La patria es el hombre (10 canciones protesta)
Esto cantaba el músico venezolano Alí Primera a mediados de 1970, diez años antes de que un sospechoso accidente de tráfico acabase con su vida, sesgando así de raíz una de las grandes voces de la canción protesta de todo el continente suramericano. Un verso y tema que, aunque no alcanzó la fama de otros compañeros de generación (Víctor Jara o Silvio Rodríguez), supo condensar como pocos el ideario de un movimiento imprescindible, la Nueva Canción, que se extendió rápidamente por todo el mundo hispanohablante bebiendo del folclore de cada país y los trovadores americanos como Pete Seeger o Bob Dylan.
Eran canciones necesarias, como afirmaría Vicente Feliú, que reflejaban la convulsión de aquellos años y el anhelo de una justicia olvidada, sólo accesible para las clases pudientes. A finales de los setenta su presencia fue decayendo, bien por los cambios estéticos que trajo la embotada y estroboscópica década de los 80, el sigilo con el que la decadencia capitalista se apoderaba de cada rincón aún puro o la humareda de un estado de derecho capcioso y ventajista. Sin embargo, pequeños latigazos esporádicos y movimientos como el punk, de un cariz más banal aunque igual de loable, permitieron una discreta latencia que ha vuelto a estallar en esta década.
Son tiempos difíciles para el mundo en general y occidente en particular; las crisis económicas y las dictaduras de algunos países han hundido a la clase media en la pobreza y a la pobreza bajo la tierra más yerma. Pero también son tiempos en los que el ingenio se aviva y el dedo en la llaga lo pone el arte y eso, aunque inútil desde un punto de vista pragmático, es un tesoro para el alma.

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He procurado reunir en esta lista un conjunto heterogéneo pero caminante de una senda común. Notará el lector la ausencia de importantísimos nombres como Luis Eduardo Aute, Mercedes Sosa, Ismael Serrano, León Gieco, Daniel Viglietti… Por otro lado, me he ceñido exclusivamente a canciones escritas en castellano; no por inclinación ideológica, sino por lo inabarcable de la empresa en un formato tan reducido. Que el lector juzgue y pueda descubrir nuevas voces, desperezar viejas ideas y tomar las calles, ¡que la primavera avanza!
1. Atahualpa Yupanqui – Preguntitas sobre Dios (1951): De nacimiento Héctor Roberto Chavero Aramburu, su nombre artístico, tomado del quechua, es esclarecedor: el que viene de tierras lejanas para decir algo. Trovador incansable de poderosa influencia no sólo en Suramérica, sino también en España. Cantó como pocos contra la opresión, siempre del lado de los más desfavorecidos. Supo, además, darle un valor universal a las lenguas indígenas de su región, así como a las vertientes populares de la música argentina.
2. Paco Ibáñez – Lo que puede el dinero (1969): Aunque ahora pueda resultar un personaje hosco y completamente ajeno a la realidad de nuestros días, encerrado con los viejos fantasmas de la guerra civil y la demagogia barata, su trabajo como embajador de la poesía y la dignidad del hombre fue sin duda intachable. En una época difícil, el cantautor valenciano supo poner voz contra muchas de las tropelías que la rodeaban. Aquí toma conciencia del poder sangrante del capital y su triste capacidad de dominación, usando para ello los versos de una composición del Arcipreste de Hita. La vigencia temática de un poema escrito hace 700 años nos hace pensar que en realidad, el hombre, no ha avanzado absolutamente nada.
3. Pablo Guerrero – A cántaros (1972): El franquismo agonizaba y, lejos de esconderse, Pablo Guerrero grabó todo un himno generacional que, si bien no ha sobrevivido con la solidez de otras piezas de su quinta (Al alba de Luis Eduardo Aute, por ejemplo) dio un soplo de aire fresco a los jóvenes que ansiaban el final de la dictadura. Preciosistas guitarras junto a la voz rocosa del cantante extremeño que traza una enérgica letra culminada con la lluvia como símbolo de máxima libertad, límpida y purificadora.
4. Pablo Milanés – Burgueses (1975): Mucho más autocrítico que su compañero de fatigas Silvio Rodríguez, Pablo Milanés encarna la imagen de un hombre de izquierdas coherente y sensato. Crítico con todo aquello que se aleja de la justicia aunque le manche. Músico virtuoso de irregular trayectoria, firmó a mediados de los setenta un disco casi perfecto con poemas de Nicolás Guillén acompañados solamente de su guitarra. Burgueses, perteneciente a este álbum, es una ácida sátira de las clases acomodadas sostenida por una crescendo melódico adictivo y poderoso.

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5. Pedro Faura – Manifiesto (1976): Antes de enrolarse con los míticos Suburbano, Bernardo Fuster, bajo el seudónimo de Pedro Faura, grabó un LP de temática contestataria donde no dejaba títere con cabeza. El trabajo se componía de textos propios así como poemas de escritores célebres y no tan célebres como Miguel Hernández o Alfonso Sastre. Manifiesto debería ser la canción del 15-M. Un sutil trémolo recoge la idea de un levantamiento, pero no el de una algarabía desbocada en busca de violencia gratuita, sino la de una masa verdaderamente solidaria, verdaderamente crítica y verdaderamente humana.
6. Chicho Sánchez Ferlosio – Gallo rojo, gallo negro (1978): Hermano del escritor Rafael Sánchez Ferlosio e hijo de un militante falangista, este cantautor madrileño vivió siempre al margen de la industria, grabando tan sólo un disco oficial en 1978. Compañero de correrías de los Krahe y Sabina más primerizos, Chicho creó un puñado de canciones de carácter popular que calaron en el imaginario colectivo de forma tal que muchos desconocían al autor de las tonadas, creyendo que eran antiguas coplas o romances populares de autoría anónima. Gran mérito el de este compositor minoritario que con sus canciones dio cuenta de la triste lucha de clases que había en la España de la época.
7. Joaquín Sabina – Palabras como cuerpos (1978): Mucho antes de que Joaquín Sabina se acabara convirtiendo en un personaje contradictorio, burgués y artísticamente caricaturesco; incluso antes de que se transformara en una estrella del rock en español o firmara los mágicos años de la Mandrágora; el compositor andaluz debutó con un disco infravalorado, de poca difusión e injustamente lastrado por una producción grotesca. En él puso música a poemas y textos que en su mayoría había engendrado durante su etapa de autoexilio en Londres; canciones que ya perfilaban al Sabina por venir, muy bien condimentadas por entrañables temas de denuncia social cuya excelencia lírica, de gran calado poético y profundidad temática, solo volvería a encontrar a mediados de los noventa con el magnífico álbum Yo, mí, me contigo.
8. Pedro Guerra – Contra el poder (1998): El “revival” de la música de autor que experimentó España durante los años 90 fue capitaneado por el talento innegable del músico Pedro Guerra, que supo mezclar como nadie las tradiciones de la Nueva Canción con los ritmos de su tierra: Canarias. Contra el poder, de su disco Raíz, es una diatriba feroz contra las altas esferas a través de ritmos pegadizos e hipnóticos; ejemplo de que las canciones pop, al contrario de lo que muchos creen, pueden albergar profundidad de pensamiento.

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9. Nacho Vegas – Cómo hacer crac (2011): Cuando se trata de hablar de política, o hacer denuncia social, el músico asturiano se muestra dubitativo e irregular, perdiendo su genuina poética y su atmósfera misteriosa; sin embargo cuando está en forma es capaz de completar temazos como este Cómo hacer crac. Aquí ejerce de cronista de los convulsos momentos que vive España en la actualidad sin renunciar jamás a su característico sonido decadente y apocalíptico. La letra redonda y precisa pone la guinda al pastel de una de las canciones más necesarias de los últimos años en este país.
10. León Benavente – Todos contra todos (2013): Cuando Abraham Boba comenzó a ponerle letras a las melodías y bases rítmicas que había creado junto a Luis Rodríguez, nadie esperaba que de ahí surgiera uno de los grandes discos del pasado año. Difícil es quedarse con alguna de las canciones, tanto de su primer álbum como de su EP, pues todas forman un sólido conjunto de punzadas sociales de gran actualidad, aunque con una sutileza y tratamiento universal que consigue que los temas funcionen en cualquier zona de conflicto. Todos contra todos retrata una sociedad enferma, abocada al enfrentamiento de la gente de a pie con las esferas de poder, corruptas y falsarias.