Examen de septiembre
El año, en un continuo desafío a la simetría, nunca parte por su mitad. Por eso, septiembre es un mes que actúa como bisagra, doblando lo que parece continuo y poniendo fin a los meses en los que todo se detiene un poco más. Vuelve la rutina, a caballo entre la brisa del otoño y el último calor de un sol ya casi marchito, de temporada baja.
El mes de septiembre, con su toque abortista del verano, nos coge tan en bañador que solo nos queda pensar en que los últimos tiempos han sido una pesadilla producto de la insolación. Allá afuera, detrás de las colchonetas y de las últimas rocas de la playa, el líder del mundo libre se ha decidido a poner una muesca más en el gran revólver de la gran nación, tallándola con la medalla que le dieron unos suecos tiempo atrás por su perfecta sonrisa bienintencionada. Obama, como en una partida de Risk, ha cogido el manual de la guerra y se ha dado cuenta de que con gas no vale. “Esto ya sí que no”, debió decir el presidente muy airado a sus ayudantes. “Balas, misiles, cuchillos… lo que quieran, pero ¿gas? Ya no queda decencia”.
Obama pone un pie en Siria con ese suspense de película de terror de segunda en la que los protagonistas siempre hace lo que no deben, que suele coincidir con lo más ilógico. Con una política exterior que parece dirigida por Ana Botella, uno de los presidentes más carismáticos de todos los tiempos hace oídos sordos a la mayoría y empieza a engrasar a sus asesinos teledirigidos.
“Esto ya sí que no”, debió decir el presidente muy airado a sus ayudantes. “Balas, misiles, cuchillos… lo que quieran, pero ¿gas? Ya no queda decencia”.
Ya es septiembre, tiempo de exámenes y recuperaciones. Tiempo, además, de ordenar los papeles y ponerlos sobre la mesa para encarar lo que queda y lo siguiente. Sin embargo, primero habrá que encontrar los dichosos papeles, porque los hemos perdido hace tiempo. Ay, qué rutina más desconocida.