Tommi Mäkinen y la llamada más improbable del mundo

Tommi Mäkinen | Vía yle.fi

Tommi Mäkinen en una imagen de la televisión finlandesa | Vía yle.fi

“Odio más perder de lo que me gusta ganar”. No es una sentencia nueva, muchos deportistas la han repetido a lo largo de la historia. Si algo caracteriza al gen ganador es el recibir cada derrota con dolorosa decepción. Algunas son instructivas, otras sirven como toque de atención y las hay que son capaces de hundir una carrera. A éste último grupo pertenecen las derrotas más inesperadas, las que se producen con todo a favor para obtener una fácil victoria. Son varios los  triunfos negados en el último momento que permanecen en el recuerdo por la fatalidad que acompaña a sus protagonistas. Las imágenes del abatimiento más desgarrador por parte del vencido contrastan con la incrédula felicidad del campeón por accidente. Es en uno de estos improbables vencedores en quién se centra esta historia.

El Campeonato del Mundo de Rally de 1998 se mantiene en la memoria colectiva de los aficionados como el más apasionante e impredecible. Aquel año el finlandés Tommi Mäkinen partía como favorito a la victoria final tras proclamarse campeón del mundo en 1996 y 1997 con Mitsubishi. Los principales aspirantes a derrocar al por entonces actual doble campeón eran el escocés Colin McRae y el español Carlos Sainz.

En 1998 Tommi Mäkinen partía como favorito a la victoria en el Campeonato del mundo de Rally tras proclamarse campeón en 1996 y 1997

Mäkinen se había destacado como un trabajador concienzudo y un piloto dispuesto a alcanzar el límite en cada carrera. El carácter de Tommi solo se entiende desde sus orígenes humildes: criado en una granja familiar, se dice de él que empezó a conducir tractores antes de pisar una escuela. Sus responsabilidades agrícolas no le permitieron dedicarse de pleno a la automoción hasta los veintiún años. Con veintitrés participó en su primera prueba del Campeonato del Mundo, el Rally de los Mil Lagos en su Finlandia natal, donde el automovilismo es una religión. Fue precisamente en el mítico trazado finlandés donde cosechó sus primeras victorias antes de proclamarse campeón del mundo por primera vez. Tardaría solo un año en repetir campeonato, pero con su pilotaje extremo se ganó la fama de competidor irregular: o conseguía la victoria o se retiraba. Para la temporada de 1998 esta reputación cobraría más sentido que nunca.

La competición empezó de cara para Carlos Sainz, que tras la disputa de las cuatro primeras carreras lideraba el campeonato mientras Mäkinen naufragaba al abandonar en tres rallies (solo terminó en Suecia y, por supuesto, obtuvo la victoria). Ante  el mal rendimiento del finlandés, Colin McRae se presentaba como principal amenaza para el español de Toyota. El talento del británico se impuso en Portugal, Francia y Grecia situándolo líder a falta de cuatro pruebas. Mäkinen está lejos de la cabeza y solo ha logrado terminar en cuatro de las ocho carreras disputadas (dos victorias y dos terceros puestos) cuando se acerca el Rally de los Mil Lagos. En Finlandia, en casa, se jugará sus opciones de mantenerse en la pelea por el título mundial.

Mäkinen en el Rally de Suecia de 1998 | Vía wrc.com

Mäkinen en el Rally de Suecia de 1998 | Vía wrc.com

Tommi no falló en su prueba talismán. En el Rally de los Mil Lagos gana el que más arriesga y  nadie roza el límite como Mäkinen. Es el quinto año consecutivo que triunfa en Finlandia y la alegría es completa tras el abandono de McRae. Carlos Sainz se situaba líder a falta de tres pruebas pero nadie podría parar la reacción del finlandés. Dos victorias más en Italia y Australia completaban una remontada que dejó a Mäkinen en lo más alto de la clasificación a falta de una carrera. Todo se decidiría en el Rally de Gran Bretaña.

El mítico RAC (Royal Automobile Club) organizaría una prueba a la que Mäkinen llegaba con una mínima ventaja de dos puntos sobre Carlos Sainz. La lucha por el campeonato estaba más abierta que nunca y ambos pilotos dependían de sí mismos para alzarse con el título. Todo estaba preparado para un enfrentamiento directo. Enfrentamiento que nunca llegó a producirse.

La lucha por el campeonato estaba más abierta que nunca y ambos pilotos dependían de sí mismos para alzarse con el título

Tan solo habían transcurrido seis tramos del primer día de competición cuando el Mitsubishi de Mäkinen resbaló con una mancha de aceite derramada por uno de los coches del Rally de Vehículos Históricos (que se disputaba en paralelo a la prueba del campeonato del mundo). El coche de Tommi recibió un fuerte impacto en la parte trasera que le hizo perder una rueda. La tozudez del finlandés le llevó a completar el tramo sobre tres ruedas en una imagen para el recuerdo. No serviría de nada. Tommi Mäkinen tuvo que abandonar el Rally de Gran Bretaña dejando el título mundial en bandeja a su máximo rival, que sería campeón si terminaba entre los cuatro primeros clasificados.

El Mitsubishi de Mäkinen sobre tres ruedas | Vía khrallyteam.com

El Mitsubishi de Mäkinen sobre tres ruedas | Vía khrallyteam.com

La prensa mundial se hizo eco de la más que probable victoria del español y un decepcionado Mäkinen emprendió viaje hacia Londres, donde cogería un avión durante el último día del rally. En ese último día, el finlandés atendía a la prensa de su país con la maleta ya hecha, minutos antes de recorrer el camino que separaba el hotel del aeropuerto. Los reporteros le preguntan por la victoria de Sainz y Mäkinen admite con resignación que el campeonato se le escapó el primer día, que desde su abandono todo estaba decidido. Antes de escuchar una nueva pregunta, la entrevista se detiene por una llamada telefónica.

El vigente campeón contesta con indiferencia pero tras escuchar durante unos segundos su semblante cambia. La cámara no ha dejado de grabar cuando Mäkinen esboza una primera sonrisa de incredulidad. Repite en alto la información que le llega desde su móvil: el coche de Carlos Sainz se ha detenido a quinientos metros de la meta y no va a poder completar el último tramo. Todo parece una gran broma y Mäkinen no puede evitar reírse, luchando por creerse lo que está escuchando. Carlos Sainz y su copiloto Luis Moyá lloran en la más cruel de las comparaciones. “Supongo que aún no nos vamos” dice Mäkinen sin soltar el móvil. Entre él y Sainz solo hay un instante, una llamada.