Diamantes negros: comercio en el fútbol
Campos de tierra, basura alrededor, moscas en el ambiente, zapatillas gastadas y camisetas de grandes equipos de fútbol. Es lo que vivía cada día de mi vida. Cuando iba a clase, estaba deseando salir para poder jugar al fútbol. El pueblo se reunía viendo partidos en una pequeña televisión. Otros trabajaban en el mercado, con la camiseta de Eto´o a la espalda y con mis mismos sueños e ilusiones. Todo lo que había en mi cabeza era un único deporte. Por la noche, bajaba a entrenar. La portería y yo. Mi mente, en cambio, se imaginaba un estadio lleno de gente coreando mi nombre cuando marcaba un gol. Cada camiseta nueva era el mejor regalo del mundo. Mis amigos jugaban al fútbol, la gente venía a apoyarnos e intentábamos hacer lo mismo que los jugadores a los que admirábamos.
Todo era rutinario hasta que un día llego él. Era ojeador y se encargaba de buscar talentos para conseguirles pruebas en Europa. Se fijó en mí y en Moussa. Nos llevó a su hotel y nos explicó todo lo que podíamos conseguir: “si no estuviera seguro de que podéis triunfar en Europa, no estaría aquí perdiendo mi tiempo”. Teníamos que tomar una decisión cuanto antes porque había que organizar los permisos. Nuestras familias se alegraron mucho por nosotros. “Dentro de poco habrá peleas por hacerse fotos con su hijo”, les decía el ojeador. No íbamos a tener que encargarnos de nada. Nos buscarían alojamiento y nos ayudarían económicamente hasta que consiguiésemos nuestro primer sueldo. Pero esto tenía un precio. Había que adelantar 2500€. Todo salió bien y al poco tiempo estábamos en el aeropuerto con el ojeador y un traductor. Firmamos un contrato que estaba en castellano. No podíamos decir que íbamos a jugar al fútbol sino que marchábamos a estudiar: éramos menores de edad y estaba prohibido entrar en Europa para jugar. Además, si decíamos la verdad, nuestra familia podía perder la inversión. Nos llevaron a una vivienda en Madrid para que empezásemos a hacer las primeras demostraciones de nuestras capacidades. Viajábamos por la ciudad con el brillo instalado en los ojos, soñando con una oportunidad para entrar en el Real Madrid o en el Barcelona. No tuvimos mucha suerte hasta que un agente contactó conmigo para ir a Portugal, a un equipo de Primera División. Moussa, en cambio, se tenía que quedar. Me dijeron que sería el nuevo Drogba.

Amadou confía en un agente cargado de garantías | noktonmagazine.com
Esta es la historia de Amadou y Moussa. Ellos son los dos protagonistas de Diamantes negros. Una historia llena de obstáculos para conseguir el sueño de convertirse en futbolistas famosos y poder ayudar a su familia. Miguel Alcantud, director de la película, denuncia a través de un viaje de Mali a España el comercio de niños en el fútbol. Tomando como ejemplo las vivencias de Alassane Diakite, uno de esos niños a los que hicieron falsas promesas, nos traslada a la realidad de muchos jóvenes africanos que deambulan en busca de fortuna. Los clubes de élite son demasiado atrayentes, por lo que es fácil engañar a los menores. Cuando llegan a su destino, la realidad es muy distinta. “Ya, seguro que eres muy bueno, todos sois muy buenos”, es la frase que están cansados de escuchar aquellos engañados para el beneficio individual de unos pocos, como en la película.
Los cazatalentos están dispuestos a infringir la ley para conseguir lo que quieren
Los cazatalentos están dispuestos a infringir la ley para conseguir lo que quieren. La FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación) establece la regulación para las transferencias de menores en el Reglamento sobre el estatuto y transferencia de jugadores. El artículo diecinueve sólo permite el traspaso de jugadores internacionales cuando son mayores de edad. Hay tres excepciones a esta regla: que los padres cambien de domicilio al país del club en cuestión por razones ajenas al fútbol; que la distancia máxima entre el hogar del jugador y el club sea de cien kilómetros, siempre que siga viviendo en su casa, o que el movimiento sea dentro de Europa con la seguridad de que el club cubrirá todas las necesidades. Esto no siempre es posible por lo que los documentos falsificados están a la orden del día. En el filme, se puede ver cómo los jugadores en situación irregular reciben pasaportes ajenos según su parecido con la persona de la fotografía. La altura o la forma física acompaña a chicos de quince y dieciséis años para que nadie sospeche (o no quiera sospechar).
Todo esto no forma parte sólo de la ficción. En verano del año 2013, un reportero iraquí denunció la situación de dos jugadores de la selección sub-20 de su país. El portero Mohammed Hameed y el delantero Mohanad Abdulraheem superaban la edad permitida por la FIFA para participar en el Mundial de Turquía. A los dos se les habían entregado pasaportes adulterados con el fin de engañar a la Federación Internacional. No es exactamente el caso del traspaso de menores de edad pero el procedimiento es el mismo. Sí que encontramos un gran parecido con la polémica en la que está sumergido el Barça. Varios jugadores fichados ni alcanzan la edad mínima permitida ni se encuentran en ninguna de las tres situaciones de excepción de la FIFA para poder realizar la operación.

“Sólo quiero jugar al fútbol”, son las palabras repetidas por Moussa en Diamantes negros | © Bruno Zanzottero and Marco Trovato
Los procesos de captación comienzan cada vez a edades más tempranas. El documental argentino Niños en el fútbol señala que practicar este deporte es en muchos barrios la única forma de relacionarse con otros niños, acceder a servicios de salud, alejarse de las drogas o de la delincuencia. Al principio a los muchachos sólo les preocupa divertirse pero el ansia de aspirar a más hace pronto su aparición. De todos ellos, un porcentaje muy pequeño llegará a ser profesional y, de ese porcentaje, unos pocos podrán disputar un partido en Primera División. Las calles de los países más desfavorecidos están repletas de pequeños talentos y eso lo saben los ojeadores, que recorren muchos kilómetros buscándolos. Esto provoca que nadie dude cuando llegan. Lo más habitual es que vayan a los lugares más recónditos. Además “el chico es un plazo fijo en miniatura”, señala el director deportivo Gabriel Rodríguez en el vídeo Quiero ser Messi. En él podemos ver a un niño escribiendo el apellido del astro argentino en la ventana empañada de un coche. Se dirige a una prueba para un equipo, con la camiseta de Leo puesta y la mirada orientada hacia la fama. Es el salto a una vida mejor.
De todos ellos, un porcentaje muy pequeño llegará a ser profesional y, de ese porcentaje, unos pocos podrán disputar un partido en Primera División
El técnico español Tolo Darder alerta de la alta presencia de falsos cazatalentos. Trabaja para el Atlético de Madrid y fue el descubridor de Radamel Falcao, el colombiano ahora jugador del Mónaco. Las personas válidas para realizar tareas de selección deben poseer un certificado de scouting, hacer un seguimiento del futbolista y mandar a los clubes informes totalmente detallados. Los equipos españoles son reacios a hablar de estos temas: ni Real Madrid ni Barcelona quisieron opinar para Diamantes negros. Sí colaboraron Atlético de Madrid y Valencia, este último es la única entidad futbolística española que se ha declarado libre de tráfico de menores. Esto es lo que quiere conseguir Alassane Diakite, como se señala anteriormente, uno de los inspiradores de la historia que cuenta la película. Creó una petición en la plataforma Change.org en la que pide la creación de un código de conducta contra el tráfico de menores en el fútbol. Su solicitud está destinada a Michel Platini, presidente de la UEFA (Unión de Asociaciones de Fútbol Europeas), y a Ángel María Villar, dirigente de la RFEF (Real Federación Española de Fútbol). Alassane, al que metieron en un sótano varios meses cuando llegó a Francia procedente de Mali, considera poco efectivas las regulaciones actuales.

Huir de la pobreza es la única meta de las jóvenes promesas | © Bruno Zanzottero and Marco Trovato
“Otras veces la gente, con absoluta tranquilidad, me hablaba de precios, de las mejores rutas para la compraventa, de las condiciones ideales que debía tener un pequeño goleador para triunfar y así inyectar dinero a toda la cadena”. Este fragmento pertenece al libro Niños futbolistas del periodista chileno Juan Pablo Meneses. Intentó destripar los fraudes cometidos con niños sudamericanos en el fútbol, haciéndose pasar por un comprador interesado. Dio fácilmente con personas metidas en el negocio, un negocio que mueve mucho dinero. Señala que el precio de la venta de los jugadores puede superar el millón de dólares, en cambio, son comprados por apenas doscientos dólares. Los intermediarios, a través de sus contactos, hacen el resto. Nunca dan nombres, cuidan el anonimato, ya que temen que otros compañeros se les adelanten, impidiéndoles sumar grandes cantidades de dinero. Se enriquecen con el esfuerzo y las aptitudes ajenas.
Los padres son un factor muy importante. En Europa, muchas veces presionan a sus hijos y se comportan más como niños que como adultos durante los partidos. Quieren verlos triunfar, quieren que sean las próximas estrellas de las marcas deportivas. En África o en América, los padres también tienen estos deseos, sin embargo, la necesidad es la principal motivación. El sueño va creciendo poco a poco. La perspectiva de futuro rueda en forma de balón. Los cazatalentos llegan y son recibidos con los brazos abiertos. Para mucha gente, el fútbol es el único sinónimo de futuro.