El misterio de las faldas lápiz

Compositor: Aida Bao Pena

1 Marzo, 2014

Las faldas lápiz. Esa prenda que lleva ocupando pasarelas temporadas incontables pero que es difícil ver a pie de calle. Vale, ¿Qué es lo que no acaba de cuajar? Después de pensarlo un par de minutos, yo tampoco me compraría una falda así. Y el motivo es muy sencillo: no son cómodas. O al menos, no son cómodas para la mayor parte de las mujeres que viven en el siglo XXI. ¿Quién va a trabajar con una falda que limita tus movimientos y te obliga a caminar como una geisha japonesa? (Y no hablo de Victoria Beckham, sino de aquellas que utilizan el autobús, el metro, o su propio coche).

Aparte de la incomodidad de la prenda en sí, es difícil encontrar una falda lápiz que favorezca a nuestras piernas si no estamos muy delgadas, o que siente bien si te apetece llevar unos zapatos planos (me estoy refiriendo a las que el corte queda por debajo de la rodilla y que son extramente apretadas). Porque esa es otra, generalmente conseguimos estilizar la pierna añadiendo un par de stilettos a este tipo de faldas, y a mí ya se me hace bastante difícil caminar con cierta prisa o ir a hacer algo si me enfundo en una de estas prendas, como para añadirle un par de tacones. No, no y no.

Lo que es innegable es que bien escogido el momento, la falda lápiz puede hacer que nos encontremos maravillosas en ella y que sea la estrella de un look para una fiesta, un cocktail o una ocasión especial. Así es como las concibo yo, como algo más propio de una celebración o una noche diferente más que una prenda para el día a día. Veamos algunos ejemplos: