Blue Jasmine y el dolor de la caída
Tras la gira por Europa de Woody Allen, el director americano nos trae una cinta rodada en casa. Su periplo, que, a pesar de que nos deja la memorable Midnight in Paris, nos hacía preguntarnos si alguna vez volvería el Woody Allen de siempre. Quizá sea ese regreso a casa el que lo ha renovado y nos permite olvidar el regusto amargo que A Roma con amor dejó en nuestro paladar. Woody Allen relata una historia nueva con pinceladas de su estilo de siempre. Esta vez no nos habla de intelectuales neoyorkinos, pero las reflexiones neuróticas siguen presentes en una película que ha conseguido la nominación en los Oscar a mejor guión original y mejor actriz para una Cate Blanchett espléndida. También Sally Hawkins, que interpreta a la hermana de Jasmine, ha conseguido destacar obteniendo una merecida nominación a mejor actriz de reparto.
El director americano se decide esta vez por un tema que no había tratado y que está de rigurosa actualidad: aprender a vivir cuando el bolsillo encoge. Pero Allen, como de costumbre, nos muestra el asunto desde otra perspectiva. Lejos de poner el punto de mira sobre las clases medias que empiezan a peligrar, decide fijarse en la vertiginosa caída de las clases altas. Quien cae de la cima probablemente sienta más el golpe. Jasmine es una mujer de personalidad compleja. Todo en ella está pensado de cara a la galería. Incluso cambió su nombre de Janette a Jasmine para tener más glamour. Casada con Hal, un hombre que regenta negocios que bordean la legalidad, dedica su vida a estar siempre perfecta, ir a los mejores eventos y relacionarse con la gente más importante. Con un marido que la consiente, se dedica a vivir la buena vida, pero ni siquiera Hal es tan perfecto como ella cree. Se afanó en construir una burbuja que protegiera todo su entorno y jamás le interesó mirar lo que había fuera de ella. Pero esa burbuja, ficticia y frágil, reventó.
Quien cae de la cima probablemente sienta más el golpe.
Al más puro estilo de la infanta Cristina, Jasmine tampoco estaba al tanto de lo que hacía su marido. Cuando fue detenido la perfecta vida de esta mujer se desplomó. A pesar de ello, la protagonista no le echa la culpa, sino que sostiene que todo lo que tenían se lo robó el gobierno. Conociendo a Woody Allen, la insistencia en esa idea no puede ser casual. Jasmine entonces se muda a vivir con su hermana, una cajera divorciada y con dos hijos, residente en un barrio de trabajadores de San Francisco. Como era esperable, su estilo de vida dista mucho del de la protagonista. Pero Jasmine, lejos de agradecerle que la acoja, se atreve a reprocharle a su hermana su vida mediocre. Woody Allen nos sumerge en el difícil juego de aceptar que has perdido la partida y adaptarte a tus nuevas cartas. Un filme que nos regala momentos cómicos y a la vez nos muestra la batalla perdida de luchar por ser algo que ya no eres.
Para ilustrarlo, una Cate Blanchett que se viste de mujer neurótica. Y el papel le sienta como un guante.
Para ilustrarlo, una Cate Blanchett que se viste de mujer neurótica. Y el papel le sienta como un guante. A pesar de que su orgullo hace que se muestre entera, Jasmine deja entrever su desasosiego interno. Blanchett se mueve con gracia de lo cómico a lo trágico, del negro al blanco sin que se le resista ningún tono de gris. El arrogante personaje, que nos crea a la vez rechazo y pena, no deja de sorprendernos. Antes muerta que admitir la derrota. También Sally Hawkins recrea con gran acierto la vida de una mujer de barrio a la que, con la llegada de su hermana, se le rompen todos los esquemas. En el filme, narrado a través de continuos flash backs, Allen va construyendo el descenso de Jasmine a su peculiar infierno. Esta película nos muestra la vida en la cima y a la vez nos abre los ojos ante el dolor de la caída. Woody Allen ha vuelto. Bienvenido a casa.
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