Cuatro fragmentos con nombre de mujer
Hay almas que pueden llegar a estar más vivas una vez muertas. Esta semana se cumplieron 52 años de la muerte de Marilyn Monroe, sin embargo desde ese cinco de agosto, pocas personas fueron tan imitadas y evocadas. Algunos la rememoran por su aparición en distintas películas, por sus estilismos invocadores de deseos, por su personalidad inestable, pero sobre todo, aunque ella quisiera evitarlo, no puede escapar de ser recordada por su belleza. Es una cualidad de la que no se es dueño y como nos adelanta la ortografía, tiende a escribirse con a. Ella consigue repetir este enamoramiento de lo atractivo en distintas personas, otras sólo lo consiguen en una. Aún con ello, cuando esto ocurre, fragmentos como los siguientes se transforman en un nombre de mujer y en todo lo que ella supone. Lo que demuestra que no sólo Marilyn tenía sonrisa con efecto desmayo.

Foto de: notimerica.com
1) El desorden de tu nombre, Juan José Millás
“Y llegaba vestida de colores, los labios y los ojos pintados, y una sonrisa de la que todos sus movimientos eran cómplices. Por entre las rendijas de su melena veteada se filtraba la luz del sol, y parecía la línea de su cuerpo un resumen de la totalidad de los cuerpos deseados”.
2) El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez
“Le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desordenaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa. No había perdido un gesto suyo, ni un indicio de su carácter, pero no se atrevía a acercársele por el temor de malograr el encanto”.
3) Pulp, Bukowski
“Entonces la puerta se abrió de golpe. Y entró aquella mujer. Lo único que puedo decirles es que hay miles de millones de mujeres en este mundo, ¿verdad? Algunas están bien. La mayoría están bastante bien. Pero de vez en cuando la naturaleza produce un fenómeno salvaje, hace una mujer especial, una mujer increíble. Quiero decir que la miras y no puedes creértelo. Todo en ella es un movimiento ondulante perfecto, azogue, es como una serpiente, le miras un tobillo, le miras un codo, le miras el pecho, le miras la rodilla y todo se funde en un ser impresionante, provocador, con unos ojos bellísimos que sonríen, la boca un poco hacia abajo, los labios como si estuvieran a punto de soltar una carcajada ante tu indefensión. Y saben cómo vestirse y su pelo largo incendia el aire. ¡Demasiado! ¡Maldita sea, demasiado!”.
4) Cien años de soledad, Gabriel García Márquez
“Remedios, la bella, fue proclamada reina. Úrsula, que se estremecía ante la belleza inquietante de la bisnieta, no puedo impedir la elección. Hasta entonces había conseguido que no saliera a la calle, como no fuera para ir a misa con Amaranta, pero la obligaba a cubrirse la cara con una mantilla negra. Los hombres menos piadosos, los que se disfrazaban de curas para decir misas sacrílegas en la tienda de Catarino, asistían a la iglesia con el único propósito de ver aunque fuera un instante el rostro de Remedios, la bella, de cuya hermosura legendaria se hablaba con un fervor sobrecogido en todo el ámbito de la ciénaga. Pasó mucho tiempo antes de que lo consiguieran, y más les hubiera valido que la ocasión no llegara nunca, porque la mayoría de ellos no pudo recuperar jamás la placidez del sueño. El hombre que lo hizo posible, un forastero, perdió para siempre la serenidad, se enredó en los tremendales de la abyección y la miseria, y años después fue despedazado por un tren nocturno cuando se quedó dormido sobre los rieles. Desde el momento en que se le vio en la iglesia, con un vestido de pana verde y un chaleco bordado, nadie puso en duda que iba desde muy lejos, tal vez de una remota ciudad del exterior, atraído por la fascinación mágica de Remedios, la bella”.