March Sadness, la otra cara de la NCAA
Un hombre no está acabado cuando es derrotado. Está acabado cuando abandona
Richard Nixon (él sí que abandonó)
Hace ya dos días que se jugó la final de la NCAA, de la que unos inesperados (e inspirados) Huskies salieron victoriosos. Dentro de una semana seguiremos viendo en todos los medios especializados alabanzas a los vencedores, elogios a Kevin Ollie (primer entrenador en conseguir un título en su segundo año como head coach desde Steve Fisher con Michigan en 1989), gente exigiendo mayor atención en el Draft para Shabazz Napier… Todo girará en torno a UConn. Los grandes olvidados serán, como de costumbre, los que se han quedado de camino. Y es que, de los 64 equipos que tomaron parte en el March Madness, 63 han tenido que lidiar con la derrota.
La historia la escriben los vencedores, pero los que han sucumbido ante ellos tambén merecen que alguien narre sus aventuras y desventuras
Es bien sabido por todos que la historia la escriben los vencedores, pero los que han sucumbido ante ellos también merecen que alguien narre sus aventuras y desventuras. Podría teorizar sobre la derrota o intentar describir cómo la ha afrontado cada uno de los equipos que han pasado por ella. Sin embargo, también es cierto que una imagen vale más que mil palabras.
A lo largo de una serie de fotografías tomadas en los que, probablemente, sean los momentos más duros de la carrera de muchos deportistas, espero poder transmitiros toda la crudeza de la derrota, fría, descarnada y sin adulterar. Aunque estas imágenes ilustran a la perfección la decepción posterior a fracasar en la consecución de un objetivo, también es cierto que no permiten saber cómo se ha llegado a ese momento. Con esa información será posible comprender todos los sentimientos que se entrecruzan y acaban desembocando en el mar de la rabia, la frustración y la aflicción. En definitiva, en el mar de la derrota.
En siete pasos (más dos de regalo) viajaremos a través de los momentos más duros de cada ronda, desde los First Four hasta la final de la NCAA. Comienza nuestra travesía por el March Sadness, la tristeza de marzo (y parte de abril).
1. First Four
Empezamos desde abajo, con el aperitivo antes de que dé comienzo el March Madness, los First Four. Allí vimos cómo estos sentimientos no entienden de edades ni de cargos: Sam Prescott (escolta de cuarto año de los Mountaineers de Mount St. Mary) y Jamion Christian (head coach) abandonan la cancha con la mirada perdida, después de haber caído en la antesala de la Segunda Ronda frente a Albany por 64-71.

Sam Prescott (izquierda) y Jamion Christian abandonan juntos la cancha. | © Gregory Shamus, Getty Images
2. Second Round
El nivel de la competición aumenta, y con él se amplifican las emociones de vencedores y vencidos. Ya se comieza a ver cómo la derrota pasa a estado líquido, haciendo que sudor y lágrimas confluyan en rostros desencajados por el fracaso, como el de Alfonzo Houston, escolta de North Carolina Central Eagles. Iowa State fue su verdugo con un aplastante 73-95 que dejó entre todo el equipo una sensación de impotencia que Houston personifica a la perfección.
Mientras unos dejan caer las lágrimas sin pudor, otros intentan camuflarlas (sin demasiado éxito) entre la tela de sus toallas. Tal es el caso de RaShawn Stores, cuyos ojos acababan de contemplar el poderío de Louisville Cardinals, los (todavía) vigentes campeones de la NCAA.

RaShawn Stores intenta ocultar su pesar tras haber caído ante Louisville Cardinals. | © Kevin C. Cox, Getty Images
Quizás lo peor de haber perdido es ver cómo disfrutan los que han vencido. Si no que se lo digan a Quinn Cook, el sexto hombre de los Blue Devils de Duke. Si al haber caído ante un equipo teóricamente inferior (Mercer Bears) se le suma que el gran partido que jugó (23 puntos, 4 asistencias) no sirvió de nada, el cóctel resultante es la decepción elevada al cubo. Mezclemos esto con toda la parafernalia que rodeó la celebración de los Bears y conseguiremos una cara de indiferencia como pocas veces se ha visto en el mundo del baloncesto.

Quinn Cook, un rostro gris entre los colores de la victoria de Mercer Bears. | © Gerry Broome, AP Photo.
En contra de lo que pueda parecer hasta ahora, la tristeza no conoce de fronteras y se manifiesta más allá de los límites de la cancha. A Phill Martelli, entrenador de los Hawks de Saint Joseph, le faltaron las palabras en la rueda de prensa posterior al partido. Ya bastante había tenido el pobre hombre con enfrentarse a los que acabarían proclamándose campeones, Connecticut Huskies. Por cierto, Shabazz Napier ya empezó a calentar motores, para la desgracia de los Hawks de Martelli: acabó el partido con 24 puntos, 8 rebotes, 6 asistencias y 3 robos. Casi nada.
3. Third Round
A diferencia de todos los jugadores que vimos antes, nosotros seguimos pasando de ronda. Ahora nos encontramos con las primeras sorpresas del campeonato. La mayor de ellas es, sin duda, la eliminación de Wichita State, un equipo que venía de ganar 34 partidos en temporada regular. Vamos, todos, el 100%, la perfección.
Los logros de un año perfecto se desvanecen en cuestión de milésimas de segundo, tan solo por un tiro
Esto nos lleva al problema (o el atractivo, según quién lo vea) de las competiciones que se acaban decidiendo en eliminatorias: una mala noche puede echar por tierra el esfuerzo de toda una temporada. En este caso, ni siquiera eso, ya que lo que dejó fuera fue una noche buena de Kentucky y un triple fallado en el último segundo de Fred VanVleet que podría haber dado la vuelta al 76-78 que se acabó llevando a casa su equipo. En vez de la tristeza que habíamos visto hasta ahora, VanVleet y Tekele Cotton reflejan algo bien distinto: incredulidad. Los logros de un año perfecto se desvanecen en cuestión de milésimas de segundo, tan solo por un tiro.

Fred VanVleet tras haber fallado el triple que podía haber significado la victoria para Wichita. | © Chris Lee, St. Louis Post-Dispatch.
De derrotas que sorprenden pasamos a otras que se veían venir, pero que se resistieron más de lo esperado. Es el caso de Harvard Crimson, que se las tenían que ver con los aguerridos Spartans de Michigan State. A falta de 30 segundos la diferencia era de sólo cinco puntos, que acabarían por convertirse en siete al término del encuentro. La expresión de Wesley Saunders (el base de tercer año del equipo) es la de un hombre que ha albergado una esperanza que parecía lejana para después darse de bruces con la dura realidad.
Más igualada parecía la eliminatoria que enfrentaría a los Cyclones de Iowa State con los Tar Heels de North Carolina. Después de 40 minutos de lucha, una canasta a falta de dos segundos decidió el choque en favor de Iowa State. Un pensativo Kennedy Meeks se hundía en el vestuario después de haber sido el que más remó (15 puntos, 13 rebotes) para que, finalmente, el barco de su equipo acabase por naufragar.
Finalizamos esta fase con otros dos intentos de esconder la pena detrás de toallas. Puede que éstas sequen las lágrimas, pero poco solucionarán. Como cantaba Lennon, es fácil vivir con los ojos cerrados, lo difícil es mirar a la derrota a los ojos. También es cierto que a veces es difícil afrontar la realidad cuando la desventaja del equipo asciende a 30 puntos, como en el caso de los Bluejays de Creighton, vapuleados por Baylor.

Alex Olsen y Ethan Wragge ocultan su frustración tras la tela de sus toallas. | © David J. Phillip, AP Photo.
4. Sweet 16
A partir de ahora las eliminatorias empiezan a tener nombre propio, aunque en este caso no parece que sea el más acertado. Poco de dulce tuvo el paso de nuestros siguientes fotografiados por los octavos de final, empezando por los Cardinals de Louisville. El equipo dirigido por Rick Pitino cayó ante Kentucky, que a base de eliminar a equipos cada vez más contrastados pasaba a convertirse en realidad, después de haber sido una promesa incumplida a o largo de toda la temporada.
Tuvieron la victoria al alcance de sus manos, pero ésta se esfumó en el último instante
El margen fue pequeño, incrementando la frustración de unos Cardinals que pretendían revalidar su campeonato del año anterior. El gesto del propio Pitino muestra a la perfección lo que también pasaría por la cabeza de sus jugadores: tuvieron la victoria al alcance de sus manos, pero ésta se esfumó en el último instante. Realmente, hay más de ira contenida que de pena en el head coach de Louisville.

Rick Pitino, frustrado tras haber sido apeado de la competición por los Wildcats. | © Michael Conroy, AP Photo.
Si hablamos de márgenes escasos y partidos igualados, el de Tennessee es mucho mejor ejemplo, ya que fue Nik Stauskas quien apeó a los Volunteers a falta de tres segundos. El escolta Jordan McRae (24 puntos, 6 rebotes, 4 tapones) acabó por los suelos, igual que la moral de su equipo.
5. Elite 8
Ninguno de los contendientes ha llegado a estas alturas del campeonato por casualidad, por lo que cada vez los encuentros son más encarnizados. Quizás el más descompensando era el que enfrentaba a Florida con Dayton. El teórico favorito contra el equipo peor clasificado de todos cuantos habían alcanzado los cuartos de final. La derrota fue clara, por dobles dígitos, como venían haciendo los Gators durante todo el NCAA Tournament.
El jugador de cuarto año de Dayton no pudo huír de la cámara de Streeter Lecka
Buscando un rincón tranquilo, Vee Sanford se refugió en los baños del FedEx Forum. Éste no cumplió su cometido, ya que el jugador de cuarto año de Dayton no pudo huír de la cámara de Streeter Lecka.

No hay descanso para los perdedores. Si no que se lo digan a Vee Sanford. | © Streeter Lecka, Getty Images.
Al día siguiente, Michigan sería el equipo encargado de poner cara a la derrota. Si encima te ves obligado a contemplar con impotencia cómo un triple en el último segundo te apea de la competición, la reacción de Mitch McGary. El pívot dio buen uso a su móvil para alejarse de una realidad con poco de agradable. Agradecimientos de nuevo para los Wildcats de Kentucky, expertos en dejarnos estampas para el recuerdo entre sus desafortunados rivales.
6. Final Four
La competición se acerca a su conclusión, es hora de ponerse serios. Cuando se ha llegado hasta este punto las emociones ya no se pueden controlar, sean tanto positivas como negativas. Aquí nos centramos en estas últimas, que se cebaron con un destrozado Josh Gasser. El alero de los Badgers fue el que más minutos disputó de su equipo (40), aunque otra vez un triple en el último segundo de Aaron Harrison para los Wildcats borraba de un plumazo toda la ilusión de lo que hasta aquel momento parecía una victoria. Las palabras sobran para describir el rostro desencajado del jugador, cuyos ojos enrojecidos son el espejo de un alma que necesitará de rehabilitación para recomponerse.
En el otro lado nos encontramos un enfrentamiento entre Florida y Connecticut que parecía estar claramente decantado del lado de los Gators. Shabazz Napier, DeAndre Daniels y una férrea defensa se encargaron de cambiar las tornas. De creer en la posibilidad de ganarlo todo, Florida pasó a la más absoluta de las nadas. La reacción fue la esperada: un vestuario absolutamente descompuesto. A pesar de la veteranía de gran parte de sus jugadores, asumir la derrota todavía es una asignatura pendiente. Uno de los jóvenes de la plantilla, Michael Frazier II, tampoco lo llevó demasiado bien. Mejor mirar hacia ninguna parte cuando lo que hay detrás sólo transmite pesar y no se sabe cómo salir adelante.
7. Final
Anteriormente fuimos testigos del reguero de víctimas que dejó Kentucky a lo largo de su travesía por las diferentes eliminatorias que superaron. Llegaron a la final, pero la caída es más dura para quien más alto vuela. Los Huskies de Connecticut devolvieron a la realidad a los pupilos de John Calipari, cuya juventud amplificó más si cabe la rabia ante la derrota. Julius Randle, Patrick Young, los gemelos Harrison y compañía sufrieron la primera derrota de sus carreras, que a pesar de ello parecen bien encaminadas.
8. No saber ganar es perder
Por último (y también menos importante), también es necesario hablar de imágenes que producen unas sensaciones peores que las de la derrota: las de no saber llevar la victoria. Las aficiones de Connecticut (tras la final) y Kentucky (después de vencer a Wisconsin) dieron una clase magistral de lo que no hay que hacer tras una alegría deportiva. Disturbios y destrozos, fuego y sinsentido.
9. La derrota
Decía Borges que habría que inventar un juego en el que no existiese ni victoria ni derrota. Como esa utopía del autor argentino parece lejos de cumplirse, habrá perdedores en el mundo del deporte durante un tiempo más. Es por esto que hay que afrontar la derrota con la mejor actitud posible, con la deportividad que los aficionados de Connecticut o Kentucky (no sólo ellos, muchos más) no demostraron y, ante todo, con afán de superación. De cada fracaso se aprende, y a base de estos se forja el camino hacia la grandeza. La autocompasión no sirve de nada: el hombre que teme a la derrota ya ha sido derrotado.
Foto de portada: Gerry Broome | AP Photo.