El insulto del indulto
“Nada envalentona tanto al pecador como el perdón”
William Shakespeare, El Rey Lear
¿Qué crees que es mejor, el perdón o la justicia? Piénsalo bien antes de responder, aunque no te preocupes, porque nadie espera que resuelvas una de las cuestión fundamentales de la Ética mientras tienes Facebook abierto en la pestaña de al lado. Así, en abstracto, cualquiera de nosotros responderíamos que es mejor la justicia, que estamos hartos de la impunidad de la casta y que no hay juez para tanto chorizo. Nuestra respuesta podría cambiar si alguna de las personas con las que estamos hablando por el chat de Facebook ahora mismo fuese condenada a tres años de prisión por tirar pintura en una piscina o pasar un porro. En ese caso es probable que estuviésemos dispuestos a perdonar a nuestros amigos y conocidos una condena desproporcionada.
Traducidos a lenguaje legal, “justicia” y “perdón” se convierten en “pena” e “indulto”. Éste es una de las anomalías jurídicas más interesantes en una democracia del siglo XXI, máxime cuando la Ley de indulto fue aprobada durante el breve reinado de Amadeo I de Saboya en 1870 y únicamente fue reformada en tres palabras por Felipe González, probablemente para no romper el consenso constitucional de la Transición de 1868. Así regulado, el indulto es una medida de gracia otorgada por el Ministerio de Justicia sin necesidad de justificación, de carácter excepcional, que consiste en la remisión total o parcial de las penas impuestas a los condenados por un delito. Se diferencia de la amnistía en que ésta borra el delito, mientras que el indulto se refiere a la condena.
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El indulto parece ser contrario a la idea misma de Estado de Derecho, que se basa en la separación de poderes y en que las leyes se cumplen. Si Alfonso Guerra no hubiese matado ya a Montesquieu, éste se llevaría las manos a la cabeza al ver que el Gobierno puede inmiscuirse en las tareas del poder judicial para perdonar a los delincuentes. El mismísimo Tribunal Supremo ha declarado que el indulto supone una “intromisión” del poder ejecutivo en el proceso penal en el que un juez impone las penas previstas por la ley. La mayoría de los partidos de la oposición abogan por que se suprima esta figura. Y, sin embargo, el indulto se revela como una herramienta necesaria para resolver los problemas que surgen de la aplicación de las leyes.
El Derecho no es matemáticas, sino que es una ciencia de problemas terriblemente humanos. Hay situaciones límite en Derecho que son lo más parecido a un Error 404 not found, ya que ningún legislador ha elaborado una ley tan perfecta como para resolver de forma salomónica todos los problemas que se plantean en las relaciones humanas. En estos casos, el indulto, total o parcial, es una buena herramienta para evitar condenas desproporcionadas o injusticias flagrantes. El ejemplo más típico es el del exheroinómano que atracó una farmacia o se dedicó al tráfico de drogas para financiarse su adicción y que por la lentitud de la justicia siete años más tarde, cuando ya está rehabilitado y tiene esposa e hijos, es acusado de un delito por el que el Fiscal pide cinco años de cárcel. Son supuestos en que nadie se beneficia de la condena, y en los que, como decía Shakespeare en El mercader de Venecia, la aplicación del máximo derecho conlleva la máxima injusticia.
Uno de los casos más sonados ha sido el de María del Carmen García, la mujer de Alicante condenada por matar al hombre que había violado a su hija de 13 años en 1998. Mientras el violador disfrutaba de un permiso penitenciario se la encontró por la calle y le preguntó con sorna cómo se encontraba su hija. María del Carmen, completamente enajenada, se dirigió a la gasolinera más cercana y luego roció al hombre con combustible y le prendió fuego. A pesar de que cualquier abogado estadounidense diría que “ningún jurado la condenaría”, el Ministerio de Justicia le denegó el indulto y ha ingresado en prisión para cumplir una condena de cinco años y medio.
El indulto es una buena herramienta para evitar condenas desproporcionadas o injusticias flagrantes
La denegación de peticiones de indulto más que razonables (como ésta o ésta) choca frontalmente con otras medidas de gracia de dudosa justicia o imparcialidad que el Gobierno ha concedido recientemente. Por ejemplo, el concedido en 2012 a cuatro mossos d’esquadra condenados por torturas. O este mismo mes, el indulto otorgado a un agente de la Guardia Civil que grabó con su móvil un abuso sexual mientras se reía a carcajadas. Fue condenado a seis meses de inhabilitación por un delito de omisión del deber de perseguir delitos, lo que habría supuesto su salida del cuerpo de no haber sido por la intercesión del Ministerio de Justicia. Posteriormente se supo que el guarda civil era hijo de un concejal del Partido Popular que había recogido firmas para solicitar el indulto, lo que transmite el mensaje de que delinquir es impune si tienes a altos cargos políticos entre tus contactos.
Al tratarse de una medida excepcional, de discrecionalidad política absoluta, el Gobierno no expone las razones por las que decide conceder unos indultos y denegar otros, lo que constituye una falta de transparencia inaceptable. Una posible reforma de la Ley de indulto debería incluir la obligación de motivar la resolución por parte del Gobierno y la publicación en el Boletín Oficial del Estado de datos estadísticos sobre esta medida de gracia. El indultómetro, un proyecto de la Fundación Ciudadana Civio, ha calculado que 2013 ha sido el año con menos indultos concedidos desde 1996, con 204. La mayoría de los perdones están relacionados con el tráfico de drogas, y su razón subyacente es la mejor reinserción del condenado que ya se ha desintoxicado.
El indulto es un gran poder que conlleva una gran responsabilidad. Bien utilizado puede paliar los rigores derivados de aplicar la ley de forma ciega, pero si se usa únicamente para favorecer a compañeros de partido o colegas de banquillo en la Audiencia Nacional constituye un insulto para todos los ciudadanos que creen en la justicia y la igualdad. La mejor solución parece ser que los ciudadanos elijamos buenos gobernantes que aprueben leyes justas y concedan indultos de forma equitativa. Claro que para llegar a esa conclusión no hacía falta un artículo de Compostimes.