¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
Hace poco que he vuelto de Galicia y hay algo que no sé si me sorprende más que me acojona, o al revés. Todo comenzó cuando en medio del caos y el desconcierto que supone volver a casa y deshacer maletas y cajas de un volumen tal que parece que has estado un siglo fuera, se me ocurrió incrementar la morriña y la resignación de no tener como volverme para arriba leyendo la carta de motivación que escribí para pedir el cambio de facultad.
Tras releer semejante documento insólito en el que parece que las palabras habían sido cuidosamente juntadas por alguien sensato, me quedé pensando si era normal que los motivos para irme siguieran siendo los mismos después de haber vuelto. Una de dos, o estaba muy en lo cierto o sigo estando muy equivocada.
Vine a comprobar que en Madrid hay de todo y no tenía que salir fuera a buscarlo
Entre los argumentos que exponía, estaba uno que me trae de cabeza y que he explicado a lo largo de estos últimos meses como unas quinientas veces, más o menos equivalentes a aquellas en las que me han preguntado: ¿y qué hace una de Madrid en Galicia? Siempre después de descartar que no estaba haciendo el Camino de Santiago, cuando estaba en la capital de Galicia, o de camino a unas vacaciones en Sanxenxo, si es que me encontraba en la de las Rías Baixas o alrededores. Pues bien, ese argumento era uno que bien podría resumirse en la frase “vengo a comprobar por mí misma que en Madrid hay de todo y de verdad no tengo que salir fuera a buscarlo”.
Después de muchas conversaciones, unas más intensas e interesantes que otras porque tiene que haber de todo en la viña del Señor, decidí acortar mis explicaciones. En muchos casos éstas eran inútiles, porque supongo que no hace falta que a estas alturas venga yo a contaros que hay gente con la que mantener una un diálogo es igual que mantenerlo con una silla, con todos mis respetos a esta última y a sus limitadas capacidades intelectuales y oratorias. Finalmente opté por la frase “es que en Galicia se vive muy bien”, que dicho sea de paso, ningún valiente se ha atrevido aún a rebatir y con la que consigo ahorrarme tediosos razonamientos además de frases ligeramente desagradables como “y a usted, ¿qué cojones le importa?”.
Existe el cliché del “madrileño colonizador”
Bueno, pues después de pasarme la mitad de los momentos de palique sobre mi estancia en Galicia pensando qué blasfemia sería la más adecuada para soltar al interlocutor en cuestión cuando me soltara alguna de las dos frases estrella “es que los de Madrid…” y “es que los gallegos…”, he aprendido que hay demasiada gente que barre para casa sin darse cuenta de que lo que está haciendo no es echar flores a su patria, sino toda la mierda posible. Presumir no es bueno, pero subestimar lo que se tiene tampoco. Al igual que no es aconsejable hablar tan bien de un sitio que parezca que te paga la Consellería de Turismo.
Hay un cliché con el que me he topado varias veces y es el del ‘madrileño colonizador’. A mí me entra la risa, me lo tomo a broma y ya está, pero es que claro, explícale tú a un gallego rándom que está acostumbrado a lidiar con madrileños repeinados y estirados que se creen dioses del mismísimo Olimpo que yo he venido a estudiar y a trabajar, lo que es popularmente se conoce como “sacarse las castañas del fuego”, y que me gustan su tierra y sus costumbres y por eso, entre otras cosas, estoy allí. Al final te acaban soltando la de “es que los madrileños que yo conozco no son así”. Claro, ni el 80% de los que conozco yo tampoco, majo. Entre otras cosas porque la mitad no tienen siquiera un 50% de sus genes de origen chulapo y sus familias vienen de pueblos tan rurales o más como los de Galicia, los cuales adoran en la mayor parte de los casos, razón de peso para no despreciar nada que se asemeje a esa cultura de “irse al pueblo” en la que estamos inmersos la mayor parte de los del centro de la Península. Pero es que claro, te das una vuelta por ciertos lugares en verano y te dan ganas de decirles cuatro cosas bien dichas a algunos veraneantes de la capital, y si puede ser en gallego para que les moleste aún más, porque haberlos, haylos, como las meigas.
En busca de la oportunidad que han dejado otros
Luego está el caso de los gallegos que creen que Madrid es la panacea. Es innegable que en Madrid hay de todo, que hay el doble de oportunidades, pero claro, tampoco se puede omitir la cara B de eso: también hay el doble, el triple, y hasta cuádruple si me apuráis, de gente al acecho detrás de cada una de ellas, porque os puedo asegurar que la cultura de “irse a Madrid” cala tan hondo por allí como lo hace en Madrid la de “irse al pueblo” cada verano.
La verdad, aún no sé por qué resulta tan extraño que alguien como yo, que lleva viendo la mitad de su aún corta vida cómo miles de personas ahorran para irse a la capital en busca de una oportunidad “en lo suyo”, quiera huir a toda prisa buscando a ver si los que se han venido han dejado algo en otro lado para él.
Foto de portada: Jorge Pan