Vomitar cerebros

Desde que salí de la casa de mis padres para conocer mundo y comencé a cruzarme con la gente de los países donde viví, aprendí una regla que resiste a cualquier prueba de comprobación que le hago: en todos los lugares siempre hay un gilipollas.

De todas las clases de gilipollas, la peor es la de los gilipollas ignorantes. Ser ignorante es una decisión terrible que hacen por lo general personas que no se dan cuenta de varias cosas. Entre ellas están la buena suerte de vivir la vida que tienen y mala suerte de ser unos perfectos imbéciles.

Durante el tiempo que he vivido en Londres he conocido a un sorprendentemente alto número de personas que llevan en esta ciudad varios años y ni siquiera han aprendido inglés. Uno se pregunta cómo es posible. El esfuerzo para conseguir la gesta de estar en el extranjero sin al menos hablar lo básico de su lengua es tan gigantesco que no merece menos que quitarse el sombrero y aplaudir su analfabetismo. A veces hasta me dan ganas de invitarles a beber algo para que me cuenten cómo lo hacen. Exige tantísimo esfuerzo y dedicación que creo que sería más fácil que esa persona vomitase su propio cerebro.

vomitar cerebro

Todos los días debes levantarte pensando en no hablar con extraños más de lo necesario. Es importante que te metas en la cabeza que sólo debes relacionarte con gente de tu propio país. Si te encuentras extrañamente sociable algún día hasta puedes darte el capricho de ampliar ese grupo a la gente de otros sitios que compartan tu mismo idioma. Pero no demasiado: nunca se sabe qué ideas raras pueden meterte dentro de esa bella cabeza tuya ideada por Dios para llevar un fantástico peinado. No puedes aceptar ningún trabajo a no ser que todos tus compañeros, o al menos la mayor parte, sean del lugar de donde naciste. Y si el DNI de tu jefe tiene los mismos colores que el tuyo, bingo. Y lo más importante: no salgas nunca de tu comunidad. Sólo para sacarte la foto de turno bajo el London Eye o el Big Ben.

Odio pocas cosas y con poca intensidad, pero ésta en especial me hace sentir casi tanta rabia como indignación. Hace que se me aprieten los dientes, cierre los puños y que me salga un grito que nace desde la boca del estómago.

¿Es que la gente no lo ve? Es muy simple: ser parte de una sola cultura no es suficiente porque da una visión cerrada del entorno, la cual nos limita como personas. Impide que nos conozcamos a nosotros mismos mejor, con todo lo que eso significa. A más gente diferente conozcamos, más sabios nos haremos, más respetuosos nos volveremos y más veneraremos lo que somos y lo que tenemos.

No creo que nadie con sentido común piense que esto es una locura, pero si lo hay, hay otra regla que aprendí viajando: a más a tomar por culo te vayas y a más gente loca conozcas, mejor te lo pasarás. Sólo por eso creo de veras que vale la pena al menos aprender un idioma.