Nueva vida en Indiana
Uno de los grandes alicientes de los espectáculos deportivos se basa en la sorpresa. La emoción de desconocer cuál será el resultado final al terminar la contienda. La ilusión de que el pez pequeño se coma al grande, la emoción que da el vencer cuando nadie piensa que puedas hacerlo. Las competiciones deportivas siempre cuentan con este ingrediente, algún o varios favoritos, los aspirantes y gente con menos boletos para conseguir el premio, siempre sobre el papel.
La NBA siempre ha entendido bien el papel que debe jugar la sorpresa en su liga. Que los equipos con mayor potencial económico no deben acaparar a los mejores jugadores y entrenadores, que los grandes y pequeños mercados deben contar con oportunidades para lograr que el espectáculo sea el ganador y con este que también llegue el éxito a la competición.
Para lograr que el espectáculo sea el ganador y con este que también llegue el éxito a la competición
No existe una sola franquicia que pueda decir que siempre ha estado en la cima de la montaña. Todos y cada uno de los aficionados a cada uno de los equipos de la liga americana de baloncesto han tenido que sufrir distintas travesías por el desierto. Los años de reinado siempre llevan consigo los de decadencia. Pero como si de un ave fénix se tratara las particulares normas de la NBA casi siempre terminan dando a sus asociados la posibilidad de dejar atrás las decepciones y transformarlas en éxitos.
Los Indiana Pacers son quizá el mejor ejemplo que existe ahora mismo de este fenómeno. Los buenos momentos logrados, con el protagonismo estelar a cargo de la calidad y los triples de Regie Miller, llegaban a su fin en el año 2005. El genial alero dejaba las canchas sin lograr el anillo de campeón, con el título de la división este del año 2000 como premio de consolación, con su camiseta con el número 31 a su espalda como último recuerdo en el Bankers Life Fieldhouse.
La retirada del primer espada del equipo de Indiana provocó una crisis completamente esperada en los resultados.Tras un primer año de transición culminado con una eliminación en primera ronda de la postemporada llegaron los años de sequía, cinco temporadas con menos de cuarenta victorias y con vacaciones para toda la plantilla al acabar la temporada regular.
Pero en estos cinco años no todo fueron malas noticias, como suele ocurrir en la mejor liga de baloncesto del mundo los buenos movimientos en el mercado y las buenas elecciones en el draft no traen resultados inmediatos, sino que la base de un equipo se va armando lentamente hasta que se consigue confeccionar el roster adecuado.
Sin duda la excepcional labor de Larry Bird como general manager tuvo mucho que ver. Todo los jugadores que forman el quinteto inicial de los Pacers han tenido detrás a partes iguales buenas decisiones y una correcta planificación. Comenzando por las selecciones de Roy Hibbert, Paul George y Lance Stephenson, todos ellos seleccionados por debajo de la decima posición en sus respectivos drafts, sin olvidar a Danny Granger, el mejor del equipo en los peores momentos, cuyo rendimiento es una gran incógnita tras una larga recuperación por una grave lesión. Es imposible no destacar el mérito que tiene detrás la elección de buenos jugadores lejos de los puestos más codiciados en la lotería que todos los finales de junio celebra la NBA para que los equipos elijan a sus futuras estrellas.
Pero no solo del draft vinieron las buenas noticias. Uno de los movimientos que mejor explica los buenos resultados de los Pacers, y que no tuvo la relevancia que merecía, fue la llegada de David West. Indiana fue la franquicia que mejor se movió y logró convencer al ala-pívot que acababa de finalizar su contrato con los Hornets, gracias a una oferta de dos temporadas por 24 millones de euros. Un jugador cuyo rendimiento ha sido siempre mayor que su fama, un dos veces “All Star” cuyas prestaciones han sido siempre muy buenas y que ha sabido acompañar perfectamente en la pintura a Hibbert. La llegada vía traspaso de George Hill sirvió para completar un quinteto capaz de todo, con recursos suficientes en ambos lados de la cancha y que parece que tiene en esta temporada para mostrar que es un serio contender al anillo, que los sustos a Miami en las postemporadas de los dos últimos años pasaran a ser algo más.
Tampoco sería justo olvidarse del entrenador Frank Vogel, solo su balance en cuanto a resultados desde que cogió el equipo podría servir para explicar el enorme acierto que fue elección como entrenador del conjunto tras realizar un meritorio trabajo como sustituto interino tras el cese de Larry O´Brian. Pero es que además ha sabido sacar lo mejor de sus jugadores, el crecimiento de Hibbert y Stephenson desde su llegada ha sido enorme. Pero por encima de ellos destaca la explosión de Paul George, que acelerada gracias a la lesión de Granger, ha permitido al jugador de california pasar de ser un alero prometedor a entrar en las quinielas, que parecían coto privado de James y Durant, a mejor jugador de la temporada.
En la NBA siempre y cuando se trabaje bien y se sigan los pasos correctos, no es extraño que terminen llegando los resultados.
El único lunar se puede encontrar en los jugadores suplentes ya que la aportación de gente como Scola, C.J. Watson, Copeland o Mahinmi resulta escasa y no permite dar minutos de calidad mientras descansa el quinteto titular.
Una historia de las muchas que nos brinda la NBA, que permite pasar de ser un conjunto mediocre a poder pelear contra los mejores en muy poco tiempo, siempre y cuando se trabaje bien y se sigan los pasos correctos, no es extraño que terminen llegando los resultados. Que cualquier aficionado sepa que los malos momentos de su equipo no durarán para siempre y que algún día verá a sus ídolos siendo capaces de batirse el cobre con la mirada puesta en el horizonte, y al fondo al capitán de su equipo alzando un título capaz de justificar por si mismo una carrera deportiva.
Fotos: zimbio.com
Imagen de portada: sports-logos-screensavers.com