La (cuestionable) misión de la SGAE

 

“El canon se paga y ya está, a quien no le guste que se aguante”

Teddy Bautista, expresidente de la SGAE

La Sociedad General de Autores nacía con propósitos nobles (dar seguridad a los autores, promover la cultura…) pero, viendo su trayectoria, es cuestionable la consecución de sus idílicos objetivos. La SGAE salta de escándalo en escándalo sin tiempo a pisar épocas de normalidad. La paloma blanca que no escatimaría en esfuerzos para cumplir su misión se ha transformado en algo más parecido a un buitre rocambolesco. El desprestigio de la entidad se acentuaba cuando se destapó la opración Saga. El descubirmiento de que varios directivos de la SGAE desviaban fondos a empresas privadas, encabezados por Teddy Bautista, su flamante y polémico presidente de entonces (cuya cita encabeza este artículo). Su desfachatez rebasó todo límite cuando reclamó a la SGAE una pensión vitalicia por su labor en el tiempo que fue presidente. Teddy Bautista condenaba la piratería, llamando ladrones a quienes violaban los derechos de autor de cobrar por su obra. Es una retorcida paradoja que fuera la SGAE la que no respetaba sus propios principios.

sgae

La constatación de que la entidad se había apartado del buen camino, convirtiéndose en caldo de cultivo de corruptelas, parecía el último clavo de un ataúd que comenzó a construirse con el polémico canon por copia privada. Este canon se traduce en una tasa aplicada a diversos mecanismos de grabación como CD y DVD vírgenes presuponiendo que se utilizarán para la reproducción de obras artísticas. En 2007 llegó a aplicarse el canon a otros aparatos como teléfonos móviles o dispositivos MP3, que desde luego pueden almacenar música, pero también sirven para muchos otros fines. Por lo tanto la SGAE presuponía que todo dueño de este tipo de aparatos tenía la oportunidad de descargar música ilegalmente y que, por tanto, debía compensarse a los autores. “La ocasión hace al ladrón” debían pensar los directivos de la entidad. Pero desde luego este razonamiento resulta del todo esperpéntico. Primeramente no se puede hacer pagar a alguien por tener la oportunidad de cometer un agravio, sin demostrarse que, efectivamente, lo ha cometido. En segundo lugar, se desincentivan las descargas legales, pues el consumidor paga por descargar y paga el canon digital (pensado para compensar por descargas ilegales). Es natural, por ello, que despertara muchas antipatías. En 2011 se elimina el canon digital.

La constatación de que la entidad se había apartado del buen camino, convirtiéndose en caldo de cultivo de corruptelas, parecía el último clavo de un ataúd que comenzó a construirse con el polémico canon por copia privada

Pero es que además, son sobradamente conocidos otros casos de abuso de la SGAE, que cobra tasas también a los hosteleros por reproducir obras artísticas públicamente en sus locales. Hace poco la justicia condenaba a Carmen Rellán, propietaria del Bar Xarela a pagar a la entidad por la reproducción de obras públicas protegidas. Sin embargo, Carmen explica, y así lo corroboran carteles colgados en su local, que en la televisión de su bar sólo sintoniza programas informativos (por los que no hay que pagar a la SGAE). A pesar de ello, parece ser que por el mero hecho de tener una televisión en su local, podría exhibir en él obras protegidas. Este caso es tan esperpéntico como el del canon, pero no es el único. ¿Hasta que punto es lícito que el dueño de un local pague porque en un programa de televisión se reproduzca una obra protegida? Lo lógico sería que el autor cobre cuando ese programa le solicite utilizar su obra, pero de esta manera, estaría cobrando dos veces. Sería como si un tendero vendiese a una señora un litro de leche y volviera a cobrar a sus nietos el mismo litro de leche cuando se toman un Cola Cao.  Además de estos cuestionables casos, la Comisión Nacional de Competencia abrió un expediente a la SGAE por posibles abusos.

No seré yo quien niegue el derecho de todo artista a cobrar por su obra, pero eso sí, con transparencia y mesura. No parece que una entidad privada que toma decisiones unilateralmente sea la mejor manera de garantizar la sostenibilidad de la cultura y, desde luego, no es la mejor manera de dar buena imagen a los artistas. La SGAE necesita reflexionar sobre su propia función.

Fotografía de portada: laplumacritica.blogspot.com