Historia de Oriente para dummies

Desde hace varias semanas, el mundo ha visto horrorizado como el sempiterno conflicto entre los palestinos y los judíos se ha recrudecido hasta el punto de la intervención militar directa por parte del estado de Israel. Ambas partes  entraron en una espiral de violencia y muerte de la que la población civil se está llevando la peor parte, tal y como muestran las imágenes de edificios derruidos y de personas heridas que contemplamos con horror desde nuestros televisores y redes sociales. Un episodio más de la larga historia ensangrentada de esta región.

No obstante, no podemos evitar preguntarnos varias cosas; ¿desde cuándo los hijos de Israel e Ismael se odian mutuamente? ¿Cuál es el origen de una de las disputas más longevas y conocidas de la historia contemporánea? ¿Es un problema que viene de antiguo? Para poder conocer las respuestas a estas preguntas, nos adentraremos de lleno en una historia milenaria y apasionante; la historia de Oriente Próximo.

Mapa de la región de Canáan.

Mapa de la región de Canáan

La región de la antigua Canaán estuvo poblada por pueblos semitas desde tres mil años antes de Jesucristo, pero no fueron los únicos en pasar por aquí; las principales potencias de la época, como los hicsos, los hititas o los egipcios se pasearon por esta región, atraídos por sus recursos y por sus jugosas rutas comerciales. Unos nómadas marinos, conocidos por la historiografía moderna como los Pueblos del Mar, se asentaron al sur de la región. Uno de esos pueblos eran los pelesta (o filisteos), que darían nombre al territorio.

La región de la antigua Canaán estuvo poblada por pueblos semitas desde tres mil años antes de Jesucristo

Hacia el 1400 a.C. los nómadas hebreos penetraron en la región, mezclándose con las poblaciones autóctonas y dividiéndose el territorio en sus 12 tribus, según la tradición bíblica. Siendo en un inicio unos ganaderos itinerantes con un modelo de organización social tribal, fueron influenciados  por la tradición de los centros palaciales y de la organización del territorio cananeas, resultando en una sedentarización de su modelo de vida.

Buscando terrenos más fértiles para la agricultura y su ganado, comenzaron a atacar a las ciudades cananeas, y asumieron el modelo monárquico de sus vecinos filisteos, a pesar de que no había ni un territorio exactamente definido que gobernar, ni una administración estatal, ni siquiera una ciudad capital como tal. Los primeros “monarcas” de los hebreo-cananeos fueron más bien caudillos, señores de la guerra carismáticos como Saúl, elegido por las tribus del norte (territorio de Israel) para combatir a los filisteos; éstos ganaron, y ocuparían las regiones de la Galilea y Cisjordania. Un señor de la guerra, David, a pesar de haber estado ligado a Saúl, combatiría brevemente con los filisteos, pero finalmente los derrotó.

Una vez fallecido Saúl, David fue proclamado en el 1000 a.C. como rey de Judea, territorio de las tribus del sur. Un tiempo después consiguió que las tribus de Israel hicieran lo mismo, formando la monarquía dual de Israel-Judá, unificados pero cada uno con su organización (algo similar a la España de los Reyes Católicos mucho, mucho tiempo después). Posteriormente tomó una ciudad cercana a ambos reinos, y la convirtió en su capital; Jerusalén.

Si Saúl fue el precedente, y David el pionero, su hijo Salomón sería sin duda la consolidación del reino. Con él, Israel-Judá pasó a ser un estado como los típicos de la Edad de Bronce, con especialización de sectores, la creación de una administración, la división territorial en 12 distritos, la contratación de mercenarios y la acumulación de riquezas (un ejemplo de ello es el conocido Templo de Salomón, o Primer Templo). ¡Incluso llegaron a comerciar con la mayor potencia naval de la época, Tiro!

Si Saúl fue el precedente, y David el pionero, su hijo Salomón sería sin duda la consolidación del reino

Pero no todo era color de rosa en aquel reino; eran inferiores culturalmente a sus vecinos fenicios, el territorio era pequeño (y no muy codiciado, para su suerte) y la unidad del estado era extremadamente inestable. Además, entraba en juego el hecho de que la población no veía con buenos ojos una organización política como la de las antiguas ciudades cananeas. Prueba de ello es que a la muerte de Salomón ambos reinos se separaron. El reino de norte, Israel, contaba con un mayor componente cananeo y era por lo tanto más sensible a las influencias internas. Por el contrario, el reino sureño de Judá era una entidad étnico/cultural compleja y compacta.

A pesar de los esfuerzos del rey Omrí por integrar los componentes hebreos y cananeos, no pudo posponer lo inevitable, y una guerra civil estalló a mediados del VIII a.C. Pero cuando estaban muy ocupados matándose entre ellos llegó un invitado inesperado a la fiesta,  la mayor potencia militar de la época, Assur. Israel se resistió a su dominio, pero eso sólo condujo a la destrucción de su capital Samaria. El rey Sargón II no dudó en deportar a los israelitas que no iba a usar como trabajadores, repoblando con deportados de otras regiones cercanas. Grupos israelitas se exiliaron a Judá, que había preferido someterse al invasor en el 733 a.C. Al no tener sentido ya una rivalidad entre ambos reinos, los componentes hebreo-cananeos del norte y del sur se fundieron, surgiendo ahora sí un componente étnico/cultural al que le podemos llamar “judío”.

Israel y Judá.

Israel y Judá

Los exiliados, la entronización de la deidad Assur en el Templo de Salomón y la presencia de asirios en el territorio de Israel provocó que Judá rompiera su sumisión, lo que le costó realmente caro. A cuenta del monarca Senaquerib hubo una serie de matanzas y deportaciones, y hasta 612 sería un vasallo de Assur, al que le tendría que pagar desorbitados tributos para que no arrasaran con Israel. Pero poco a poco fueron creciendo, y caló hondo la idea de que la invasión asiria había sido un designio de Yavhé (deidad monoteísta hebraica), y que ahora los judíos iban a recuperarse.

Craso error. En el 587 Nabucodonosor, rey de Babilonia, acaba con el reino de Judá y con el Primer Templo. Comienza una sucesión de dominios por parte de Babilonia, los persas, Macedonia y el Imperio Seléucida, en los que se intercalaron períodos de breve independencia. Al final de uno de ellos, en el 63 a.C., se inicia la dominación romana del territorio por Pompeyo. Se formó el reino de Judea como reino cliente de Roma, con cierta independencia pero sometido a los designios del Senado, primero, y del emperador después. Fue durante esta época, iniciándose el nuevo milenio, cuando se creó allí una nueva religión, heredera del pensamiento y las tradiciones judías, el cristianismo.

Con el imperator César Augusto se formó la provincia romana de Judea. Si las relaciones entre los judíos y los romanos ya eran tensas, ahora estaban al borde de la ebullición. En el 66 d.C. los radicales zelotes iniciaron una revuelta contra el poder romano, que se extendió como la pólvora por toda Judea. Esto pilló desprevenidos a los romanos, ya que los judíos no eran uno de tantos pueblos a los que el águila había sometido. Su monoteísmo y su complicada historia formaron un fuerte sentimiento de identidad nacional, que los impulsó a cometer toda clase de tipos de resistencia, tanto activa como pasiva, desde secuestros a ciudadanos romanos como asesinatos de judíos colaboracionistas.

Su monoteísmo y su complicada historia formaron un fuerte sentimiento de identidad nacional

El entonces emperador Flavio Vespasiano tuvo que mandar a su hijo Tito a que pusiera orden y tomara Jerusalén, cosa que consiguió en el año 70, y tres años después se eliminó las últimas resistencias judías en Masada. Los romanos reaccionaron con una dureza pocas veces vista hasta el punto de que, según algunos historiadores, lo más cerca que estuvo Roma de cometer un genocidio fue con los judíos; más de un millón de ellos murieron, y expulsaron a otros tantos, amén de destruir el Segundo Templo.

Pero no acabó aquí la cosa. Después de esta primera Guerra Judeo-Romana, hubo otra rebelión en el 135, la Rebelión de Bar Kojba. La resistencia duró tres años, pero se impusieron las fuerzas del emperador romano Adriano, que ordenó la expulsión definitiva de los judíos del territorio, el cambio de nombre de Judea a Palestina (en recuerdo de los pelesta o filisteos) y el cambio de Jerusalén por la colonia romana Aelia Capitolina. Se inicia así el periplo del pueblo judío, que se extenderá por todo el mundo sin un estado propio.

¿Y qué pasa ahora con Palestina? Pues una vez caído el Imperio Romano, permanecerá en el Imperio bizantino hasta que los árabes invaden el lugar en el 636, trayendo consigo la fe de Mahoma. La antigua Judea formaría parte entonces de los califatos Omeya, y Abbasí y de los turcos selyúcidas. Pero entonces sucede uno de los grandes sucesos de la historia universal, las cruzadas.

Cúpula de la Roca, en Jerusalén.

Cúpula de la Roca, en Jerusalén

La excusa oficial era que los reinos europeos no podían soportar ver que los Santos Lugares estuvieran bajo la espada del Islam, y que sus peregrinos estuvieran constantemente bajo “acoso” del infiel. Eso sí, las rutas comerciales hacia la India y China, únicas vías de entrada para productos de lujo como las especias y la seda también estuvieron en el punto de mira.

Los cruzados europeos expulsaron en el 1098 a los selyúcidas, y luego al califato Fatimí para crear el reino cristiano de Jerusalén un año después, en el 1099. Éste prosperó gracias al comercio y los buenos negocios que Venecia o Génova mantenían allí, pero las matanzas contra los musulmanes y judíos fueron verdaderamente demenciales. Como los cruzados recibieron indulgencia papal (todos sus pecados quedarían borrados si participaban en la Cruzada) también obtuvieron patente de corso para cometer toda clase de fechorías; violaciones, asesinatos, masacres… a pesar de todo esto, también hubo casos de convivencia entre religiones.

En 1187 el caudillo Saladino reconquistó Jerusalén para los musulmanes, quedando reducido el territorio controlado por los cristianos a una franja de costa. La dinastía Ayubí continuó con el control de la región, para continuar con los mamelucos y finalizar con los turcos otomanos, que constituyeron un enorme imperio desde Egipto hasta Serbia desde el XV siglo al XX. Palestina sería turca hasta 1918.

Y mientras… ¿cómo iba el pueblo judío? Bueno, depende mucho de la época y del lugar, ya que podemos encontrar ejemplos de convivencia e interacción positiva como en el Toledo medieval o en la Córdoba califal. Pero en la mayor parte de lugares y épocas los judíos fueron víctimas de acoso y de violencia. El estigma de ser los asesinos de Cristo nunca fue borrado, además de achacarles toda clase de mitos y leyendas urbanas, como que bebían sangre humana o que adoraban al diablo.

Los monarcas y señores feudales de la época se encontraron con un comodín; ¿tenías una cuantiosa deuda con un prestamista judío? ¡Sin problema! Instigaba a la población un poquito, y una turba furiosa incendiaba el barrio judaico. Y con desgracias como una peste o una sequía siempre usaban al hebreo como chivo expiatorio. De hecho el antisemitismo caló muy hondo en la cultura europea hasta el siglo XX. Fueron expulsados de varios países, entre ellos España, Portugal, Francia, Nápoles, Crimea, Inglaterra, Gales… aunque en otros como Polonia y Holanda encontraron refugio. A pesar de toda la violencia y la intolerancia, los judíos aportaron a la cultura europea importantes intelectuales, como los filósofos Baruch Spinoza  y Maimónides.

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Avancemos al siglo XIX. A pesar de que la emancipación de los judíos ya era una realidad en todo el continente (menos en la Rusia zarista), el antisemitismo seguía vivo como abierta xenofobia y pogromos. Entonces cada vez más gente empezó a seguir las ideas de Theodor Heltz, un periodista austrohúngaro que sugería que la única manera de que el pueblo judío se desarrollase y prosperara sería con su propio Estado en el antiguo Eretz Israel (tierra de Israel). Comenzaron entonces las sucesivas migraciones a Palestina, desde 1881. En 1901 un grupo de judíos rusos fundarían Degania, la primera granja colectiva de inspiración socialista que sería un engranaje fundamental de la formación de Israel. No obstante, junto con la llegada de emigrantes también se iniciaron los problemas con las comunidades árabes.

Tras la I Guerra Mundial Francia y el Reino Unido se repartieron Oriente Próximo, a la que se le habían arrebatado al Imperio Otomano. La Sociedad de Naciones le concedió el mandato sobre la región de Palestina. El Secretario del Foreign Office británico Arthur James Balfour firmó en una carta la conocida popularmente como Declaración Balfour, en la que apoyaba la formación de un “hogar judío” en territorio palestino. La inmigración judía a la zona continuó creciendo, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial.

 Con la llegada de emigrantes también se iniciaron los problemas con las comunidades árabes

En Palestina los enfrentamientos entre comunidades no menguaron. Aparte de la violencia entre los musulmanes y los judíos, también hubo ataques a la autoridad británica, realizados por organizaciones terroristas como Hagana y el Irgun Zvai Leumi. Los british, se vieron impotentes para controlar los conflictos de la zona, así que le pasaron la patata caliente a las Naciones Unidas. Éstas acordaron la repartición del territorio palestino en dos estados, uno musulmán y otro hebreo, tal y como indica la Resolución 181 de 1947.

El 14 mayo de ese año, en el Museo de Arte de Tel Aviv, flanqueado por dos banderas blanquiazules con la estrella de David y bajo un retrato de Theodor Herzl, el periodista y líder sionista David Ben Gurion leyó la Declaración de Indepedencia de Israel. Los árabes no se mostraron conformes, y cinco naciones árabes (Irak, el Líbano, Egipto, Siria y Transjordania) atacaron dos días después de la declaración. Este conflicto acabaría en el armisticio de 1949, en el que Egipto pasó a administrar la Franja de Gaza, Transjordania se anexionaría Cisjordania, y el Estado de Israel vería crecer su extensión.

Declaración de Independencia del Estado de Israel, Tel Aviv.

Declaración de Independencia del Estado de Israel, Tel Aviv

Y así se inicia la sangrienta historia contemporánea de la antigua Canáan. Hasta la fecha Israel (con apoyo americano), la Autoridad Palestina y los estados árabes se han visto involucrados en 20 enfrentamientos armados, entre los que podemos destacar la Guerra de Yon Kipur, la Guerra de los Seis Días, la Primera y Segunda Intifada, etc. Las poblaciones árabes y hebraicas viven en un conflicto que se torna sempiterno, agravados ahora los odios viejos con nuevas acciones como los asentamientos judíos en regiones en conflicto; los problemas del reparto de agua y de acuíferos; y los actos violentos contra la población civil de ambas partes. Las acciones militares del ejército israelí son un episodio más de un problema de seis décadas. Seis décadas en las que la población civil, especialmente la palestina, ha tenido que vivir con el miedo de que un explosivo se lleve a sus seres queridos.

Las acciones militares del ejército israelí son un episodio más de un problema de seis décadas

¿Quién tiene la culpa? ¿Israel, por asentarse en un territorio que no les pertenece? ¿Los Estados Unidos, por apoyarlo? ¿El Reino Unido, por la Declaración Balfour? ¿Los árabes, por no aceptar el reparto de la Resolución 181? ¿La ONU, por no poder evitar los conflictos y las acciones beligerantes? ¿O tal vez carezca de sentido buscar un culpable en vez de una solución?