Una temporada en el purgatorio

Ray (Colin Farrell) termina mal un trabajo. Harry (Ralph Fiennes), su jefe, decide que lo mejor que puede hacer es marcharse a Brujas una temporada con Ken (Brendan Gleeson), su compañero, hasta que las cosas se calmen. Porque Brujas es una ciudad de puto cuento de hadas.

Durante sus vacaciones en Brujas vamos a poder conocer a Ray y Ken, ambos asesinos a sueldo. Ken, tranquilo y curioso, está encantado de estar allí y está dispuesto a ser un turista más. Ray odia la ciudad. Intenta entretenerse en peleas, conociendo chicas como Chloé (Clémence Poésy) y fiestas con enanos. Perdón, menudos. Tienen que esperar en la ciudad porque puede que Harry llame para un trabajo: decirles dónde conseguir armas y darles un nombre. Harry, efectivamente, llama.

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Escondidos en Brujas es el primer largometraje de Martin McDonagh. A través de la relación entre Ray y Ken y el encargo de Harry construye una trama en la que pasa de la acción y el humor negro que puede recordar a directores como Guy Ritchie a una historia sobre la culpa y el perdón. Ray dice que odia Brujas porque es aburrido, pero probablemente lo que le pasa es que considera la ciudad un castigo por sus pecados. Brujas es para él un purgatorio en el que tiene que expiarse, pero considera que sus errores son tan graves que merece el infierno, y ese infierno es Brujas.

Además de la trama principal, McDonagh suma una serie de tramas menores a lo largo de la cinta que ayudan a generar el ritmo de la misma y encajan en el desenlace, que puede parecer rebuscado, pero no ensucia el conjunto de la película.

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McDonagh se aleja del perfil típico del asesino para crear a dos personajes más cercanos a través de los que profundizar sobre cómo su trabajo afecta a sus vidas. Tanto Ray como Ken van a aprovechar su temporada en Brujas para reflexionar sobre su ocupación y su pasado, y especialmente Ray va a tener que decidir si puede vivir con él o no. A pesar de que este sea el tema de la cinta el tono que predomina es el cómico. A través de las tramas y personajes paralelos, el personaje de Harry (mucho más cercano al cliché de matón violento) o la relación y personalidades opuestas de Ray y Ken McDonagh consigue sacarnos más de una sonrisa. 

La cinta consigue que, como Ken, nos enamoremos de Brujas: a través de la fotografía y con la ayuda de la banda sonora el retrato que McDonagh hace de la ciudad sí logra que nos parezca, como dice Harry, de puto cuento de hadas. Pero el director también consigue que entendamos por qué a Ray le parece el infierno: cada escultura, retablo y gárgola están ahí para mirarnos, para juzgarnos por nuestros pecados.

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Fotografía destacada: movieboozer.com