernas estaba abriendo? Vale. Sinceramente, esperemos que a menos de los que me imagino, pero el tema no viene al caso.

Luís Fercán rompiendo corazones / © Hadrián Díaz
Tras abrir con Realidad Camuflada ante una sala que se iba llenando, Rumbo al Viento fue el primer tema en conseguir recabar aplausos, al principio bastante tímidos. Pero Persé sabían a lo que venían. Conforme a la multitud de fuera iba llenando la sala poco a poco, fueron soltando la artillería. Déjame Pensar y Las Reglas del Juego, que da nombre al primer trabajo de la banda, caldearon el ambiente para el delicioso bombazo que sería Dulce Amargura. Jorge Peñaranda y Manuel Duro conforman una base rítmica solvente, rayando la excelencia, mientras que Pablo Pazo, quien además ha ayudado a darle al grupo un nuevo sonido desde su reciente incorporación, aporta su inestimable calidad a las seis cuerdas. Pero es, desde luego, Luís quien acapara la mayor parte de la atención. Compositor, cantante y guitarrista, el joven compostelano fue objetivo de gran parte los focos durante todo el concierto por méritos propios. De los focos y de los ojos de las chicas, para qué engañar.
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De IZAL conocía más bien poco. Que sonaban a algo vagamente indie y que lo estaban petando en los festivales, pero poco más. Pues vaya sorpresa. Lo gritos histéricos de las zagalas de las primeras filas hacían presagiar a los mismísimos One Direction, pero en cambio me topé con un gran ejemplo de lo que debería ser el rock alternativo en este país. Y no esos Vetusta Morla de los cojones. Las canciones de Mikel son absolutamente redondas, pegadizas, y bajo esa apariencia tan indie simplona, esconden influencias verdaderamente progresivas. Comenzaron con Despedida (cuán irónicos ellos), y dejando claro desde el primer acorde que si hay alguien con ganas de comerse el mundo, son ellos. Se metieron al público en el bolsillo desde el minuto uno, con su simpatía y saber hacer. Y claro, con sus temazos. La banda madrileña fue despachando grandísimas canciones como Palos de Ciego, Qué Bien o Agujeros de Gusano encandilando a todos y todas por igual. Que si, que son unos poperos, pero vamos a ver, no todo en esta vida va a ser metal. Hay más cosas, chavalitos.
Tras un momento de relax, acompasado por un ukelele y tenues luces, llegaron los platos fuertes, Pánico práctico y, sobre todo, Asuntos Delicados (ay, ése riff), que arrancaron los vítores del general cuando la noche llegaba a su fin. Pero aún había tiempo para que nos deleitasen con las tres partes de su Epílogo, donde tanto el baterista Alejandro Jordá como el guitarrista Alberto Pérez (seguro que no soy el único pondría la mano en el fuego para asegurar que realmente era Diego Costa, pero de incógnito, para que Mourinho no le eche la bronca) demostraron sus mejores cualidades. Y así se fueron. Como vinieron. Por la puerta grande. Una puerta que no tengo dudas de que para IZAL se hará más y más grande conforme pasen los meses, y los éxitos.