Moncho Fernández: “Cuando el corazón es el que rige, todo lo demás queda al margen”

La temporada ha acabado para un Río Natura Monbús que reafirma su condición de equipo ACB. Entre la multitud de compromisos que pueblan la agenda de su entrenador, éste encuentra un hueco para responder a unas preguntas. La entrevista tiene lugar en las gradas donde la afición vibra en cada partido con el conjunto dirigido por Ramón Fernández Vidal (Santiago de Compostela, 1969). Acaba de concluir su tercer año entrenando en su casa, al timón del mismo equipo que le descubrió el baloncesto. Un ascenso, una Copa Príncipe de Asturias y una clasificación para playoffs lo avalan. Tras catorce años dedicado profesionalmente al baloncesto (y otros tantos compaginándolo con la docencia), Moncho Fernández ha pasado de profesor de Historia a entrenador de método, aunque la frontera entre ambas facetas sea difusa. Después de una temporada más difícil de lo esperado se muestra optimista con respecto al futuro de su Obra. Tal vez se lo pida el corazón.

Hasta los 30 años compaginaste la docencia con el baloncesto. ¿Qué similitudes hay entre ser profesor y entrenador?

Yo creo que tienen paralelismos. Para empezar la pedagogía, la psicología e incluso la filosofía. Mi formación como profesor me ha ayudado mucho en mi trabajo como entrenador. De todas formas, creo que la figura del profesor ha cambiado. Antes era el magíster, el que daba una clase magistral, el que hacía a los demás partícipes de sus conocimientos. Ahora la clave tanto para los profesores como para los entrenadores es enseñar a aprender. La información siempre está al alcance de un clic.

¿Intentas enseñarles a aprender a tus jugadores?

Claro, la metodología es fundamental. Lo importante no es lo que está en mi cabeza o el plan de juego: es que ellos lo interpreten. A la hora de llevarlo a cabo es fundamental el aprendizaje. Por eso considero clave que ellos aprendan a aprender, valga la redundancia.

Creciste aquí, en Santiago. ¿De joven cuál era tu relación con el baloncesto en general y con el Obradoiro en particular?

Mi primera experiencia con el baloncesto en directo es en el antiguo Pabellón do Sar. Estaba aquí, donde está ahora este recinto, aunque en otra dirección. Mi padre me trajo con seis años aproximadamente a ver un partido del Obra, y ése fue mi primer contacto con el baloncesto en directo.

Moncho Fernández, profeta en su tierra. | © Carlos Rey

Moncho Fernández, profeta en su tierra. | © Carlos Rey

Hincha del Obradoiro.

Sí, claro, es el equipo de mi ciudad. Luego lo que pasó fue que me hice hincha del baloncesto, ya que muy joven, con diecisiete años, empecé a entrenar. Recuerdo aquel Obradoiro que luego ganó tras su litigio de veinte años el derecho a participar en algo que le correspondía, que era la primera división. Recuerdo a aquellos jugadores, recuerdo al entrenador, recuerdo cuándo tenía dieciocho años ver prácticamente toda la pretemporada, sentado en la grada y viendo cómo entrenaban. Luego llegó mi etapa en los colegios, cuando entré en La Salle, mi alma máter. También pasé por Peleteiro, que fue donde estudié y más mayor, con 26 años, volví a entrenar allí. Santiago es una ciudad muy basquetera y a los que estábamos en ese círculo nos tocaba muy de cerca.

Moncho López es de la familia, no sólo un amigo

En el 2000 debutaste en el CB Gijón, como segundo de Moncho López. ¿Cómo llegó esa oportunidad?

Yo tenía una muy buena relación con Moncho. Lo conocí compitiendo, él entrenando al Maderas Fernández, algo así como el filial del Ferrol, y yo entrenaba al Círculo Mercantil Villacosteira en Primera Autonómica. Ésa fue la primera vez que nos vimos, uno en un banquillo y otro en el otro. Ese mismo verano coincidimos en un campus, en Marín, y ahí empezó una amistad que dura hasta hoy, aunque va más allá. Para mí Moncho es de la familia, no sólo un amigo. Él fichó por el Gijón, ascienden de la LEB a la ACB y están ahí un año. Surge la posibilidad de ampliar la estructura y me dice si estoy dispuesto y, después de una reflexión muy meditada de un segundo le dije que sí.

Estuvo de segundo también en el Breogán.

Sí, también con él. Después de estar de ayudante en Gijón estuve dos años como entrenador jefe, en la LEB, y Moncho fichó por la Selección y luego por el Breogán. Me volvió a llamar y me fui dos años con él a Lugo. Después de eso estuve tres años de entrenador jefe en Los Barrios, una etapa maravillosa.

¿Qué recuerdo se lleva de esos años en Cádiz?

Pues un recuerdo inmejorable. Era un equipo pequeño, pero con muchas posibilidades. El primer año conseguimos meternos en playoffs, la primera vez que el equipo lo hacía. Jugamos la Copa Príncipe esa temporada y, a la siguiente, volvimos a entrar en playoffs. El último año fue el canto del cisne y nos metimos en la Final Four para ascender a la ACB, aunque perdimos en semifinales por dos puntos. Fue un año durísimo, en el que no cobrábamos, pero guardo un recuerdo excepcional de ese grupo, uno de los mejores grupos humanos que he entrenado. Deportivamente fueron años de mucho éxito.

Luego debutó en la ACB, con el CB Murcia. Una plantilla muy joven.

Había de todo, jóvenes y veteranos. Conseguimos dos victorias y nueve derrotas; después de que me cesaran el que me sustituyó hizo 3-21, creo.

El club me dio la oportunidad y, aunque me cesó, después se portó como un caballero. Todo son buenos recuerdos

El cambio no sirvió de mucho.

Sí, parecía que aquel equipo desde el principio no había nacido con buen pie. Así fue al final. Fue una experiencia enorme. Estoy muy agradecido al CB Murcia, porque me dio la primera oportunidad de sentarme en un banquillo de ACB. También lo estoy a la afición que, a día de hoy, cada vez que voy, me sigue recibiendo con aplausos. Es increíble el trato que me dan allí. El club me dio la oportunidad y, aunque me cesó, después se portó como un caballero. Todo son buenos recuerdos. Eso me permitió tener el único impasse en el que no he trabajado en estos catorce años. Aproveché para reciclarme: estuve en Siena, en Barcelona y en varios sitios viendo a otros entrenadores. Y llegó la oportunidad de entrenar aquí al Obra, en la LEB, en un proyecto que era muy ambicioso.

Cuando llegaste el equipo partía prácticamente desde cero, era un momento de remodelación.

Sí, el equipo había descendido, se cambió la estructura del club, entró un nuevo consejo de administración, un nuevo director deportivo que entendió que yo podía ser la persona adecuada, un cuerpo técnico totalmente nuevo que se mantiene desde ese año… Y, aunque tarde, se hizo una plantilla muy buena, de mucha calidad, que además en seguida fue un equipo. Aunque fue duro, con un playoff exigente, la verdad es que lograr el ascenso nos hizo muy felices.

Fue una temporada inmejorable: Copa Príncipe de Asturias y ascenso.

Sí, ganamos la Copa Príncipe y ascendimos, aunque nos hubiera gustado ascender directamente.

Así incluso supo mejor.

No lo sé. Supo muy bien igual, pero fue muy exigente. El mes de playoffs fue durísimo en todos los aspectos. Pero aquel proyecto en la LEB, con el pabellón casi lleno todos los días, a reventar en playoffs y en la final de la Copa Príncipe… De ese año guardo muchos recuerdos excepcionales.

Cuando es el corazón el que rige, todo lo demás queda al margen

A nivel de presión, ¿es muy diferente entrenar en equipo de tu ciudad natal que en otros lugares?

No, la presión te la pones tú. También te la impone el proyecto, pero principalmente tú. Para mí es lo mismo: mi día a día es de mi casa al pabellón y del pabellón a mi casa, viajar cada quince días… Es muy parecido a otros sitios. Lo que cambia radicalmente es el tiempo libre. Puedo estar con mi familia y con mis amigos de toda la vida. A veces se nos olvida que los entrenadores tenemos un entorno afectivo.

Siendo de Santiago, ¿qué sentiste al ser el primer entrenador en lograr el ascenso a la ACB del equipo?

Sientes emoción, alegría. Sientes que has correspondido a aquellos que habían depositado su confianza en ti y en el equipo. Lo mejor que tiene mi profesión es que that’s entertaiment, hacemos feliz a mucha gente, nos dedicamos a algo que genera sentimientos. Como dice el eslogan de nuestra campaña de este año, “pídemo o corazón”. Cuando es el corazón el que rige, todo lo demás queda al margen.

"El alquimista" junto al cuerpo técnico | © ACB Photo

“El alquimista” junto al cuerpo técnico | © ACB Photo

Dos años más tarde el Obradoiro está asentado en la ACB. ¿Cuál es la fórmula para mantenerse?

Yo creo que la fórmula es que hemos encontrado un camino, un proyecto de club de todos, no sólo del equipo deportivo. Todo el montón de equipos que hay alrededor de la plantilla propiamente dicha, incluido el público, hemos abrazado el mismo proyecto. Un proyecto basado en cumplir y ser muy rígidos con nuestras obligaciones, sin gastar más allá de lo que tenemos. Lo especial que tiene esta afición es que sólo exige esfuerzo, lucha y dedicación. Hace que el jugador en seguida entre en comunión, y eso es lo que nos hace especiales: la cercanía entre el público y el equipo. Al final es ese compendio de múltiples factores lo que hace que el proyecto funcione. La clave son todas las grandes pequeñas partes que forman el club.

¿Qué sabor te queda de esta temporada? El equipo empezó apuntando alto, pero el final fue difícil.

Empezamos con un equipo nuevo y partíamos con dos hándicaps desde el principio. El primero de ellos es que veníamos de nuestra temporada más exitosa, clasificándonos para playoffs, quedando a un partido de la Copa… Eso de por sí ya es una gran presión, pero si a eso le añades que había un recorte del 30% en el presupuesto, con lo que implica a la hora de confeccionar un equipo, ya son dos hándicaps importantes. Se construyó una plantilla que tuvo que pasar por ese sarampión de tener muchos jugadores que debutaban en la Liga Endesa.

Y luego llegó la debacle de febrero: traspasos y lesiones.

Sí, cuando parecía que ya habíamos alcanzado un buen nivel de juego, con cinco victorias consecutivas, se produjo algo que fue clave en el devenir de la temporada. La marcha de Muscala a la NBA y la lesión de Oriol Junyent el mismo día, coincidiendo con las lesiones de Iñaki Sanz y Durand Scott. Llega un momento en que tenemos a siete profesionales en la pista, con cambios de rol, importantísimos jugadores que tienen que pasar de un papel más secundario a uno principal, buscar en el mercado nuevos jugadores que reemplazaran a los que se habían lesionado… Una nueva plantilla y un nuevo equipo. Volvemos a pasar una trayectoria por el desierto hasta que somos capaces de enlazar las victorias que nos dan la tranquilidad. Cuando este nuevo equipo, con una forma de juego diferente al anterior, empezaba a funcionar, se acabó la liga. Estoy muy contento, porque hemos conseguido, en un año en el que teníamos nuestro peor presupuesto en la ACB, nuestra segunda mejor clasificación. Hemos cumplido nuestro objetivo de mantenernos en la Liga Endesa un año más a falta de cinco jornadas, todo esto a pesar de los hándicaps, los que teníamos a priori a principio de temporada y los de febrero.

Lo que está claro es que nadie que no sea Oriol Junyent va a volver jugar con su número en la espalda en esta pista

Con respecto a la lesión de Oriol (Junyent), ¿cómo afrontará el equipo su baja, que se prolongará toda la temporada que viene?

Oriol es una persona especial, no sólo por sus características como jugador, sino por lo que nos aporta desde el punto de vista humano: experiencia, amor por el club, es muy querido por la afición, un jugador ejemplar en el esfuerzo y la lucha… Lo peor que le puede ocurrir a un deportista es una lesión como la de Oriol, bastante grave. Llueve sobre mojado. Hemos intentado recuperarlo, pero no ha sido posible. Ahora va a afrontar esta etapa: prepararse para la operación que tendrá en julio, ocho meses de baja… Él insiste mucho en que no es un jugador retirado, que quiere volver a jugar. Ojalá esa evolución sea positiva, pero lo que está claro es que nadie que no sea Oriol Junyent va a volver a jugar con su número en la espalda en esta pista. Creo que es el mejor homenaje que se le puede hacer.

Tienen al mejor triplista de la ACB de estos dos últimos años.

Alberto (Corbacho) también es un jugador especial, el que queda de ese proyecto que se inició en la LEB. Venía de un papel secundario en un equipo de LEB y dio el salto a ser titularísimo. Es el jugador que disputó más minutos esta temporada de todo el equipo. Es un jugador queridísimo por la afición, que nos ha ayudado a ganar un montón de partidos, está muy implicado con el proyecto… Es más que un jugador, es uno de los jugadores del Obra que más veces ha vestido esta camiseta en la máxima categoría. Sus hechos le describen mejor que mis palabras.

¿Qué tiene en mente para el futuro el Obradoiro?

Nuestro futuro no cambia, somos el proyecto que somos, un proyecto austero. Serio, pero austero. Tenemos una filosofía clara: fichamos a jugadores que quieran venir aquí, que entiendan que su evolución como jugadores nos pueda ayudar a conseguir nuestros objetivos como colectivo y que disfruten de la experiencia de venir a Santiago. Bajo esa premisa humana y personal creamos todo lo demás, de ahí parten las propias premisas deportivas y técnicas. Nunca dejamos de trabajar. Sabemos que somos un equipo que ha servido de trampolín a muchos jugadores para ir a mayores retos profesionales donde ganar más dinero o a otro tipo de competiciones. Nuestra realidad no ha cambiado, el presupuesto va a seguir siendo el mismo. Intentaremos buscar ese tipo de equipo que se identifique con la gente y con la afición, que luche y que pelee.

Quizás lo más reprochable del equipo es que no potencia demasiado la cantera. ¿Esto va a cambiar en los próximos tiempos?

El tema de la cantera es un tema que da para muchas demagogias. Yo creo que es algo que hay que explicar. La cantera necesita dos cosas, fundamentalmente.

A medio-largo plazo ojalá podamos tener jugadores que puedan llegar algún día al primer equipo

Mucho tiempo y dinero.

Muchísimo tiempo y dinero, para invertir en medios, en entrenadores y en estructura. Cuando llegamos hace cuatro años no existía prácticamente, apenas había cantera. Se han ido creando nuevas estructuras que ayudan. Hay un director de cantera, entrenadores titulados, licenciados en INEF, psicólogos que dan apoyo a toda esa estructura… El objetivo de la cantera ahora mismo es social: crear buenos hábitos de vida, crear aficionados para el baloncesto, futuros delegados, jugadores, entrenadores, gente que disfrute. Pero, sobre todo, una transmisión de esos valores del primer equipo a las categorías inferiores. A medio-largo plazo ojalá podamos tener jugadores que puedan llegar algún día al primer equipo.

¿Algún pronóstico para lo que queda de ACB?

Puede ganar cualquiera de los cuatro que esán. A priori, por experiencia, presupuesto y demás, la final debe ser entre Barcelona y Real Madrid. A partir de ahí hemos visto de todo: una final de Copa del Rey que se ganó en el último segundo y el Madrid barriendo al Barça en las semifinales de la Euroliga por cuarenta puntos. Un Madrid-Barça es impredecible porque los dos tienen muchísima calidad, mucho talento y, cuando se juega tanto, puede pasar de todo. Lo que tengo claro es que va a ser apasionante. De todas formas, despreciar a Málaga o a Valencia sería una osadía por mi parte. Voy a ejercer absolutamente de gallego y no voy a mojarme nada.

¿Sigue alguna otra liga profesional de baloncesto?

Claro, muchas. Sigo mucho la Euroliga, la NBA menos. También la LEB y, de competiciones extranjeras, veo partidos de la liga griega, la alemana, la francesa… Veo muchos partidos al año.

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©Carlos Rey

¿Baloncesto universitario?

Sí, muchísimo. No es el baloncesto que más me gusta, pero sí uno de los que más. El baloncesto universitario americano se resume en una frase: es como el país, un habitante de Maine y uno de Florida tienen tanto que ver como un huevo y una castaña. Son de Estados Unidos pero no se parecen en nada. Lo mismo pasa con los programas, son totalmente diferentes, no tiene nada que ver Duke con North Dakota State, Ohio o Wisconsin. Hay conferencias como ACC, Big Ten o Big 12 que tienen programas y entrenadores de primerísimo nivel y desarrollan un juego diferente al de otras universidades más pequeñas, con menos posibilidades económicas. Es un básquet que me apasiona, me gusta muchísimo.

¿Hay algún entrenador que te haya marcado?

Lo bueno de mi profesión es que aprendes todos los días. El que me inició fue Moncho López, como dije antes, un referente en todos los aspectos. Cuando empecé como entrenador en Santiago fue Miguel Gómez, uno de mis grandes amigos y entrenador de La Salle, el que me enseñó el significado de la palabra entrenador. Más allá de estas dos personas, siempre aprendes en el día a día. No sólo de esos grandes nombres, sino de los que están al margen. De mis ayudantes, de esos otros entrenadores de otras ligas, de los clinics… Lo bueno que tiene la profesión es que tu capacidad de aprendizaje es ilimitada y además es poliédrica: no es sólo la táctica, es la filosofía, la psicología, la pedagogía…

¿Qué hace a Moncho Fernández diferente de otros entrenadores?

Tendrían que decirlo otros. Más que lo que me hace diferente, creo que lo que comparto con muchos de ellos es la pasión por el deporte, la pasión por el baloncesto, un deporte maravilloso. El placer de hacer aquello que más te gusta y que te paguen por ello. De mí me gusta que digan que soy trabajador, algo de lo que me siento orgulloso. La descripción la tienen que hacer los demás. Yo intento ser honesto, responsable y comprometido con aquellos que han depositado su confianza en mí.

El Obra es algo especial para la ciudad. Todo el mundo en Santiago es del Obra

¿Y al Obradoiro?

Muchas cosas. Es un equipo especial porque ha tenido una historia especial. Esos veinte años de litigio para estar en primera división. El primer año en ACB, antes de tener un solo jugador, ya tenía 3.500 abonados. Ha sido el primer equipo que ha llevado el nombre de Santiago por las máximas categorías, antes incluso que el Compostela de fútbol. El Obra es algo especial para la ciudad. Todo el mundo en Santiago es del Obra. Santiago es muy de básquet. Lo que lo hace especial es la comunión que existe entre equipo y afición.

¿Qué ha cambiado en el equipo desde tu juventud hasta día de hoy?

Creo que sigue igual, que la afición sigue volcadísima con el equipo. Han cambiado los tiempos, han cambiado las estructuras, el viejo Pabellón del Sar cambió por este palacio tan bonito, cambió la formación de las personas. Es cómo ver qué ha cambiado entre un adolescente en los años 80 y uno del 2014.

¿Quieres seguir en casa todo el tiempo posible o emprender alguna aventura?

Quiero estar donde me quieran y, sobre todo, disfrutar del camino. Creo que cuando pierdes demasiado tiempo pensando en el futuro se te olvida lo básico, que es disfrutar del camino.