Oviedo siempre será Nueva York
Es jueves noche en Vetusta y un grupo de jóvenes charla animadamente a la entrada de un pub irlandés. Salen de un concierto y dudan entre continuar la velada o batirse en retirada, pues aún tienen que preparar algunas cosas para el día siguiente. Hasta ahí nada fuera de lo común. De repente, aparece un hombre de unos veinte años, que dice ser argentino, y propone un plan alternativo: salir y después trabajar. China secunda la moción y a continuación se unen Venezuela, Brasil, Reino Unido y Alemania. Saben que esa tercera vía les traerá problemas de sueño, pero están dispuestos a sacrificarse: no se participa en un OVImun todos los días.
El pub que los ve perrear da nombre a la improvisada cumbre: el G-Tuenti
Con el transcurrir del camino hacia la zona de fiesta, el mosaico multirracial empieza a tomar cuerpo de acuerdo y se hace cada vez más grande, a medida que se van uniendo nuevas delegaciones. Finalmente, los representantes sellan su pacto con un brindis de cubatas. El pub que los ve perrear da nombre a la improvisada cumbre: el G-Tuenti. A no mucha distancia, otro grupo -el G-5- redacta una resolución en el recibidor del Hotel Astures, residencia oficial de los diplomáticos durante los tres días que dura el evento. Esperan un paseo militar en las votaciones, atadas desde aquella tarde con una jugada maestra. Al día siguiente, su ingenuidad se tornará sorpresa, gracias al contragolpe perpetrado por China, Reino Unido, Argentina y Venezuela. Nocturnidad y alevosía para transformar un delirio etílico en la mejor de las jugadas diplomáticas.
Este cuadro inverosímil es muy real, aunque se basa en una mentira. Fue pintado en Oviedo entre el 18 y el 21 de marzo y tuvo como marco el OVImun, una representación de las Naciones Unidas que alcanza ya su tercera edición. La lógica de este tipo de simulaciones es muy simple: reproducir a pequeña escala la labor que realizan los diplomáticos de la ONU. Para ello, los participantes se distribuyen en tres consejos -Económico y Social, Seguridad y Derechos Humanos- y una Asamblea General, tal y como se estila en Nueva York o Ginebra. En cada uno de ellos se debate un tema distinto, sobre el que los delegados han de adoptar una postura similar a la que sostienen en el mundo real los países que representan. A diferencia de otras actividades semejantes, como el debate de competición, no hay ganadores ni perdedores, pero todos luchan por el mismo objetivo: lograr que se apruebe una resolución lo más próxima posible a sus intereses.
Este horizonte marca un paso, un ritmo decelerado que acaba imbuyendo en los participantes la realidad paralela del mejor de los juegos de rol. “La sensación de conseguir algo, aunque sea la cosa más nimia del mundo, te atraviesa el cuerpo de parte a parte como un escalofrío”, relata Lucas Álvarez, delegado de Holanda, para describir la intensidad de las negociaciones “de pasillo”. Más allá de lo que se puede ver en las sesiones, la trastienda destapa una guerra de guerrillas llena obstáculos, amigos y enemigos, pactos de salón o discoteca, traiciones y servilismos.
La ficción es casi siempre mejor que la realidad, aunque en este caso pocos sabían cuál era cuál
Pese a todo, los más altos ideales guían la acción diplomática, que no política, de las delegaciones. Reflejo de ello son las resoluciones aprobadas en la edición de 2014, mucho más útiles para resolver los problemas actuales que la mayoría de las medidas llevadas a cabo hasta el momento por la comunidad internacional. Tras tres intensas sesiones, los diferentes consejos lograron alcanzar sendos acuerdos sobre la lucha contra los paraísos fiscales, la pacificación de la República Centroafricana y la regulación de los drones, mientras que la Asamblea General dio la espalda al proyecto de EEUU, Rusia y China para explotar económicamente el Ártico. La ficción casi siempre es mejor que la realidad, aunque en este caso pocos sabían cuál era cuál.
“Al llegar a casa y darme cuanta de que no era un diplomático de las Naciones Unidas entré en la depresión post-OVImun”, recuerda Moisés Martínez, representante de Arabia Saudí y mejor orador de la simulación. Pero lo que parece una enfermedad no es más que una forma metafórica para describir el grado de compromiso de los más de setenta estudiantes universitarios que participaron en el evento. Además de la de los delegados, la presencia de los lobistas y el equipo de prensa ayudó a imprimir veracidad a una representación ya de por sí muy realista, posible de coordinar gracias al papel de los chairs, que “hicieron sencillo un modelo muy intrincado”, tal y como apunta Moisés.
Este rol, similar al desempeñado por Jesús Posada o Pilar Rojo, no es más que la punta del iceberg del excepcional trabajo que hace posible que todo salga bien en una simulación de estas características, estimado en unas mil horas por fuentes de la organización. A diferencia de lo que ocurre en Santiago de Compostela, la colaboración de las instituciones asturianas con OVImun -la asociación estudiantil promotora- constituye una de las claves del éxito. “Oviedo tiene la infraestructura y el compromiso”, proclama Guillermo Nicieza, presidente del Consejo de Seguridad, en referencia a la implicación de los estudiantes y la financiación aportada por el Ayuntamiento de Oviedo y el Colegio de Abogados de la capital asturiana. Asimismo, la contribución del Principado de Asturias y la UniOvi hace posible desarrollar las sesiones en el hemiciclo del parlamento autonómico y el edificio histórico de la institución académica. Todo un lujo al alcance de muy pocos.
Si en algo resultaron promiscuos los integrantes del Club de Debate Compostela fue en las relaciones entre bambalinas
Entre los afortunados que pudieron disfrutar de la tercera edición de este evento estuvo una pequeña representación de nuestra universidad, formada por ocho miembros del Club de Debate Compostela (CDC). Al igual que en los torneos de debate académico, su paso por OVImun no dejó indiferente a nadie: seis de los trece premios concedidos lo atestiguan. Para Fidel Domigo, presidente del Consejo de Derechos Humanos, los integrantes de CDC “fueron muy importantes en los debates, al subir el nivel de oratoria con respecto a otros años”, pese a no tener “una preparación jurídica suficiente”.
Sin embargo, el mayor protagonismo de los compostelanos no estuvo dentro, sino fuera. “Fueron de los delegados más activos y participativos en el pack social”, recuerda Fidel, en alusión a las múltiples actividades lúdicas que se desarrollaron en paralelo a la sesiones. Pero si en algo resultaron promiscuos los integrantes del Club de Debate Compostela fue en las relaciones entre bambalinas. “El pasilleo me proporcionó crear grandes alianzas y enemistades políticas, pero me permitió algo mucho más importante que todo lo demás: conocer a personas muy interesantes”, afirma Berta Docampo, más conocida como la “reina de los pasillos”. Toda una muestra de hasta qué punto se entrelazan lo profesional y lo social en este tipo de representaciones.
“Cuando te vas solo recuerdas países y no nombres”, concluye Moisés. Es la gran paradoja de una simulación más real que la propia realidad. Quienes participaron en OVImun 2014 nunca sabrán si los delegados de la ONU se lo pasan tan bien en su trabajo como ellos, si cacicallan tanto o si sellan pactos entre perreo y perreo. Lo cierto es que jamás sabrán quiénes son los de verdad y quiénes los de mentira. Para ellos Oviedo siempre será Nueva York, aunque solo durase tres días.