Segundos congelados
En inglés, la palabra crash se utiliza tanto para describir un sentimiento de atracción como uno de decepción. Y crash, en todos los sentidos, es lo que Ben (Sean Biggerstaff) experimenta con Suzy (Michelle Ryan). Su primer amor, su primera ruptura. Cuando la relación termina, Ben empieza a preguntarse qué es el amor, si existe de verdad, y por qué es tan frágil y cambiante. Tampoco puede dejar de pensar en Suzy, ni sabe qué hacer para sentirse mejor. Tiene tantas cosas en mente que no es capaz de dormir. Lo único que Ben quiere es no pensar, que el tiempo simplemente pase, pero por culpa del insomnio se ve obligado a ser testigo del paso de cada segundo de cada hora.
Ahora Ben vive ocho horas más al día. Unas horas que decide vender a la cadena de supermercados Salisbury, aceptando un trabajo en el turno de noche. Allí conocerá a una serie de personas que, como él, lo único que quieren es que su turno pase lo más deprisa posible. Cada uno desarrolla su particular forma de combatir al reloj, su peor enemigo. Matt, Barry y Bryan (Michael Lambourne, Michael Dixon y Marc Pickering) intentan estar siempre ocupados en algo que no sea trabajar, desde carreras en patinete por el pasillo de los cereales a lanzamiento de envases de leche pasada. Sharon (Emilia Fox), cajera que hará que para Ben el recuerdo de Suzy esté cada vez más borroso, hace lo imposible por no mirar el reloj: sabe que cuanto más pendiente está de él, más tardan los segundos en pasar. Ben también descubrirá su propia forma de hacer que el tiempo avance más rápido: imaginar lo contrario. Que el tiempo se detiene. Y ahí, con el mundo congelado en el espacio entre dos segundos, Ben puede estudiar lo que le rodea.

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Cashback, película escrita y dirigida por Sean Ellis, utiliza la historia de Ben para reflexionar sobre el amor y la belleza. La cinta plantea que constantemente buscamos cosas que ya están ahí: solo hay que pararse y observar para encontrarlas. Es precisamente al detener el tiempo cuando Ben puede hacer esto: la realidad congelada, sin ser consciente de que está siendo observada, esperando ser capturada por Ben.
La película parte de un cortometraje del mismo nombre que Ellis crea en 2004, y que llega a ser nominado al Oscar. El corto se centraba en esta reflexión sobre la belleza que Ben es capaz de captar cuando el mundo está detenido, y Ellis lo convierte en largometraje completando la historia con diferentes piezas. Encontramos fragmentos de la infancia de Ben que ayudan a entender mejor al protagonista, las surrealistas situaciones que se dan en el supermercado, y la historia chico-conoce-chica entre Ben y Sharon. Esta última es la que más se desarrolla. A pesar de que la historia con la que se alarga la película es bastante convencional, está siempre presente la reflexión heredada del cortometraje, permitiendo a Ellis narrar una historia corriente de una forma muy original.

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Ellis quiere que el tema que prime en la película sea la reflexión sobre amor y belleza y la búsqueda de respuestas de Ben. Por esto, aunque existe una historia, no es una película con demasiada acción. Aunque esto hace que por momentos se haga larga y algunas escenas sean prescindibles, la película es entretenida, y al estar esa reflexión constantemente presente parece que estamos viendo algo que va más allá de “lo de siempre”. A esto ayuda el hecho de que esté narrada en primera persona: todo está desdibujado por la forma en la que el protagonista percibe la realidad. Sus reflexiones, su forma de ver personajes y situaciones.
A pesar de que Cashback es una película que puede gustar por muchos motivos (como la originalidad del planteamiento, los personajes secundarios, casi caricaturas o las escenas de la infancia de Ben entre otros ejemplos), es una cinta que ya merece la pena por su aspecto visual. Vemos la historia desde el punto de vista de Ben, su protagonista. Visualmente ocurre lo mismo: vemos la realidad tal y como la vería Ben. Y como él ve belleza en todo lo que le rodea, el espectador debe encontrar lo mismo en cada fotograma. Iluminación, fotografía, transiciones, juegos con el tiempo, color, todo aspecto está pensado para que, como Ben, seamos capaces de ver que la belleza está en todas partes, incluso en una bolsa de guisantes congelados esparcidos por el suelo.