Bárcenas, “el más cabrón” de 2013
“Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo. Sé fuerte”
Mariano Rajoy Brey
Al otro lado del teléfono, un hombre de mediana edad y elevada estatura sonreía. Su cara mostraba el regocijo de los estafadores; su dedo, el movimiento de los que triunfan. Tenía el apoyo del presidente. Pero, sobre todo, tenía el poder.
Habían pasado ya unos años desde el estallido del Caso Gürtel y Luis Bárcenas se sentía con más fuerzas que nunca. El PP acababa de llegar al gobierno y, pese al “acoso judicial”, su extesorero seguía en libertad, cobraba del partido y hasta intercambiaba mensajitos con Moncloa. Si estaba triste, se hacía la víctima para conseguir el cariño de Mariano, como cuando sus compañeros de instituto se reían de él y el profesor salía en su defensa. Pocos sospechaban que bajo esa apariencia de corderito se escondía Luis “el cabrón”.
Suiza nos ilustró con el ascenso meteórico de nuestro protagonista: del club de montañismo de la Falange al Mont Blanc por solo 22 millones de euros
Todo cambió el 16 de enero de 2013. Ese día, Suiza nos ilustró con el ascenso meteórico de nuestro protagonista: del club de montañismo de la Falange al Mont Blanc por solo 22 millones de euros. Si el amor por la escalada existe, debe de tener nombre de tesorero.
Pero Bárcenas no es ningún Juanito Oiarzabal. A Luis no solo no se le congelan los dedos, sino que hace de todo con ellos. Todo menos chupárselos. Coronó el Everest seis años antes que su colega vasco, previo inicio de una expedición por Mongolia. Lástima que con sus hazañas en las alturas ocurriese lo mismo que con su paso por el Senado: nadie las recuerda.
Por si fuera poco, dos días después El Mundo publicó una información de efectos sobrecogedores: el PP habría repartido sueldos ilegales entre algunos de sus dirigentes. La situación, ya de por sí grave, se descontroló cuando El País dio la puntilla con la revelación de los papeles que los corroboraban. Con Pedro J. y Cebrián aliados, a Rajoy solo le quedaba Marhuenda. Aunque en La Razón eran perfectos conocedores de todo lo que había ocurrido, decidieron ocultarlo y pasar al ataque con Bárcenas como chivo expiatorio. Toda una metáfora de la estrategia popular a partir de ese momento.
El guión de mi año lo escribió Luis y parece sacado de una película de Berlanga
Entre la autocrítica, el harakiri y matar al mensajero, Génova optó por esto último. Comenzó entonces un rosario de explicaciones confusas, comunicados escuetos y querellas contra los medios, que vivió su éxtasis mariano con la “aparición” del presidente a 32 pulgadas, en una mañana de sábado tan fría como inolvidable. Cuando a mi padre le preguntan dónde estaba el 23-F, él siempre cuenta que aquella noche le tocaba guardia en el cuartel. Yo les contaré a mis hijos que gané nueve euros cuando el presi salió en LCD: es a lo que pagaban la hora por cuidar el parking de mi colegio mayor mientras escuchaba la Ser.
No hay duda: el guión de mi año lo escribió Luis y parece sacado de una película de Berlanga. Treinta años no son nada. Con su dedo mágico, que tanto le sirve para mandar notitas a Mariano como para hacerles la peineta a todos los españoles, nuestro protagonista apretó el gallito de la escopeta nacional y dirigió su bala al corazón de Madrid.
Al menos en este caso los sobres no eran de cal viva
La masacre fue tal que recordó a los mismísimos estertores del felipismo: la oposición pidiendo la cabeza de un presidente que dice no saber nada del asunto, los jueces entrando en la sede del partido en el gobierno en busca de una supuesta financiación ilegal y Pedro J. tachando un nombre más en su lista de políticos defenestrados. Solo había una diferencia, que el propio director de El Mundo se encargó de puntualizar con la mordacidad que lo caracteriza: “Al menos en este caso los sobres no eran de cal viva”.
Con el capital de Bárcenas a la fuga, el papel de Roldán ya estaba cogido. Apenas quedaban Ruiz Mateos y sus disfraces para completar el reparto 2.0 de lo que un buen amigo siempre calificó como “la mayor epopeya de corrupción en la historia reciente de Europa Occidental”. Esta vez el actor fue de cura y asaltó la casa del “cabrón” en busca de unos pendrives más valiosos que el anillo de Gollum. Ahora entiendo a qué se refería De Cospedal con su famoso “en diferido”. Efectivamente, da la sensación de que esta película ya la habíamos visto antes.

Muchos piensan que dispara al aire, pero las balas de Bárcenas están muy bien dirigidas / La Vanguardia