Presuntos culpables

El pasado seis de febrero un despacho de la Agencia EFE informaba que en la ciudad alemana de Winnendem las autoridades locales habían llevado ante la justicia a los padres de Tim Krestschmer quien, en marzo del 2009 y a la edad de 17 años, asesinó a quince alumnos de su instituto. Krestschmer utilizó la pistola de su padre, una automática Baretta, la cual cogió de un armario de su casa. Por ello, e incluso a pesar del suicidio del perpetrador ese mismo día, se exige a sus progenitores una indemnización de 9,4 millones de euros para las familias de las víctimas, lo que ha de sumarse a los dos millones ya sufragados por la pareja en términos idénticos hace cinco años.

Ante esta noticia –en la que el requerimiento de pago cae sobre los familiares del culpable– surge un dilema moral, cuasi-filosófico, que origina carraspeos e incomodidades: ¿de quién es la culpa? O lo que es más importante, ¿quién ha de asumir la responsabilidad? En esta línea, es indispensable diferenciar estos conceptos  desde el punto de vista jurídico. Culpa y responsabilidad no son sinónimos, de hecho la RAE introduce en su definición de responsabilidad el recurso de moralidad, mientras que la culpa la concibe como una mera imputación. Y es que, ¿de quién es la culpa de que Matthew Ward disparara en noviembre de 1853 al profesor de su hermano por haber regañado a éste el día anterior? Puede que del hermano de Matthew por no saber comportarse en clase; o quizás habría que centrarse en el profesor Butler, por dejar en evidencia al pequeño de los Ward delante de sus compañeros y hacer que éste se sintiera humillado; aunque, por fuerza y por costumbre, el peso de la culpa recae, en el verdugo. Pero seguro que el hermano de Matthew Ward se sintió más que responsable.

La RAE introduce en su definición de responsabilidad el recurso a la moralidad, mientras que la culpa la concibe como una mera imputación

La historia nos ofrece más ejemplos de los que somos capaces de recordar. La violencia en los centros de enseñanza norteamericanos se remonta, según algunos estudios, al año 1764, cuando los indios de las regiones de los Grandes Lagos asaltaron una escuela, asesinaron al maestro y le cortaron la cabellera a diez niños. Tras este incidente de hace 250 años se han sucedido las matanzas indiscriminadas en el país, hasta llegar a completar la centena; y con ellas, culpas y responsabilidades.

Conocer la motivación de los asesinos para perpetuar sus crímenes es en muchos casos casi imposible. Podemos, bien es cierto, suponer por qué un niño de Tennessee decidió disparar a su profesora en noviembre de 1868, un día después de que ésta intentara castigarle dándole unos azotes. O creer que el amor cegó a Patrick Colleta, quien con 14 años le pidió a su novia, Bernice, que le dispara con una pistola que aseguró ser de juguete. Sin embargo, ¿qué llevó a Michael Carneal a despertarse un día de 1997, a la edad de 14 años, y decidir disparar una escopeta en el patio de recreo del Heath High School de Kentuky?

Tras este incidente de hace 250 años se han sucedido las matanzas indiscriminadas en el país, hasta llegar a completar la centena; y con ellas, culpas y responsabilidades.

Quizás pueda considerarse verídico achacar en ciertos casos el peso de la culpa al propio homicida. Pues bien, no se puede negar que tanto Eric Harris como Dylan Keblad se hallaban bajo medicación prescrita aquel fatídico 20 de abril de 1999, cuando materializaron la Matanza de Columbine. Harris tomaba pastillas para calmar sus cambios de humor y sus ataques de ira y Keblad se medicaba con antidepresivos; el día del delito llevaban escrito en sus camisetas “Selección Natural” e “Ira” respectivamente. El asesinato que acabó con la vida de doce alumnos y un profesor del instituto de Columbine, en Colorado, quedó registrado en las cámaras de seguridad del centro, lo que sensibilizó de forma casi inaudita la reacción de los ciudadanos. Harris administraba un blog en internet en el que se debatía sobre armas y videojuegos violentos y en el cual comenzó a publicar “recetas caseras” para la fabricación de varios tipos de explosivos. Esto podría explicar que irrumpieran en su instituto incluso con una bomba compuesta por un tanque de propano de 9 kilogramos, amén de múltiples armas de fuego.

“Selección Natural” e “Ira”

La enfermedad psíquica de ambos verdugos estaba diagnosticada previamente a los hechos, por lo que puede considerarse plausible imputarles de forma exclusiva la culpa judicial y moral. En los mismos términos cabe hablar de Luke Woodham, quien en 1997 y con 16 años asesinó en Pearl (Mississippi) a su madre, su exnovia y una amiga de ésta. La génesis de este asesinato se conoció en seguida en toda la nación: Woodham se declaraba satanista y perteneciente a una secta que, según como él mismo declaró, le animó a hacerlo.

Quizás pueda considerarse verídico achacar en ciertos casos el peso de la culpa al propio homicida.

Autores de la matanza en el instituto de Columbine, captura de vídeo en la cafetería / El Mundo

Autores de la matanza en  Columbine, captura de vídeo en la cafetería / El Mundo

Podemos también mencionar la conocida historia de Sandy Hook, popularizada por los medios de comunicación como la “Masacre de Newtown”. En este caso, el asesino, Adam Lanzo, padecía del Síndrome de Asperger, que afecta a la conducta y condición mental. En diciembre de 2012, Lanzo mató a 20 niños menores de seis años y 6 profesores en la escuela de primaria Sandy Hook, en Connecticut. El impacto de esta matanza fue tal que propició la apertura del debate sobre la tenencia de armas y la proposición de la reforma contra la Segunda Enmienda más ambiciosa de los últimos veinte años, la cual murió en el Senado estadounidense.

Homenaje a las víctimas del tiroteo del colegio Sandy Hook /

Homenaje a las víctimas del tiroteo del colegio Sandy Hook /

A pesar de esto, ¿qué llevó a Seung-Hui Cho a desarrollar una fascinación del todo obsesiva con la violencia? El estudiante surcoreano se cobró la vida de treinta y dos personas en la Universidad Tecnológica de Virginia, en abril del 2007, considerado aún hoy como el peor ataque en una universidad estadounidense. Cho se hizo con dos armas semiautomáticas y llevó a cabo dos tiroteos a primera hora de la mañana, dejando un margen de dos horas entre ambos. El asesino utilizó este tiempo para mandar una encomienda a la sede de televisión NBC Noticias que incluía 43 fotografías y 27 vídeos. Era allí dónde expresaba su odio hacia la sociedad y el resentimiento que sentía hacia ésta. Cho declaraba: “Cuando llegó el momento lo hice. Tuve que hacerlo”. Esta matanza provocó que se prohibiera la venta de armas de fuego en grandes almacenes en el Estado de Virginia.

El estudiante surcoreano se cobró la vida de treinta y dos personas en la Universidad Tecnológica de Virginia, en abril del 2007, considerado aún hoy como el peor ataque en una universidad estadounidense

Fotografía enviada por Seung-Hui Cho al canal NBC News / NBC News

Fotografía enviada por Seung-Hui Cho al canal NBC News / NBC News

De la misma manera, Jeffrey Weise envió cuantiosos correos electrónicos y publicó en varios foros de internet avisando de sus intenciones. Sin embargo, Weise también escribía sobre los abusos que recibía por parte de su madre quien, tras la muerte de su padre, tenía por costumbre agredir físicamente al joven con diversos objetos. Así, el asesino recurría a internet de forma constante para manifestar su odio a la sociedad y a su familia en particular. Weise publicaba relatos cortos en los que mezclaba historias de zombies con su propia idea de una matanza escolar. El día 21 de marzo del 2005, Jeffrey acudió al Red Lake High School, en Minnesota y descargó 45 disparos, cobrándose la vida de cinco alumnos, un profesor y un guardia de seguridad.

Weise publicaba relatos cortos en los que mezclaba historias de zombies con su propia idea de una matanza escolar

Estos son sólo algunos ejemplos que nos permiten llegar al debate social que dimana de las propias catástrofes. Obviando el matiz jurídico y semántico planteado con anterioridad, estos hechos propician una serie de preguntas –más allá del dilema– que como sociedad debemos enfrentar. ¿La culpa/responsabilidad es exclusiva del asesino? ¿De sus familias? ¿De la sociedad? ¿Es la facilidad de acceso a las armas lo que provoca que la mayoría de estos casos se produzcan en EEUU? ¿Tiene algo que ver –y si es así cuánto– las dosis de la violencia palpable en videojuegos, series de televisión y películas de cine que consumen los jóvenes? ¿Estaríamos enfrentándonos a este tipo de fenómeno en nuestra sociedad si el acceso a las armas fuera igual en España que en EEUU? Y si así fuera, ¿el resultado final de la ola de desahucios vivida en estos últimos años sería el mismo? ¿Por qué la pena de muerte –que mantienen múltiples estados de EEUU– no resulta disuasoria? ¿Cuál es –en definitiva– nuestro posicionamiento al respecto desde la lejanía emocional? ¿Sería la misma si una de las víctimas fuese nuestro hijo o hermano? ¿Y si este hijo o este hermano fuese el asesino?