Epub y papel, ¿cainismo literario?
“Los libros no están más amenazados por Kindle que las escaleras por los ascensores”, así de clara presentó su opinión el escritor, comediante, director y actor británico Stephen Fry en el polémico tema que enfrenta al libro electrónico con el papel más tradicional.
Si en el último lustro la publicación en formato digital ha aumentado hasta alcanzar el 22% de las publicaciones totales es por algo. Este incremento exponencial tan remarcado es una muestra clara del cambio de hábito de los lectores, quienes abandonan progresivamente el libro habitual por los libros electrónicos. Los factores que suscitan este éxodo literario son evidentes; la virtud más acentuada de prescindir físicamente del libro y reducirlo a un archivo .mobi, .epub o incluso .pdf, es la comodidad que este mismo hecho supone. Es decir, la posesión y la lectura en formato electrónico permite concentrar en un pequeño aparato –de dimensiones mínimas y peso insignificante- una cuantía de libros prácticamente inimaginable, sin importar el número de páginas que estos posean.
Si por una parte aumentan las publicaciones de libros en lenguas cooficiales, por la otra, la industria editorial registra más de 350 millones de euros en pérdidas. La piratería es una herida abierta en el sector literario y su expansión ha sido tan rápida como lo fue en su día en el ámbito discográfico.
La conversión de los libros a e-books no es un hecho alarmante; sí lo es, en cambio, la mala costumbre que los lectores españoles han adquirido en los últimos años. No se trata de descargar, sino de piratear. Es la obtención ilegal de libros lo que preocupa a autores y editores y lo que aniquila progresivamente el mundo literario. Pero esta piratería está sustentada sobre algunos aspectos que, en parte, la justifican.
Si por una parte aumentan las publicaciones de libros en lenguas cooficiales, por la otra, la industria editorial registra más de 350 millones de euros en pérdidas.
Para un gran número de lectores, los precios que las editoriales proponen para la compra de libros electrónicos por internet son abusivos y, en gran medida, injustificados. Pues bien, cuando un editor decide publicar una obra en papel para venderlo en las librerías, asume una serie de costes que no están ligados a la edición electrónica. De esta manera, editar en el formato más clásico acarrea gastos en impresión, encuadernación y distribución, costes que se evitan al publicar en formato .epub. Sin embargo, el precio no se ve reducido de manera proporcional a la disminución de los costes, ni al decrecimiento del valor del producto ofrecido; ya que, cuando un lector compra un libro electrónico, en realidad no ha comprado nada. Su adquisición se limita a un archivo descargado de la red que puede cargar en su e-book, pero físicamente, carece de un producto.
Sin embargo, el precio no se ve reducido de manera proporcional a la disminución de los costes, ni al decrecimiento del valor del producto ofrecido
“La adaptación al e-book no consiste en una simple permuta del papel al digital, sino que requiere una gran inversión. Por eso, preferimos enfocarnos en dar calidad y cuidar el formato físico, de momento”. El editor Pablo Zaera Silvar, socio propietario de los sellos editoriales Zaera Silvar y Bululú —este último enfocado al libro ilustrado—, defiende su postura argumentando los grandes lances a los que la editorial se enfrenta cuando decide colgar un archivo epub en la red. Arguye que los beneficios no justifican los riesgos, pues es el editor quien debe cuidar de la supervivencia de su empresa y, además, proteger los derechos de autor.
En cuanto a la piratería, asegura que no será él quien la defienda, “pero el mundo editorial está lleno de corsarios que editan libros a coste cero o incluso con beneficios antes de vender el primer libro”.
Es el editor quien debe cuidar de la supervivencia de su empresa y, además, proteger los derechos de autor.
Por su parte, Mariano Zurdo, editor de Talentura Libros, sí contempla la publicación en formato digital como una oportunidad de crecimiento y lucro para la empresa: “es un formato que poco a poco gana adeptos y permite ampliar el espectro de lectores; posibilita, además, el acceso a lectores de todo el mundo, lo que suple la carencia de puntos de venta en papel”.
Pero no todo podía ser favorable: Zurdo también defiende la pérdida progresiva del reconocimiento intelectual y profesional a los autores y contempla la piratería como una traba para las grandes editoriales más que para las pequeñas. “Cualquier precio que pongas es caro frente al gratis”, reconoce.
La publicación digital gana paulatinamente adeptos y contendientes, enfrentando dos formas de contemplar la literatura totalmente dispares. Cierto es que una convivencia pacífica entre estos formatos es posible; quizás con especialización en algún segmento de mercado concreto por parte de ambos o la aparición de nuevas propuestas. Por ejemplo, la posibilidad de combinar ciertos productos, pudiendo acceder al archivo digital tras haber adquirido el libro físico, pagando una pequeña cuantía a modo de complemento. Pero para alcanzar un equilibrio que permita la supervivencia de ambos —y la hegemonía de ninguno— es preciso una reestructuración del mercado literario, con su correspondiente revisión de la relación coste-precio y un exhaustivo control de la piratería; además de un cambio profundo de paradigmas morales en la sociedad, que nos lleve a entender que la cultura necesita ser sostenida por sus propios consumidores y que la obtención gratuita del fruto del trabajo ajeno ni es legal, ni puede ser tolerada.