El paraguas de Albert Rivera

Son las 10:20 de la mañana en Palexco y Canedo apura un cigarro en la puerta. El cartero de Fontiñas, cara visible de UPyD en las pasadas autonómicas, divisa en soledad cómo los cielos de A Coruña se oscurecen a la espera de sus nuevos compañeros. Dentro, dos chicas jóvenes indican a los pocos presentes que aún no pueden pasar al auditorio: a esas horas la entrada está limitada a la prensa. Pero, a esas horas, la única prensa soy yo. “Vengo de freelance”, les suelto. Hablan catalán y están de buen ver, así que no tienen pinta de leer Compostimes. Me dejan pasar con una sonrisa que parece decir  “pobre chaval, a él no le pagan”. Postureo ciudadano.

En la segunda planta, un largo pasillo ve venir a una pequeña representación de la caspa coruñesa. “Mira, menos mal que también lo pusieron en gallego”, murmura una señora con la ironía de Quevedo. Las carcajadas ahogadas de los presentes son mucho más ilustrativas que los panfletos a los que se refiere.

Cualquiera diría que los que aquí están votaban a Paco Vázquez

Carlos Marcos, emulando el mejor folklorismo franquista, pone la guinda con un discurso que devalúa la altura intelectual de la reflexión de Nart a ras del parqué mitinero. “Temos dúas linguas e estamos orgullosos delas”, proclama en idioma vernáculo, a lo que una señora reacciona con un “¡bravo!” tan sincero como estridente. Cualquiera diría que los que aquí están votaban a Paco Vázquez.

El exalcalde y dueño de La Coruña tampoco quiere perderse la ocasión y recibe los mayores aplausos de la velada, que irán a parar a la nuca en forma de collejas cuando se enteren sus todavía compañeros socialistas. Y digo velada porque el acto más que un mitin parece la entrega de los Goya, con el presentador de Espejo Público como maestro de ceremonias y la autoría intelectual de Fran Carrillo.

Francisco Vázquez charla con Javier Nart en presencia de la escritora Anna Grau / Marcos Lema

Francisco Vázquez charla con Javier Nart bajo la atenta mirada de la escritora Anna Grau / Marcos Lema

Las luces, apagadas, nunca llegan a competir con los vídeos que se proyectan de fondo, aunque cada vez que habla alguien un tenue halo se cuela para enfocar el atril con más precisión que una Canon de 500 euros. Hay más fotógrafos que periodistas y la organización se vanagloria de anunciar el gran impacto que tan populoso contubernio obtiene en las redes sociales: los tuits cuadriplican a la asistencia. Desde la tribuna de prensa, recuerdo las palabras que nos regalaba el cura de mi pueblo cada vez que hablábamos en misa: “Ni están todos los que son, ni son todos los que están”. No existe mejor definición para esta extraña mezcla de política 2.0 y coruñesismo de toda la vida.

En la cola del photocall compiten lo más rancio de Marineda y las believers del gran líder emergente en la política española

Lo que sí hay que reconocer es que todos los que están saldrán en la foto. En la cola del photocall compiten lo más rancio de Marineda y las believers del gran líder emergente en la política española. Lástima que esta vez Albert Rivera no pose desnudo, en un desaire que las palexqueras nunca le perdonarán. Tampoco lo hará Javier Nart, que ve cómo se produce la segunda traición de la mañana: primero lo venden al populismo localista y ahora al postureo ciudadano. Su expresión es la de un “mamá, vámonos ya” resignado al implacable destino de comer a las tres. “Va mayor y no le gustan estas poses”, me confiesa un destacado líder de la plataforma, antes de solicitarme que le saque una foto con tres de las mujeres fuertes de Movimiento Ciudadano, para no arriesgarse a un selfie que puede jugar malas pasadas.

Postureo ciudadano: definición gráfica / Marcos Lema

Postureo ciudadano: definición gráfica / Marcos Lema

Después de dar una absurda vuelta de 180º para encontrar la salida, me pide que lo guíe y camino con él hasta el hotel. El viaje es corto, aunque da para mucho. No nos hacemos amigos, pero paseamos juntos como si él no fuera un líder político con muchos años escribiendo a sus espaldas y yo un pobre periodista con otros tantos de paro ante mis ojos. “Para bien o para mal, estos tíos son distintos”, pienso, al recapitular los acontecimientos de la mañana. Sin darme cuenta, ya estamos en el  NH Atlántico, donde unas horas antes ha comenzado todo.

Eran las 10:20 y yo ya había ido y vuelto a Palexco, entrevistado a Juan Carlos Girauta en el hotel e intercambiado algunas palabras sobre debate universitario con Albert Rivera. Pero lo que realmente me había impactado había sido otra cosa.

La granizada parecía anunciar una tormenta perfecta con nombre y apellido: Movimiento Ciudadano

En menos de lo que le habría durado el cigarrillo a Canedo, cayó una tremenda en A Coruña. La granizada, acompañada de rayos, parecía anunciar una tormenta perfecta con nombre y apellido: Movimiento Ciudadano (MC). Pero pilló a su líder sin paraguas. A Albert Rivera se le había roto el día anterior y pidió a los presentes uno prestado, con escaso éxito. Finalmente, tuvieron que buscar alguno por el hotel y el acto se retrasó un poco.

“No cruces en rojo”, le dice uno de los rezagados a otro. “Yo no soy ni rojo ni azul”, responde éste, irónico, parafraseando a Rivera. Son las tres y, tras dejar a mi nuevo colega en el NH, ya voy de camino a casa. Para mi sorpresa, me cruzo con la plana mayor de MC, que busca un buen sitio para comer “pulpito”. Me fijo en el más joven y el diminuto paraguas que cuelga de su brazo. Tras una mañana con ellos, aún no tengo claro si es un sete parroquias como el que utilizaba aquel cura de mi pueblo, capaz de guarecer a rojos y azules; si tiene propiedades mágicas como el de Mary Poppins, que cae del cielo para solucionar nuestros problemas o si simplemente es uno de los chinos y se romperá a las primeras de cambio. El tiempo lo dirá.