Dickens y la educación en “Tiempos difíciles”

“Son los icebergs errantes que se dejan llevar por

cualquier corriente los que hunden barcos.”

 

Este fue un libro de esos que llegan a tus manos por casualidad. Un regalo de quien te conoce bien y sabe cómo acertar. A pesar de mi agradecimiento, empecé a pasar las páginas con el temor propio de no haber escogido la novela. Mi sorpresa fue grata cuando, a medida que pasaba las hojas, descubría una historia increíble, una reflexión acertada, un maldito regalo perfecto.

lacasavictoriana.wordpress

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“Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender”. Esa frase del propio Dickens define con precisión la esencia de Tiempos difíciles. El autor de Historia de dos ciudades y Oliver Twist nos regala una obra de prosa impecable que da para pensar mucho. Entre las reflexiones destaca la crítica que hay implícita sobre la educación. Dickens advierte de los peligros de formar espíritus acríticos, que leen libros de texto considerando que sólo contienen verdades irrefutables. Quizá en este caso cualquier parecido con la realidad no sea pura coincidencia, como se apuntaba en Compostimes recientemente.

Coketown es la urbe ficticia donde se desarrolla la acción. A pesar de que no existe, responde a todas las características típicas de una fría – no sólo por el clima – y gris ciudad industrial de la Inglaterra victoriana. Los poderosos hacen que el ambiente sea asfixiante. Están encarnados en el señor Thomas Gradgrind, director de la escuela local y en el señor Josiah Bounderby, propietario de la fábrica más importante de la ciudad. El docente enseña a sus alumnos amplias baterías de conocimientos que les presenta como indiscutibles. Así, elimina de su educación toda crítica o debate que pueda surgir. Para él la fantasía y la imaginación no tienen cabida, todo ha de ser lógico y útil. El empresario por su parte, busca su propio provecho y trata a sus empleados como los autómatas necesarios para asegurar su producción. La sociedad de Coketown es conformista y triste mientras los poderosos solo intentan perpetuarse en su poder.

 ¿Qué sé yo, padre- prosiguió Louisa con su tranquila manera de hablar- de gustos y fantasías, de aspiraciones y afectos, de toda esa parte de mi naturaleza en la que esas cosas tan ligeras podrían haber encontrado alimento?

Los caminos de ambos hombres se unen debido a la hija del maestro. Louisa se ha criado según las premisas de su padre y vive su vida adulta bajo el yugo de un esposo que huye de sentimentalismos. Así, la joven trata de obviar sus sentimientos y actúa más como una máquina que como una persona. No es feliz, no trata de serlo. Decide en función de lo que es más o menos conveniente, no de lo que quiere o no quiere hacer. Pero llega un momento en su vida en el que se da cuenta de la oscuridad en la que ha vivido sumergida y decide quitarse la venda. Dickens representa en la joven una sociedad enferma que debe reaccionar. Reflexiones que bien podríamos extrapolar a nuestro sistema.

La conclusión que saco tras la lectura es que formar espíritus críticos es imprescindible para una sociedad sana. No puedo negar que este libro ha sido un gran regalo y un mejor descubrimiento. Una lección de lo que luego encontré entre sus páginas. Regalar un libro es regalar una reflexión, una experiencia…es contribuir a crear un espíritu crítico.

Imagen de portada: verynicethings.es