Jesusa Quindimil: “No tenía trabajo, iba como si fuese una turista”
Suiza siempre ha sido y será diferente. Un país en medio de Europa que siempre se las ha arreglado para ser la nota discordante de los himnos de guerra. Si bien se ha librado de verse involucrado en conflictos armados, no ha podido escapar de las oleadas inmigratorias que acecharon a la Europa de la posguerra. Más de dos millones de gallegos se vieron forzados a abandonar sus hogares en busca de un empleo que les diese de comer. Eran épocas duras y en España, bajo la dictadura de Franco, la situación no era mejor que en países que sufrieron las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Galicia era una zona sumamente rural y periférica a donde casi no alcanzaba el desarrollismo español que empezaba en los años 60. Labriegos y campesinos tuvieron que dejar atrás las aldeas y enfrentarse al mundo en una coyuntura que era de todo menos sencilla y agradable.
Más de dos millones de gallegos se vieron forzados a abandonar sus hogares en busca de un empleo que les diese de comer
Jesusa Quindimil Uzal es una gallega de 75 años que emigró en 1961 a Suiza en busca de trabajo. Con apenas 21 años, tuvo que abandonar su aldea, situada en Mesía, y emprender la odisea que la llevaría al país de los Alpes. Un periplo de dos días y dos noches en al menos tres trenes: uno hasta Madrid, otro hasta París y el tercero hasta Berna, en donde la esperaba su marido.
La pena más grande que llevo conmigo es haber tenido que dejarlo en Galicia. ¡Tenía sólo 15 días!
¿Cómo fue el viaje en tren?
El tren salió de la Estación de San Cristóbal en A Coruña un jueves a las once de la noche y hasta el sábado a las ocho de la tarde no llegué a Berna. Los vagones del tren eran de madera, una cosa tercermundista en comparación a lo que hay ahora y te estoy hablando sólo de hace 45 años. Yo llevaba reserva así que tenía derecho a asiento, y menos mal, porque iba muy cargada con dos maletas. Recuerdo que una de ellas estaba llena de cosas para el bebé de una amiga que ya estaba en Suiza y que se encontraba a punto de dar a luz.
Los vagones del tren eran de madera, imagínate, una cosa tercermundista en comparación a lo que hay ahora
Cuando llegué a París tenía que cambiar de estación y coger otro tren. Iba tan cargada que tuve que darle mis maletas a un chico que se encargaba de llevarlas de un tren a otro.
¿Cómo hiciste para defenderte con los idiomas?
Yo no sabía nada de francés, nada. Un amigo me había escrito unas palabras en una hoja de papel con lo básico pero menos mal que taxi es una palabra internacional que si no…
¿Ibas a Suiza ya con un contrato de trabajo?
Iba a la aventura, no tenía trabajo ni tenía nada que yo iba como si fuese una turista.
Pero, ¿viajabais de forma legal? Lo que se dice coloquialmente “con papeles”…
No… lo de los papeles se creó después, cuando empezó a emigrar la gente de forma masiva. Cuando fuimos nosotros aún había poca gente emigrada y si no te ponían el sello de que ibas de turista podías pasar al país y buscar trabajo. En la frontera a muchos se lo ponían y entonces no podías buscar trabajo, no te lo permitían. Con él, sólo te daban tres meses para estar allí, luego tenías que volver.
(…) menos mal que taxi es una palabra internacional
¿Cómo conseguiste que no te pusieran el sello?
Tuve suerte. Ese día los guardias en la frontera no lo pusieron. Si me lo llegasen a poner no me habría podido quedar allí a trabajar.
¿Cómo era la vida en Suiza?
Yo trabajaba como costurera en una fábrica de construcción. El sueldo no era muy elevado, pero nos daba para vivir en una habitación sin cocina.
¿Y cómo vivíais sin cocina…?
[Interrumpe] Pues tenías que comer bocadillos. Yo marché de casa con 2.800 ptas en el bolsillo. Con eso poco podías hacer porque en Suíza la moneda era el franco y un franco eran 14 pesetas. No había ni ropa para vestir, tenías que hacértela tu misma. Y zapatos comprabas unos y hasta que se gastasen.
¿Volvió a España alguna vez antes de abandonar definitivamente Suiza?
Tuve que venir a dar a luz a mi primer hijo al año y pico de estar en Suiza. Allí no podía tenerlo porque tenía que trabajar y no podía estar pendiente de él así que tuve que dejarlo en Galicia al cuidado de sus tías. La pena más grande que llevo conmigo es haber tenido que dejarlo. ¡Tenía sólo 15 días! Después de eso volvería a España en el 68, para tener a mi hija. De esa vez ya nos quedaríamos definitivamente en Galicia.
¿Qué opina sobre la nueva oleada de emigración que está viviendo Europa?
Ahora los jóvenes al menos estáis preparados y sabéis afrontar el mundo de otra manera. Nosotros no sabíamos, nunca había salido de mi casa. Aún no sé cómo conseguí llegar hasta Suiza. Supongo que llegado el momento tienes que tirar, no te queda otra. Es una pena que se vuelva a repetir lo que ya tuvimos que vivir en otros tiempos.