Her, amor del futuro

Dentro de unos años podremos conocer a Theodore (Joaquin Phoenix). Es escritor, pero no de libros, porque dentro de unos años serán una rareza. Lo encontraremos trabajando en una empresa con otros escritores, a los que la gente encargará la tarea de mantener correspondencia con sus seres queridos. Theodore también está superando su ruptura con Christina (Rooney Mara).

Dentro de unos años también desarrollarán un sistema operativo que Theodore se hará instalar. Como el propio programa le explica, funciona a través de intuición, y se actualiza constantemente a través de todo lo que aprende. Se nombrará a sí misma Samantha (Scarlett Johansson en la versión original), y Theodore descubre que tener una conversación con ella no será muy diferente a tenerla con una persona. Suena como una persona, piensa como una persona. Una persona, por cierto, divertida, interesante, inteligente, apasionada. Una persona de la que Theodore no tarda en enamorarse. Pero Samantha no es una persona, es un sistema operativo.

Theodore y Samantha son el núcleo de Her, última película de Spike Jonze. Está nominada a cinco categorías en los premios Oscar este año: Mejor Película, Mejor Canción Original, Mejor Banda Sonora Original, Mejor Diseño de Producción y Mejor Guion Original.

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Spike Jonze ha logrado revolucionar a público, crítica y compañeros de gremio con una película chico-conoce-chica. Como en parte de sus cintas anteriores, el autor parte de un tema común, universal, pero el resultado que logra es único. Para ello se vale de sus particulares historias y puestas en escena, sus inolvidables personajes y reflexiones. Her no es una excepción a su común fórmula.

Aquí Jonze va a narrar una relación de pareja: Theodore y Samantha se conocen, se enamoran y pasan por las diferentes fases de una relación, con sus problemas y lugares comunes. Pero lo narra de forma muy poco convencional, y no solo porque uno de los dos protagonistas no sea humano. Para crear este universo no solo se vale de la ambientación en un futuro cercano, la puesta en escena, la banda sonora o la impecable actuación de Joaquin Phoenix, que lleva el peso interpretativo prácticamente solo (aunque Scarlett Johansson, únicamente a través de la voz, no se queda atrás). Her reflexiona además sobre un tema común como el amor, y lo hace de una forma particular a través del personaje de Samantha, pero es una reflexión tan universal y humana que es inevitable ver alguna conexión en alguno de los matices que la película toca. Es en su capacidad de tomar algo tan común, tan trillado, y poder crear una historia tan peculiar donde está la maestría de Her.

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Y hasta aquí, lo que mi parte racional puede aportar sobre la cinta. Porque mi intuición, mis tripas, mi super yo, o como se le quiera llamar, tuvieron una impresión diferente. No es que pensaran que Her era una mala película, pero no estuvieron cómodos viéndola. Tenían la impresión de que faltaba algo.

Her plantea la posibilidad de que en un futuro cercano una inteligencia artificial pueda desarrollar algo que podemos llamar sentimientos. Estos sentimientos, ¿son reales? ¿o son código programado, como pregunta Samantha? Jonze llega a esta reflexión, pero no profundiza en ella porque para él, Theodore duda de los sentimientos de Samantha como puede dudar de la sinceridad de los de cualquier otra persona humana.

Her se limita a plantear la posibilidad de que en el futuro, el amor entre una persona y una inteligencia artificial es posible: puede ser una relación bonita e incluso normal. Y ahí estaba el problema. Que esto sea bonito, y no terriblemente siniestro. Charlie Brooker, en su serie Black Mirror, hace una reflexión similar en su episodio Be Right Back, en el que ilustra mucho mejor esta idea. Jonze plantea de forma verosímil la posibilidad de que las inteligencias artificiales puedan llegar al punto al que llega Samantha. Puede llegar a pasar. Y nosotros, como Theodore, podríamos desarrollar sentimientos por ellas. Y lo que es aterrador es esto, ponernos en la piel de Theodore: enamorarnos de un sistema operativo, y que sea bonito y normal.

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Pero si valoramos una obra en función de la intención del autor, Her es más que una buena película. Jonze quería contar una historia de amor a su manera, reflexionar sobre este tema, no sobre las posibilidades del futuro de la nueva tecnología. Para él, que Samantha sea una joven con voraces inquietudes, Lolita, un sistema operativo, un poni o una bolsa de guisantes es irrelevante mientras pueda utilizarla para contar su historia. Y probablemente podría, siempre que tuviesen la inteligencia de Samantha. La historia es la de siempre, con un personaje diferente. Al final, olvidamos que Samantha es una inteligencia artificial y es, simplemente, Samantha.

Her es el discurso más común en una película nada común, en la que Spike Jonze ha creado una vez más un particular universo, tanto en el guión como en la dirección. No sé si esta cinta se hará con alguna de las estatuillas a las que está nominada, pero si es posible enamorarse de una película esta será la Samantha de más de uno.