7 razones para ir al Resurrection Fest

Durante tres días al año, cada verano desde 2006, la hermosa villa lucense de Viveiro se convierte en la sede nacional del hardcore y el metal. La tranquila población costera se transforma de la noche a la mañana en un cúmulo de alaridos guturales, guitarras distorsionadas hasta el límite y breakdowns de batería. Lo que empezó como una iniciativa inocente pero valiente por parte de unos chavales que soñaban con traer al pueblo a Sick of it All, quienes además consiguieron el apoyo del Gobierno local, se convirtió en poco tiempo en una congregación de miles y miles de personas (las cifras el año pasado superaron los 30.000 asistentes). En Compostimes hemos hecho una recopilación, para todos aquellos que aun podáis estar dudosos, de todos los motivos por los que el Resurrection Fest, celebrado este año el 31 de julio y el 1 y 2 de agosto, es una cita imprescindible cada verano entre los afines a tal música.

Los grupos:

Es lo principal en un festival. Claro que hay excepciones en las que la música no nos importa tanto y lo que nos mola es el postureo y demostrar lo modernos que somos (coff, coff, Coachella) pero, desde luego, aquí las bandas llevan años siendo un argumento de peso. Este estío compartirán recinto dos auténticos gigantes como son NOFX y Megadeth. Los primeros han sido uno de los principales culpables de la segunda explosión del punk, a principios de los 90, originando aquella enorme oleada californiana, que, por suerte o por desgracia, luego nos dejó a Green Day o a Blink 182, y quienes, tras más de veinte años en la palestra, siguen destilando ritmo y cachondeo allá por donde pasan. Megadeth, por su parte y liderados por el incombustible Dave Mustaine, son quizás el nombre más grande del thrash metal, sólo por detrás de Metallica (a quien hace años que no podemos considerar en tal estilo pero que, indudablemente, fueron quienes lo acercaron al gran público) y es casi seguro que veremos a docenas de headbangers romperse el cuello esperando clásicos como Holy Wars o Symphony of Destruction.

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Dave Mustaine, cantante, guitarrista, católico y tío duro / Ratconcerts

Para todos a los que, realmente, ni les van ni les vienen estos dos, la oferta se diversifica más que nunca, visitando los derroteros del black metal con Watain (no os sorprendáis si salen al escenario embadurnados en falsa sangre de cabra y con tridentes en llamas o algo similar), permitiendo una terrible invasión vikinga, de las de ríete tú de Catoira, con Amon Amarth (si de verdad creéis que el panoli de Rafa Mora es un verdadero hombre es porque no habéis visto en acción a Johan Hegg) o incluso entrando en terreno stoner con los maravillosos Red Fang. Otras bandas de prestigio internacional, entre las que podemos destacar a Turbonegro, Testament o Down y diversos referentes de la música patria como, verbigracia, Angelus Apátrida o Minor Empires (paridos a medias entre Toundra y Nothink, viejos conocidos del festival) completan el cartel más variado de toda la historia del festejo.

El precio:

No fueron pocas las voces que se alzaron, airadas, durante estos meses, poniendo el grito en el cielo ante unas entradas que subieron hasta los 80 euros. Cierto es que cada año que pasa el precio aumenta levemente, pero aún con la crisis y el bajo nivel adquisitivo de los españoles es curioso leer en foros y redes sociales tantas protestas ante un festival en el que, haciendo cálculos sencillos, estás pagando a poco más de un euro por grupo. Festivales como el BBK Live de Bilbao o el FIB se disparan hasta superar la barrera de los 100 euros (y de los 150, en el caso del de Benicàssim). Termina pareciendo lógico que cada año el coste de la entrada experimente una leve crecida, puesto que también cada año los grupos son más grandes.

El pueblo:

Viveiro es pequeño (de hecho, la asistencia al Resurrection, en suma, es más o menos el doble de la población normal del ayuntamiento) y aún a día de hoy conserva el encanto de los demás pueblos de la costa lucense.  Respira historia (no en vano está confirmado que ya en la Edad Media tenía su importancia, amén del gran número de castros cercanos) y, por supuesto, respira mar. Mucho mar. El Cantábrico entra a la hermosa ría, inundando el cauce del Landro cuando hay marea alta. Vale la pena subir hasta el mirador de San Roque para disfrutar de un hermoso amanecer de verano desde las alturas (aunque casi seguro que vosotros, compañeros de festival, no estaréis para tales trotes, ni mucho menos, teniendo en cuenta que cada jornada termina pasadas las 5 de la madrugada).

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Una buena caminata te consigue una buena vista / Ramostegui – Fotopaises

Las instalaciones:

Los tres escenarios (algo más grandes que la última vez) serán los centros de gravedad de un recinto cada vez más amplio, que además incluirá un par de bares y algunos toldos de merchandising y camisetas.

Por otro lado, la organización nos volverá a brindar dos cámpings, el Resucamp, con seguridad contratada, además de las comodidades propias de tener un espacio de pago, como taquillas o duchas de agua caliente, y la ya clásica acampada al borde de la playa, donde tanto puedes ser acuchillado por un vagabundo (esto no es completamente en serio), como echarte a dormir encima de unas cómodas y nudosas raíces plagadas de simpáticas hormigas (esto sí) y y que, en definitiva, y a título personal, hasta tiene mucho más encanto que su homólogo.

El jolgorio:

El Resu es un compendio de buen rollo. Tanto puedes hacer nuevos amigos entre tus vecinos de acampada como salir de allí con media docena de fotos junto a músicos reconocidos que estén disfrutando entre el gentío del resto de bandas. Este año podremos disfrutar de sendas afterpartys después de cada set de conciertos, avanzada ya la madrugada. La última estará a cargo de Gigatrón, probablemente el grupo más desquiciado (tienen hasta su propia religión, la metalocracia) que pasará por el festival. Unos benditos enfermos del metal. Toca abrocharse los cinturones y preparar la cerveza.

Una amalgama de conciertos original, como no hay otra en nuestro país, en un lugar casi idílico y con juerga a raudales

Las chicas:

Los organizadores lo tienen claro, al menos desde el momento en el que nos enseñaron lo que traía su fabuloso kit de supervivencia. Y es que hay instantes en los que mezclarse entre el público del Resurrection es como ir a un partido de tenis. Acabas con contracturas cervicales de tanto mover la cabeza de un lado a otro. Es una gran muestra de lozanas, esplendorosas y apañadísimas mozas (confirmadas las colas de más de cuarenta minutos para plancharse meticulosamente el pelo en los WC’s). Para que no me acusen de machista heteropatriarcal os diré que muchos de los chicos también tienen su punto picantón. Si os gustan las dilataciones de varios centímetros, de esas por las que podéis meter hasta media mano, incluso ahí tendréis dónde escoger. Que sí, que este es un punto muy superficial y que qué se yo de las chicas y chicos que van a asistir, pero estamos con un artículo de pre-festival y hay que pintarlo todo bonito. Y malo será.

El Monster gratis:

Porque no hay nada mejor que levantarse renqueante, con la boca pastosa y sabiendo a metal (no sé si captáis el sutil juego de palabras), agonizando ante un sol que se alza, impertérrito, en lo más alto del cielo, fulminándote con sus implacables rayos cegadores y, en tal momento de sufrimiento, escuchar en la lontananza, acercándose lento pero seguro, el claxon del camión de Monster, que reparte jugo de vida en lata a todo aquel lo suficientemente lúcido y rápido como para conseguir llegar a tiempo. ¿Habéis visto The Walking Dead? Pues la acumulación de cuerpos alrededor del vehículo no tienen absolutamente nada que envidiar a un despiadado ataque zombie. 

En definitiva, una amalgama de conciertos original, como no hay otra en nuestro país, en un lugar casi idílico y con juerga a raudales. ¿A qué esperáis? Como colofón, para los que aún tras esto anden dudosos, os dejamos el cartel, a ver si os ayuda a decidiros.

cartel resu