¿Qué es la gran belleza?
«La più consistente scoperta che ho fatto pochi giorni dopo aver compiuto sessantacinque anni è che non posso più perdere tempo a fare cose che non mi va di fare».
Con una de las mejores presentaciones de la historia del cine conocemos a Jep Gambardella, 65 años. Escritor de un gran libro, a veces periodista. Vividor. Cuando Roma se levanta para ir a trabajar, Jep se acuesta. Las mañanas son algo desconocido para él. Bebe cada noche pero nunca pierde el control de la situación. Hipócrita. En su cabeza hay incontables lecciones de moral, principios, protocolos de comportamiento… Pero la vida evapora sus férreas ideas. Seductor. Quizá sea su porte elegante aunque ya hace mucho tiempo que dejó de ser joven. O quizá manifiesta su atractivo al demostrar en cada conversación que es culto, irónico, cínico, ingenioso y crítico. Pero lo cierto es que a Jep Gambardella no le cuesta demasiado seducir a bellas mujeres. Miserable. Se siente bien rodeado de una élite que solo habla de de banalidades, tonterías e inmundicias. Prefiere compartir su tiempo con esa mezquina minoría selecta porque sabe que es igual de ruin que ellos. Y no quiere que le juzguen. Eso significaría dolor y su vida se basa en evitarlo a toda costa. Hedonista.
“El descubrimiento más importante que hice pocos días después de cumplir los sesenta y cinco años es que no puedo perder más tiempo haciendo cosas que no quiero hacer.”
Paolo Sorrentino como director y Toni Servillo como actor principal es garantía de un producto de calidad. Ya lo demostraron en 2004 con Las consecuencias del amor y cuatro años más tarde en Il divo. Casi cumpliéndose otra vez la separación de los cuatro años, vuelven con una de las películas nominadas al Oscar a la mejor película de habla no inglesa: La grande bellezza. Con profundos diálogos con otros personajes y monólogos interiores mientras pasea, Jep Gambardella es un testigo crítico de la sociedad romana a la vez que retrata su propia biografía. Fue a Roma con la intención de dejar de ser un mundano. Y lo consiguió, pero solo para darse cuenta de que es imposible escapar de la mundanidad. Este largometraje nos demuestra que por muy superiores intelectualmente que seamos del resto, al final todos y cada uno de nosotros somos inequívocamente mundanos. Por eso es la versión actualizada de La dolce vita, y la ejemplificación del existencialismo de este siglo.
Lo mejor: las sensaciones que transmite en la primera visualización.
Lo peor: que sólo se pueda disfrutar de la primera visualización una vez en la vida.
El guión, que a veces peca de banal, pero otras de mordaz, intenso y reflexivo, fue escrito por Umberto Contarello y el propio director. Precisamente esa contradicción es la que mantiene la atención del público y le aporta realismo al film. ¿Y cuál es la idea central? Puede ser el autoengaño y la hipocresía causados por la insatisfacción de la respuesta al por qué vivimos. O tal vez el hedonismo como una forma de defenderse de una desalentadora realidad. Este drama con tintes de comedia es sublime precisamente porque se puede interpretar de diferentes formas. Aunque la historia está bien explicada, muchos espectadores no le encontrarán sentido alguno. Acostumbrados a insustanciales diálogos sobre las irreales relaciones de amor que dibuja la industria del cine, es posible que no entiendan la profundidad del film. Con pocos saltos en el tiempo, la trama ilustra el 65 cumpleaños de Gambardella y las semanas posteriores. Aunque cronológicamente sea poco tiempo, gracias a la buena planificación de la historia, se dibuja toda su vida. Así, se va creando un irónico rompecabezas que pretende describir a la contradictoria Roma a través de su protagonista: Jep es un escritor que lleva cuarenta años sin escribir. Esto le sumerge en un mundo individualista y cínico, pero con una visión romántica. No ha vuelto a escribir porque durante todo ese tiempo se ha dedicado a buscar la gran belleza pero, ¿qué es?
¿Es algo que ocurre, un pensamiento, un objeto, un paisaje…? ¿Es el recuerdo del primer amor? ¿Dónde está? ¿En el fondo de un gin-tonic? ¿En un baile de discoteca? ¿Es aquel paseo pensando en la fugacidad de la vida? ¿Ocurre cuando ves una determinada obra de arte? ¿Es darse cuenta de que la vida carece de sentido? ¿Son las ruinas del Imperio Romano? ¿Es preguntarse por qué estamos aquí y no obtener respuesta? ¿Cuándo sucede? ¿De joven cuando vives por primera vez? ¿De viejo cuando la nostalgia te invade? ¿Es el placer o la esperanza del placer? ¿Es la melancolía? ¿Qué es la gran belleza?
Es aquello que puede brotar independientemente de las circunstancias para aquel que pueda percibirlo.
Cuando es imposible soportar tanta belleza, las personas sufren el Síndrome de Stendhal. Le ocurre a un turista al principio de la película y no sería de extrañar que un espectador también lo sufriera por culpa de (o gracias a) su excelente fotografía. Las imágenes no tienen un patrón común, en ocasiones son nocturnas, o tienen grandes sombras, oscuridad, por lo que producen tristeza con un punto de angustia. Pero hay otras que sobrecogen al menos sensible. La belleza de Roma, los paisajes, los colores… todo se funde en un perfecto marco que transmite sosiego y calma como forma de ver la vida. Jep camina disfrutando de la belleza que puede contener el mundo, por eso el movimiento de cámara es muy lento o directamente estático. Los primeros planos con el personaje perfectamente encuadrado en el centro también producen esa sensación, además de una mayor cercanía con los protagonistas de la historia.
Gambardella está siempre rodeado, los eventos sociales son su vida. Se deja ver con mucha ‘gente guapa’ a su alrededor, radiantes de glamour. Pero las pocas personas que de verdad soporta son unos inadaptados. Su jefa enana, una stripper de cuarenta años y su mejor amigo, la máxima expresión del pagafantismo hecha persona. Permite que el resto de personas le hagan compañía y a cambio él las acompaña en su soledad. Son personas frágiles con vidas desesperadas, ocultan sus verdades para no medirse en sus respectivas mezquindades. Jep es igual que el resto de selectos mundanos con los que se deja ver, aquellos que pagan una fortuna por una ilusión, algo irreal, que se evapora. Como sus propias vidas, por eso hablan de la nada y del algo proustiano, porque sus vidas son la nada, un espejismo. Pero a diferencia de ellos, Jep no se engaña. Ve la vida tal y como es, miserable y absurda. Aún rodeado de preciosidades materiales, no encuentra esa gran belleza que tanto anhela, por eso percibe la vida como fea y vacía.
En lugar de amargarse se esconde detrás de la superficialidad mundana. Este mensaje no lo expresa con palabras, pero se comprende perfectamente gracias a la impresionante interpretación de Toni Servillo. Es el actor perfecto para este papel. Con su actitud consigue crear un vínculo con el público, que acaba sintiendo empatía con el personaje. Es capaz de transmitir los sentimientos que intenta esconder bajo esa fachada de frivolidad. Quizá lo más característico sea esa forma de sonreír que dice “soy un intelectual, me preocupo por la vida pero la disfruto con extrema ligereza”. Jep Gambardella es crítico con las personas y situaciones que le rodean, pero antes que crítico es observador. También es un ruin veterano, pero ante todo un caballero. Y todo el mundo sabe que los caballeros tienen que ser y vestir elegantes. El vestuario de todos los personajes refleja la vida que tienen, aparte evidentemente de su nivel socioeconómico. Los elementos estéticos y en general el aspecto físico del protagonista aportan mucha coherencia al film. Jep viste como viste su vida: combinando diferentes tonalidades pero siempre con clase, sin repetir conjunto pero sin cambiar el estilo.
La música es una oda a Roma. A veces ordinaria (Mueve la colita), pero otras casi celestial (Dies irae), Roma tiene numerosos ambientes y la música refleja todos los ámbitos incluso mejor que las imágenes. Aunque el doblaje en castellano no es malo, las voces italianas provocan la sensación de estar en la ciudad de las siete colinas. O por lo menos querer visitar esta urbe tan dispar como la banda sonora de La gran belleza.

«Ero destinato alla sensibilità».
“Estaba destinado a convertirme en Jep Gambardella”.
Esa es la vida de Jep Gambardella y su crónica de la decadencia humana. Caminamos por la vida como ese tren en la fiesta que no va a ninguna parte. Pero aquí y ahora lo son todo. Y por eso seguimos caminando. Buscando la gran belleza. Quizá alguien la encuentre viendo esta película, pero lo sabrá tiempo después. En eso consiste, porque in fondo, è solo un trucco.
“Termina siempre así, con la muerte. Pero antes, hubo vida. Escondida debajo del bla, bla, bla, bla. Y todo sedimentado bajo los murmullos y el ruido. El silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo. Los demacrados, caprichosos destellos de belleza. Y luego la desgraciada miseria y el hombre miserable. Todo sepultado bajo la cubierta de la vergüenza de estar en el mundo. Bla, bla, bla, bla. Más allá, está el más allá. Yo no me ocupo del más allá. Por tanto, que esta novela de comienzo.
En el fondo, es sólo un truco. Sí, es sólo un truco”.
Todas las imágenes fueron extraídas de Tumblr.