Rober Bodegas: “Está bien poder soltar en el escenario lo que abajo no dirías porque suena maleducado”

Apenas medió palabra desde Callao hasta la cafetería. Siendo domingo y a juzgar por la botella de agua que pidió más tarde, uno podría pensar que aquello se debía a una resaca de tres pares de narices, pero es que Rober Bodegas es una de esas personas sorprendentemente tímidas. Por fortuna, una vez encendida la grabadora pareció como si se hubiera subido al escenario, aunque la timidez solamente la aparcó a ratos y contestó a cada pregunta con la misma candidez que inspiraba aquel estudiante de arquitectura que un día llegó desde los bares a la televisión para convertirse en el Rey de la Comedia.

Cristina Bartolomé |©

© Cristina Bartolomé

¿Cómo se pasa de la UDC a TVE?

Pues yo estaba estudiando y hacía monólogos, y cuando convocaron los casting de El Rey de la Comedia los colegas me animaban a que fuera y yo decía “para qué voy a ir ahí”, porque en ese momento con los monólogos me pagaba el piso y eso pero en realidad yo creía que iba a ser arquitecto, interiorista o algo de eso (risas). Entonces pensaba “ahora voy a ir y de repente si me cogen, voy a tener que decidir a qué me voy a dedicar y me da mucha pereza eso”. Era como “no me hagas pensar, yo estoy bien así y luego cuando acabe la carrera ya veré que hago”. Pero al final me llevaron medio obligado. Me llamaron un día y me dijeron “oye, vente mañana a esta hora”, y fuimos al casting de León que era la convocatoria más cercana, porque los de Galicia ya habían pasado. Y así fue como pasé de la UDC a TVE.

¿Y recuerdas el primer monólogo que hiciste?

Sí, sí, sí, lo recuerdo muy bien (sonríe). Fue en un bar de A Laracha, el Pub d’Antón, que es un sitio que tiene una programación muy buena y hacían un concurso de monólogos. A mí me molaba ir a ver cuentacuentos como Carlos Blanco, Cándido Pazó o Quico Cadaval, además, ese año empezó en la tele El Club de la Comedia y le escribí un monólogo a un colega que era el típico simpático del grupete pero luego se rajó. Yo no, yo era muy tímido, pero al final dije “pues lo hago yo, así como prueba de superación, a ver si me atrevo a subirme ahí” y fue horrible. Me quedé en blanco, nadie se rió, la gente me miraba muy seria y además estaba muy nervioso. Encima me tocó actuar de cuarto, los dos primeros eran muy buenos y yo bebía copas para tranquilizarme (risas). Luego subí al escenario medio borracho y al final solté el texto pero sin ninguna gracia y con voz temblorosa. Un desastre. Lo hubiera dejado ahí, pero había un tío allí que me dijo literalmente “es una pena que seas tan malo porque el texto es muy bueno. Si me lo hubieses dado en un folio me hubiera reído, pero contado por ti no”.

Qué duro…

Duro pero al mismo tiempo positivo, porque me dijo que tenía una sala en Coruña, que iba a hacer un concurso de monólogos y que debía aprender a tranquilizarme y ensayar un poco porque si lo hacía bien iba a molar. Y yo no quería ir pero el tío me insistió mucho, me llamaba, y al final le dije que no, pero un día antes me dijo “oye tienes que venir porque un tío me ha llamado que no viene, así que vienes tú”, y dije venga, ya que ha insistido tanto voy. Y llegué allí más tranquilo, me sabía mejor el texto, pasé una ronda, pase otra ronda y no gané pero llegué a la final.

El tipo tenía buen ojo. ¿Sigues teniendo contacto con él?

Sí, lo he visto más veces, pero cerró el bar y se fue a vivir a Ibiza. Hemos hablado de vez en cuando por email y le dediqué El Rey de la Comedia cuando gané.

Y después de aquello, de todo el tiempo que llevas trabajando en el mundo de la comedia, ¿cuál ha sido el momento más complicado?

Creo que debutar en Sé lo que hicisteis, porque era una cosa completamente nueva para mí. El Rey de la Comedia eran monólogos, algo que ya hacía, pero esto era diferente. Sentarte en una mesa a leer un guión que no has podido memorizar porque se ha escrito ese mismo día, leerlo en un prompter sin ensayar, y encima al lado de gente que una semana antes yo veía en mi casa y flipaba. Es como si te mola el fútbol, estás viendo al Barça y de repente te timbran y te dicen “baja que vas a jugar con Messi ahora” y dices tú “joder, no sé, me viene grande esto”. Lo pasé mal porque sentía que no tenía tablas suficientes y además fue todo muy precipitado. Alberto Casado y yo empezamos a la vez y entramos sin ensayar, el director dijo “tenéis todo el verano para aprender, no os preocupéis, ya iréis mejorando”. Pero fue complicado.

¿Y cuando lo dejaste también lo fue?

Sí. Me fui principalmente por una cuestión de honestidad conmigo mismo. Aquello ya era más un magacín que un programa de humor y como yo soy humorista decidí que no podía estar haciendo aquello porque no era comedia. En un mes se fue Ángel, se fue Alberto y me fui yo. Decidí que prefería hacer humor aunque fuera arrastrándome por los bares y ganando menos. Fue una cosa romántica, no sé si fue un error, pero está hecho y no me arrepiento.

Luego los tres hicisteis eso que recomiendan tanto para salir de la crisis: emprender. Montasteis solocomedia.com. ¿Cómo fue la experiencia?

Para nosotros como negocio fue un fracaso, perdimos dinero y por eso no existe a día de hoy. ¿Ventajas? Aprendimos mucho. Sabemos que negocios no funcionan (risas). Pero estuvo guay. Como lo hacíamos todo nosotros aprendimos producción, dirección y un montón de cosas más. Escribimos mucho y yo mejoré en ese aspecto. Quedó ahí un trabajo que, más allá de que no hayamos conseguido sacarle dinero, es chulo, lo ha visto mucha gente y le ha gustado. Pero vamos, que a nivel de negocio… mierda. Como emprendedor, cualquier otra actividad mejor que esa.

Cristina Bartolomé | ©

© Cristina Bartolomé

Ya que hemos tocado el tema económico, desde la subida del IVA en cultura, ¿se nota que a la gente le cuesta más dejarse los cuartos?

Se nota un huevo. Primero porque se pasaron con el porcentaje y segundo porque la gente no tiene un pavo y tú no puedes poner las entradas más caras porque te hayan subido el IVA. Entonces, lo que haces es decidir ganar menos para que las entradas sigan costando lo mismo. Al final te montas una actuación y de una entrada como las de mi última gira por Galicia, que costaban entre 8 y 10 euros más o menos, empiezas a restar SGAE, servicios de entradas y otras contribuciones y ya te queda la mitad, y con la otra mitad tienes que alquilar la sala, hacer publicidad, pagar a tu representante, intentar ganar algo tú y pagar a los técnicos. Entonces cada vez es más difícil ganar pasta.

Vamos que el negocio está chungo…

Sí, y es importante que la gente lo sepa, porque imagínate, vas a un teatro, ves 200 personas y piensas “joder, este hijo puta, a diez euros por cabeza… 2000 pavos”, y es como “no, espera, que empiezo a restar”, y si de esos 2000 te llevas 300 pues ya lo estás haciendo más o menos bien. Pero es que eso es lo que te puede costar ir de Madrid a Vigo, pagarte el hotel, la comida y demás. Es complicado, y eso que nosotros no tenemos más gastos, pero imagínate una compañía de teatro. Esto también explica la sobrecarga de monólogos que hay ahora mismo en la programación, que para nosotros mismos es contraproducente, pero es que en este momento, tal y como están las cosas, los cómicos somos los únicos que nos podemos arriesgar, porque lo peor que te puede pasar es que hagas el viaje para nada, pero sería muy raro.

Aunque cuesta, llenar teatros es bonito pero, ¿no tienen más encanto los bares?

Sí. Por ejemplo hoy tengo función en la Chocita del Loro y hay dos salas, la principal que es como un teatro con mesitas, tipo cabaret, y la segunda que es como un bar con un escenario pequeño y tienes a la gente muy cerca. Yo estaba en la primera y pedí cambiarme a la segunda porque disfruto mucho más, tengo a la gente a un metro y puedo mirarla a los ojos y decirle “esto te lo estoy contando a ti”, y cuando estás en la otra, con el escenario tan alto estás hablando a todos y no estás hablando a nadie, y creo que aunque solo hable yo en la sala pequeña hay comunicación por las dos partes. Cada vez disfruto más los aforos pequeños.

A eso quería llegar, a la esencia de los monólogos en sitios pequeños.

Yo noto que funcionan mejor y como no me importa currar, que hay a quien le da más pereza hacer dos funciones, que me da igual porque me lo paso bien, prefiero hacer dos pases en una noche si lleno. O en vez de ir un día a un sitio, ir tres. Pero eso, estar en sitios más pequeños. Además, también te cubres las espaldas si no va bien la cosa. Si actúas en un teatro de 600 personas y vendes solo 80 entradas va a ser frío incluso para el espectador, que va a estar ahí como diciendo “qué poca gente, esto es que no debe estar muy bien”. Pero si te vas a un sitio con un aforo de unas 200 personas, ya sería casi media entrada y se vería más o menos lleno.

En Galicia notarás el aumento de asistentes.

Hombre, evidentemente a mí en Galicia se me conoce más y me puedo permitir actuar en más sitios. Al final, en el resto de España solo vas a capitales de provincia, pero allí me conoce mucha más gente por Estrella Galicia o por lo que sea, o porque también caí más en gracia en el Rey de la Comedia para los gallegos que para un tío de Alicante, por ejemplo.

Eres da terra

Claro, entonces en Galicia tengo la suerte de que puedo actuar no solo en Coruña, Vigo, Ourense, Pontevedra, Lugo, Santiago y Ferrol, sino también en Carballo, Vilagarcía, Ribadeo… en todos esos sitios más pequeños que también tienen su teatrillo. El otro día estuve en Negreira, estuve en Celanova, voy a Ribadavia… ¡y mola! Mola porque yo creo que he estado en todos los lugares de Galicia ya. ¡Me la he pasado! (risas) Tengo como una compostela de actuar por pasar por casi todos los pueblos.

Ya que mencionas la compostela, en verano hiciste el Camino con Alberto Casado. Ahora volvéis a Santiago a representar Entremeses en la Zona C del 31 de octubre al 2 de noviembre, ¿qué tal lo de compartir escenario?

Al principio me acojonaba porque en un monólogo si tengo un lapsus me dejo tirado a mí, pero si lo tengo aquí dejo tirada a otra persona y eso me asustaba más, entonces la exigencia es mayor. Y luego mola porque Alberto es de mis mejores amigos y lo malo de ser cómico es que vas solo a todas partes, entonces ir con un colega está bien para irte luego a tomar unas cañas y todo eso. Vamos, que el escenario es lo de menos, lo bueno es tener compañía para luego (risas).

¿Y qué destacarías de este show?

Lo más interesante de Entremeses para mí es que es ficción. En el monólogo hay un personaje, pero eres tú contando tus mierdas. Esto es una oportunidad de llevar el humor absurdo de algunos personajes de Solocomedia al directo. Son como obritas de teatro mezcladas con comedia, entonces es otro registro, una cosa nueva. Es un trabajo más de actor.

¿Más de actor? Le das a todo. De estudiante de arquitectura a cómico, de cómico a actor… ¿y qué hay de tu faceta de pinchadiscos bajo el alias de Dj Petardísima? ¿De dónde sacaste ese nombre tan de drag-queen de extrarradio?

Eso ya no existe eh.

Pero existió.

Pero existió muy poco. Durante un año o así. Pinchaba música muy hortera y usé ese nombre un par de veces, pero lo puse en un blog que tenía y entonces la gente cuando busca algo sobre mí, encuentra eso, le llama la atención, me lo dice y… tengo que borrar esa mierda. Porque realmente si fuese algo representativo de “pues sí durante tres años usé ese nombre y llené todos los clubes o todos los festis”, pues vale, pero fue un nombre que utilicé para pinchar en tres fiestas, me hacía gracia y lo puse.

Pero la música era hortera hasta qué punto.

Pues había de todo. Ponía mucha música yeyé, española de los 60, algo de beat, versiones raras de los Rolling Stones en castellano… Cosas que hay por ahí muy rebuscadas de cuando empezó el rock en España que se hacían versiones de todo. Y luego canciones horteras de las de toda la vida. Sopa de caracol y cosas de esas. Todo así muy guatequero.

Elena Fernández |©

© Elena Fernández

Y con estas facetas tan variopintas, ¿dónde dejas la timidez cuando subes a un escenario? Porque tímido eres.

Sí. Jo… muchos cómicos somos muy tímidos eh. Están los típicos que eran el simpático de la clase desde pequeños, o los del extremo de tío más bien timidillo. Del 100%, cuarenta son de un lado y cuarenta del otro, luego el 20% pues son gente normal (risas). No sé, yo creo que precisamente por ser tímido está bien tener un día a la semana dos horas para soltar en el escenario lo que abajo no dirías porque suena maleducado, para mandar a la gente a la mierda, para cagarte en la puta…

Es como una terapia de choque.

Sí, de hecho, el personaje con el que empecé los monólogos que decía las cosas con cierta retranca pero de una manera muy inocente, se está volviendo un personaje cada vez más agresivo, más loco… Voy ahí a desahogarme y suelto las mierdas que me cabrean y que me pasan durante la semana o en general. Es todo muy cotidiano. Por ejemplo de un día que me cabreé en el aeropuerto porque me pasó algo pero no le pude decir a la tía del escáner “eres una hija de puta”, pues piensas “no te lo puedo decir aquí, pero el domingo lo diré en el teatro y lo oirán más personas que si te lo digo a ti”, y ese tipo de cosas (risas).

También sirve como medio de venganza entonces.

Igual que Twitter a veces. Como se supone que quien está ahí es mi personaje y no yo, pues puedo decir que algo me parece una mierda y en persona pues a lo mejor no lo diría. Si te presentan al creativo de un anuncio pues seguramente no le dirías “ah pues he visto tu anuncio y me parece una mierda”, porque estaría fuera de lugar si el hombre no te ha pedido tu opinión, pero en Twitter a veces eres un troll hijo de puta y es como “eh, no sé quién eres ni si me estás leyendo, pero si me lees que sepas que tu trabajo es mierda”. Supongo que no está bien, pero hecho está.

Hablando de trolear, ¿cuál es la excusa más tonta con la que te han parado por la calle?

Alguna vez me han parado para decirme que me parezco a mí. Un día en Gijón me paró un tío para decírmelo y le dije que no sabía de quien me hablaba, porque a veces te sueltan “ah pues es un gilipollas que salía en la Sexta” y otras te dicen “nada, es un tío que mola un montón”, entonces es una manera de hacer tu propio estudio de mercado. También me dijo que me iba a dar un consejo para cuando me lo dijeran porque él también era igual que un jugador de baloncesto y a veces le paraban, que luego lo miré y no se parecía una mierda, además el tipo debía medir 1,60, que ya solo por eso, aunque tuvieras la misma puta cara, con un tío que mide dos metros nadie te va a confundir. Bueno pues me soltó “cuando alguien te pare y te diga que te pareces a Rober Bodegas, tienes que decir que no eres porque no está bien mentir, pero decirles que si quieren hacerse una foto de recuerdo”. ¿Por qué? ¿Para enseñarla y decir “mira, tengo una foto con un tío parecido otro tío”? No sé, hay gente muy rara (risas).

Desde luego que la hay, por eso quiero saber si alguien te llama Roberto.

Pues…

¿Tu madre cuando se enfada?

No, mi madre ya hace mucho que no se enfada conmigo. Desde que no vivo en casa no se atreve, porque cree que si me enfado no voy a volver o que la voy a castigar sin ir un mes a verla o algo así. Pobrecilla. En los seis años que llevo aquí no se ha enfadado nunca conmigo, pero es que yo también me porto bien eh (risas). Y Roberto… no sé, me lo llaman en sitios como el dentista o la DGT, que pides cita, estás esperando y dicen “¿Roberto?” y dices “soy yo”. Pero si no, la gente me llama Rober, Bode, Bodegas… Roberto no me lo llama nadie yo creo, pero no me enfado si me lo llaman, se me hace raro, pero todo es acostumbrarse.

¿Y no ha habido gente que pensara que lo de Bodegas tenía connotaciones secundarias?

Sí, ha habido gente que ha llegado a pensar que era una manera de tirarme el rollo en plan “Bodegas, el tío que está siempre bebiendo”. Pero vamos, mucha gente piensa que es apellido, de hecho Cuando hice la gira con Estrella Galicia me sacaron 30 billetes de avión con el nombre de Roberto Bodegas y luego no valía ninguno, porque claro, mi apellido es Fernández. Lo de Bodegas es porque mi familia tiene una bodega y en Carballo somos ‘los bodegas’.

Cambiando de tema, quiero preguntarte sobre un topicazo: el acento. Mucha gente está convencida de que a veces lo que hace gracia es el acento. Para un humorista, ¿es una ventaja o es un hándicap?

Yo creo que no es ni una ventaja ni un condicionante. El humor que hago tiene mucho contenido,  la gracia no está en las expresiones ni en la interpretación, está en que lo que tú estás relatando es una reflexión que de por sí es graciosa. Más o menos todo lo que yo cuento funcionaría igual relatado por un tío de Madrid, de Cáceres o de Barcelona. Incluso por escrito. También es verdad que puede suponer un contraste que puedes utilizar a tu favor, pero no creo que al que le guste o no lo que cuentas sea por mérito o demérito del acento.

¿Y qué consideras que es lo más importante a la hora de hacer reír a los demás?

Creerte lo que estás contando. Cuando empezaba a hacer monólogos, con unos 20 años, escribí uno sobre mi hijo, el cual no tenía. Si ahora hablase de que tengo un nene la gente se lo podría creer sin más. A ver, que con 20 es físicamente posible tenerlo, pero queda raro, es como “¿aún no tienes mucha barba y ya tienes un hijo?”. Al final, tú puedes salir y contar que te han abducido los extraterrestres y que has estado en su planeta, que si sales muy convencido unos dirán “hostia, pues lo han abducido” y otros dirán “vaya puto loco”, pero la sensación que tiene que tener el público es que tú crees lo que dices. Hay cómicos que están contando algo y cuando quieren soltar algo más sorprendente dicen “y esto que voy a decir es verdad”, y a mí no me gusta nada eso porque es como si anulara el resto. Si tú dices “esto es verídico” es como “ah, y el resto no cabrón” (risas).

Por último, tú que eres un tío con estilo…

Hostia, qué bonito.

¿Sabes qué estampado se va a llevar esta temporada? (risas)

Jo, pues no te sabría decir porque como ha hecho bueno no he ido todavía a hacer las compras de temporada… Suelo ir a la tienda de un colega que me hace un poco el trabajo que hacía yo antes de leer revistas y blogs, aunque de vez en cuando los miro, pero llego allí y me pone al día. No sé qué se va a llevar, dentro de una semana lo mismo sí, pero creo que los estampados se llevan porque veo por ahí a las tías con los leggins estampados…