A kind of magic: la primera temporada de Magic Johnson

Dicen que la magia desaparecerá el día que dejemos de creer en ella. A mí me gusta más la teoría que dice justo lo contrario, que la magia aparece cuando más se la necesita, cuando más es necesario creer en ella. Esta historia nos lleva a 1979, cuando la NBA se encontraba inmersa en una crisis de popularidad que situaba a las ligas de beisbol y fútbol americano como dominadoras absolutas de los índices de audiencia en el deporte profesional americano. Curiosamente, el punto de inflexión que marcó el nuevo resurgir de la NBA se produciría durante un partido que no pertenecía a dicha competición.

La final universitaria de 1979

El famoso March Madness decidiría un año más que universidad se alzaba con el título de campeón nacional en la siempre disputada NCAA (National Collegiate Athletic Association). La competición universitaria sí contaba con un gran número de aficionados y la final del torneo de 1979 celebrado en Salt Lake City sigue siendo en Estados Unidos el partido de baloncesto con mayor audiencia de la historia (superando por momentos el 38% de share). En esta final se enfrentaban la poderosa universidad de Michigan State y la sorprendente y hasta entonces imbatida universidad de Indiana State. El partido había sido publicitado desde el principio como el duelo entre dos polos opuestos que pasaban por ser los dos mejores jugadores del baloncesto colegial. Earvin Johnson, el joven y extrovertido base afroamericano al que desde sus inicios en el instituto apodaban “Magic”, se vería las caras con Larry Bird, un espigado alero blanco que apenas pronunciaba palabra ante las cámaras.

Durante el partido, Michigan se limitó a realizar una defensa sobre Bird con dobles y triples ayudas que terminó por desesperar al jugador de Indiana que no consiguió hacer un buen partido. Cuando terminó el tiempo reglamentario, Michigan se había impuesto por un resultado final de 75-64 destapando las carencias de Indiana State como conjunto, que no supo responder a la intensa defensa aplicada sobre su líder. Un Larry Bird destrozado no podía contener las lágrimas mientras que la ya famosa sonrisa de Magic Johnson acaparaba portadas. Era solo un capítulo, el primero de la que terminaría por ser la mayor rivalidad de la historia del baloncesto y que, desde la temporada siguiente, se escribiría desde las canchas de la NBA.

Magic Johnson y Larry Bird en la final univsersitaria de 1979 | Vía pinterest.com

Magic Johnson y Larry Bird en la final univsersitaria de 1979 | Vía pinterest.com

El showtime llega a Hollywood

Magic Johnson fue seleccionado por Los Angeles Lakers en el número uno en el Draft de la NBA de 1979. A finales de los 70 los Lakers eran un buen equipo que rondaba las cincuenta victorias en temporada regular pero no conseguía acceder a las rondas finales en los Playoffs por el título. El líder indiscutible de la franquicia era el legendario pívot Kareem Abdul-Jabbar, considerado unánimemente como el mejor jugador de la pasada década, en la que había sido elegido jugador más valioso de la NBA en cinco ocasiones. De cara a la temporada 1979-80 se esperaba que Magic Johnson permitiera a los Lakers subir un último peldaño que los situaría con opciones de ser campeón. Lo que nadie había imaginado fue la revolución que el debutante impondría en su equipo y por extensión en la liga.

Para Magic no existía mejor equipo que los Lakers para comenzar su carrera. Desde su llegada al conjunto angelino siempre manifestó que para él resultaba un gran honor compartir vestuario con Abdul-Jabbar, al que había reconocido siempre como ídolo de juventud. Para el recuerdo quedan las imágenes del debut oficial de Magic con los Lakers en un partido que se decidiría con una canasta de Abdul-Jabbar sobre la bocina. En cuanto el balón entró en el aro tras ser impulsado por el característico sky hook de Kareem, Magic corrió a abrazar a su compañero fuera de control, extasiado, con una sonrisa de pura felicidad que parecía indicar que acababan de proclamarse campeones de la NBA cuando realmente solo habían ganado el primer partido. Aquel gesto sirvió como carta de presentación para Magic Johnson, un rookie que transmitía entusiasmo y carácter competitivo a todos sus compañeros.

Pocos partidos tardaría Magic en hacerse con la dirección del juego de los Lakers. Desde la posición de base y con sus 2,06 metros, demostró una increíble habilidad para dominar todas las facetas del juego. Pero su capacidad para anotar, asistir y capturar rebotes no eran lo único destacable de su juego. Magic aportaba fantasía driblando rivales mediante engaños y realizando pases inverosímiles que siempre encontraban un compañero listo para atacar el aro. La alegría de su juego contagió a sus compañeros que se coordinaban para realizar un baloncesto de transiciones rápidas y espectaculares. Acababa de nacer el showtime, nombre con el cual se conocería el juego de los Lakers durante más de una década y que se sostendría sobre la superlativa técnina de Magic Johnson. Nunca se había visto antes a un jugador tan alto guiar contraataques con tanta precisión y velocidad.

Magic Johnson durante su temporada rookie en 1980

Magic Johnson durante su temporada rookie en 1980

Con un juego vistoso y efectista los Lakers alcanzaron las sesenta victorias y finalizaron la temporada regular como primeros clasificados de la Conferencia Oeste. Magic obtuvo unos promedios de 18 puntos, 7.7 rebotes y 7.3 asistencias además de ser seleccionado para participar en el All Star Game. A sus veinte años había completado una temporada excepcionalmente prometedora y las eliminatorias por el título pondrían a prueba el nivel del rookie.

Camino a la gloria

Por primera vez en varios años, los Lakers partían como favoritos a alcanzar las finales de la NBA y esta vez no defraudarían. Tras eliminar con facilidad a los Phoenix Suns (4-1) y a los Seattle Supersonics (4-1) liderados por un colosal Kareem Abdul-Jabbar (recientemente nombrado por sexta vez como jugador más valioso de la liga, imponiendo un récord que se mantiene hasta nuestros días) Los Angeles Lakers se plantaban en sus primeras finales desde 1973. Su rival serían los Philadelphia 76ers, que comandados por el espectacular Julius Erving habían impedido un esperado reencuentro al eliminar en la final de conferencia a los Boston Celtics del omnipresente Larry Bird (el de Indiana ya había tenido un encontronazo con Magic Johnson durante la temporada regular, cosa que era bastante común en Larry). La final se presentaba como el duelo definitivo entre los dos jugadores más dominantes del momento: Kareem Abdul-Jabbar y Julius Erving, el “Doctor J”.

El primer partido de las finales se decantó del lado de los angelinos gracias a una nueva exhibición de Kareem, que se fue hasta los 33 puntos, secundado por un gran Magic Johson que se quedó a una asistencia de firmar un triple doble. En el segundo partido, los Sixers obtuvieron una cómoda ventaja y a pesar de la reacción final de los Lakers, Philadelphia empataba la serie antes de disputar el tercer partido como local. Kareem lideraría a su equipo a la victoria en el Spectrum de Filadelfia devolviendo la ventaja a los Lakers. El cuarto partido será siempre recordado por la jugada que protagonizó ese dios del aire al que llamaban Doctor J saltando con un reverso desde detrás del tablero. Jugadas legendarias aparte, los Sixers empataron la serie antes de volver a Los Ángeles para el quinto partido. Aquel fatídico y heroico quinto partido.

Kareem Abdul-Jabbar realizando su característico sky hook frente a los Philadelphia 76ers | Vía achievement.org

Kareem Abdul-Jabbar realizando su característico sky hook frente a los Philadelphia 76ers | Vía achievement.org

La igualdad fue máxima desde el primer minuto en el Western Forum de Los Ángeles. Kareem, una vez más, llevó el peso de su equipo hasta que en el tercer cuarto, pero tras pisar al escolta de los Sixers Lionel Hollins, su rodilla sufre un esguince. El pívot de los Lakers se retira lesionado y Magic Johnson asume las responsabilidades ofensivas para que Philadelphia no se escape en el marcador. En mitad del último cuarto Abdul-Jabbar vuelve a la pista soportando el dolor de su rodilla y anota catorce puntos más, para un total de cuarenta, certificando una victoria que sitúa a su equipo con un marcador global de 3-2 en la serie final. El equipo se sitúa a una sola victoria del campeonato pero nadie se atreve a celebrarlo: la lesión de Kareem es más grave de lo esperado y una vez que se ha enfriado su rodilla es incapaz de abandonar el pabellón sin la ayuda de unas muletas. Los Angeles Lakers afrontan el momento más decisivo de la temporada y no pueden contar con su estrella. La moral se desmorona en un vestuario que sabe que su líder es el máximo responsable de cada uno de los triunfos en la serie final. Los jugadores más veteranos se concentran para una nueva batalla con escepticismo, sabiendo que nadie apuesta un duro por ellos. Esos mismos escépticos son los que escuchan una y otra vez las arengas del novato, el mismo que daba saltos de alegría tras la ya lejana primera victoria del curso.

El partido decisivo

Sí, al principio, Magic Johnson era el único que mantenía la fe. Desde que se confirmó la lesión de Abdul-Jabbar al finalizar el quinto encuentro, Magic no paró de repetirle a sus compañeros que ganarían el sexto en Filadelfia. Insistía en que no solo vencerían sin Kareem, sino que él se encargaría de sustituirlo. Magic Johnson iba a sustituir a Kareem Abdul-Jabbar. Los demás miembros de la plantilla creyeron que el rookie fanfarroneaba con la intención de despertar los ánimos del vestuario pero Paul Westhead, entrenador de los Lakers, escuchó las palabras de Magic y tomó una resolución que parecía inexplicable: le propuso comenzar el partido en la posición de pívot. Magic aceptó entusiasmado el desafío y se preparó para cumplir la decisión táctica más sorprendente jamás vista: el base titular jugaría de pívot en el partido más importante del año. Tan en serio se lo tomó Magic que, en el vuelo que trasladaba al equipo de Los Ángeles a Filadelfia ocupó el asiento de Abdul-Jabbar y cuando durante el viaje sus compañeros cuestionaban la decisión táctica, respondió con una frase que pasaría a formar parte de la leyenda del baloncesto: “Never fear, E. J. is here” (“No temáis, Earvin Johnson está aquí”). La confianza del novato había contagiado a todo el mundo. Los Angeles Lakers llegaban a Filadelfia listos para alzarse como campeones de la NBA.

Cuando en la mañana del 16 de Mayo de 1980 Magic Johnson se concentraba para disputar el partido más importante de su vida su reposo se vio interrumpido por una llamada del encargado de relaciones públicas de los Lakers. Acababan de publicarse los resultados de las votaciones del premio al mejor rookie de la temporada y Larry Bird (siempre Larry Bird) había sido el ganador. El enfado de Magic vino más por la gran diferencia de votos que por la derrota en sí (Bird había recibido 63 votos y Johnson únicamente tres). Estaba decidido, esa misma noche substituiría a Kareem desde el salto inicial, ganaría el campeonato de la NBA y demostraría a todos esos periodistas que Larry Bird no era mejor jugador que él.

Llegado el momento de la verdad se produjo aquella imagen para la posteridad. Magic Johnson se dirigió al centro de la pista para disputar el salto inicial con Caldwell Jones, pívot de Philadelphia. Los jugadores de los Sixers se lo tomaron como un chiste, una broma. Magic sonreía antes de que el árbitro pusiera el balón en juego: no era un chiste, era un truco de magia. Johnson perdió el salto inicial, como era de esperar, pero desde ese momento comenzó la que sería una de las mayores exhibiciones del deporte de la canasta. Magic anotó canastas de todos los colores y desde todas las distancias, castigando con velocidad a los jugadores más altos y mostrando su repertorio de recursos técnicos para engañar a los jugadores más rápidos. Nadie pudo pararlo esa noche en la que había comenzado de pívot y terminó una vez más jugando de base. Aquel rookie de veinte años había atacado y defendido en las cinco posiciones que el baloncesto conoce en una actuación sin precedentes. Se podría decir que sólo un jugador tan completo como él era capaz de dominar un partido en cualquier parte de la cancha como lo había hecho esa noche, en el partido más importante del año. Los Lakers vencieron 123-107 y el trofeo Larry O’Brien adornaría las vitrinas del museo de Los Ángeles. Magic terminó el partido con 42 puntos, 15 rebotes, 7 asistencias y la sensación de haber completado una hazaña irrepetible. Esta actuación decisiva le permitió ser nombrado MVP de las finales cuando todavía tenía la consideración de rookie, hito que nunca se había producido, no se ha producido desde entonces y probablemente no se vuelva a repetir jamás. Había alcanzado la cima del baloncesto mundial y aún le faltaban cuatro meses para cumplir la edad que le permitiría consumir legalmente el champán que bañó aquella larga noche. A la mañana siguiente la portada del diario “Los Angeles Times” acertaba a resumir la hazaña en un titular: “It’s Magic”.

Portada del diario "Los Angeles Times" | vía "Magic & Bird - A Courtship of Rivals"

Portada del diario “Los Angeles Times” | vía “Magic & Bird – A Courtship of Rivals”