Arlés, en el corazón de Van Gogh

Mañana soleada en la Provenza. Sólo veinte minutos en tren hacia un destino diferente al bullicio de las grandes urbes. Arlés no es más que una pequeña ciudad con recuerdos romanos y lugares llenos de una magia transformada en pinceladas. Un lugar normal, sin una belleza demasiado cautivadora. Sin embargo, sus esquinas esconden una esencia que retrotrae a lo especial. El aire que respiran todos los habitantes y visitantes de Arlés es el mismo que en un tiempo remoto rodeó a uno de los genios del siglo XIX. Vincent Van Gogh vivió en este rincón del sudeste de Francia desde febrero de 1888 hasta unos meses antes de su muerte en julio de 1890. Él consiguió ver algo singular en sus calles, igual que otros pintores famosos como Picasso o Gauguin. Las siguientes imágenes plasman una mirada al pasado, una huella a lo imborrable. Porque la vida se observa con otros ojos cuando lo observado ha sido la fuente de inspiración de los incomprendidos.

Los muros del anfiteatro romano reciben a los viajeros. La piedra funciona como hilo conductor de la visita. Una cuesta poblada de tiendas lleva hacia el centro mientras la música española, proveniente de un intento de mujer flamenca, ameniza el paseo. El anfiteatro no es el único sello romano sino que lo acompañan otras construcciones como el teatro antiguo, las termas, la necrópolis…

Vincent Van Gogh vivió en este rincón del sudeste de Francia desde febrero de 1888 hasta unos meses antes de su muerte en julio de 1890

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El comienzo del viaje al pasado | ©Andrea Oca

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El teatro es un ejemplo de los múltiples restos romanos | ©Andrea Oca

En Francia, la palabra república no es una simple unión de letras. Es la lucha de antes y la esencia de ahora. No podía faltar en Arlés, en este caso, en forma de plaza. El ayuntamiento se eleva ante la fuente situada en el centro, en la que un acordeonista pone el ritmo.

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Cuando la música acompaña los pasos | ©Andrea Oca

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Esta exposición de la Plaza de la República espera respuestas | ©Andrea Oca

Muchas ciudades viven del turismo. Aquí, la razón principal del negocio es Van Gogh. Cuesta mencionar la palabra negocio cuando el referente es el arte, pero lo cierto es que en Arlés todo son invitaciones a comprar pedazos de papel que intentan parecerse a los cuadros del pintor neerlandés.

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Es difícil no detenerse ante las imitaciones, resulta sencillo imaginar el atractivo de los cuadros reales | ©Andrea Oca

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Van Gogh es el auténtico protagonista de Arlés | ©Andrea Oca

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Se puede ver el cuadro basado en este jardín en el siguiente enlace http://goo.gl/GgejPP | ©Andrea Oca

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La naturaleza vista desde sí misma | ©Andrea Oca

La vida diaria se asoma como la de tantos puntos del mapa. En definitiva, el día a día cotidiano de los que saben lo que es vivir en el sitio que otros desean visitar.

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Un mercado sinónimo de tradición | ©Andrea Oca

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La soledad, lejana a las calles más céntricas | ©Andrea Oca

Terraza de café por la noche es uno de los cuadros que vienen a la mente al pensar en la estancia de Van Gogh en Arlés. Dicha terraza está situada en la Plaza Forum y, gustos personales a parte, no tiene el mismo encanto que en la obra. El ajetreo le resta serenidad y el cielo no es igual de seductor. Sin embargo, encontrarse con este restaurante cubierto de menciones a Van Gogh es una parada obligatoria. Las miradas son las encargadas de añadir la belleza.

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Parecido, recuerdo, imaginación | ©Andrea Oca

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El arte convertido en oportunidad | ©Andrea Oca

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Las roturas no consiguen esconder las miradas | ©Andrea Oca

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El pasado… | ©Andrea Oca

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… y el presente | ©Andrea Oca

Final del recorrido. De camino a la estación de tren se encuentra la plaza Lamartine. Fue la ubicación de la casa amarilla en la que residió Vincent. Ya no queda nada de ese hogar debido a un bombardeo en 1944. Lo que la destrucción no puede impedir es el homenaje a una persona que murió sin reconocimientos ni galardones. Un homenaje al corazón de Vincent Van Gogh.