Dejar de ser “la esposa de…”
Revistas como la estadounidense Forbes nos dan a conocer cada año el nombre de las personas más adineradas del mundo. A través de “Forbes 20 under 25: young, rich & famous” (Lista de 20 menores de 25; jóvenes, ricos y famosos) o “The World’s Richest People” (Las personas más ricas del mundo), vemos competir las cuentas bancarias más opulentas del planeta. Esta sucesión de nombres nos sirven para comprobar la efectividad por sectores, por países o simplemente nos causan un enfrentamiento de emociones.

Fotografía extraída de @periodistadigit
Recientemente vivimos la inesperada muerte de una las protagonistas de estos inventarios, Rosalía Mera. En el año 2013 la citada revista la situaba en el puesto 195º de las mayores fortunas del mundo. Sin embargo, su nombre figuraba en otras muchas listas. La mujer más rica de España, duodécima de Europa y segunda self-made women del mundo. Cuanto más abrimos el campo a comparar menor es la posición, resulta bastante evidente, pero el último dato citado nos hace reflexionar en otra dirección. ¿De dónde proceden las grandes fortunas? Pues bien, aquí nos encontramos con otro dato no menos que curioso. En el caso de los hombres con rentas más prósperas del mundo, los primeros puestos son ocupados por grandes empresarios. Carlos Slim, empresario mexicano creador del grupo Carso, ocupa el primer puesto; Bill Gates lo sigue en segunda posición desde el 2009 tras donar el 30% de su fortuna a una fundación de la caridad; y el tercer puesto del pódium es para Amancio Ortega, ex marido de Rosalía Mera y cofundador del grupo Inditex.
En la actualidad, Rosalía Mera tan solo poseía 6,99% de las acciones, mientras que Amancio Ortega el 59,29%. Todo el mundo conoce el proceso de creación de la multinacional en 1963 como un fenómeno extraordinario, que creció desde la nada y se fue forjando poco a poco. Un esfuerzo conjunto, en el que no cabe la posibilidad de dudar acerca de la importancia del papel de Rosalía, quien empezó a diseñar y a coser desde los 11 años. Veintitrés años después el matrimonio se separa y ella queda como la gran perdedora. En numerosas entrevistas se le ha llegado a preguntar cómo se sobrepuso a ver reducida su imagen de tal forma, o si se ha llegado a arrepentir de dedicar tanto esfuerzo y años a una empresa que no trató de igual modo a sus dos cofundadores. Sin embargo, mostrando un elevado grado de sinceridad, se limitaba a contestar:
“No. Si no se hubiera roto nuestro matrimonio, yo sería la mujer de…”.
Echando la vista a su trayectoria una vez acabada la relación, nos damos cuenta de lo acertadas que fueron sus palabras. Además de convertirse en la presidenta de la Fundación Paideia Galiza, dedicada a la integración social de personas discapacitadas, llegó a ser una de las mayores accionistas de la empresa químico-farmacéutica Zeltia. Demostró que aún desvinculada de la multinacional y de su marido, su espíritu emprendedor era innato, sin necesidad de que su nombre fuera acompañado del de su pareja sentimental. Solo superada por Wu Yajun, dueña de una inmobiliaria china, se sitúa como dijimos en el segundo puesto de las self-made women más ricas del mundo. En esta lista la presencia femenina es de tan solo el 2%, es decir, frente a catorce mujeres que han logrado mil millones de dólares gracias a su propio trabajo, hay 655 hombres.
El resto de mujeres adineradas lo son debido a grandes herencias, como es el caso de la mujer más rica del mundo en 2013, Liliane Bettencourt, heredera de grupo de cosméticos L’Oreal. Sus 30.000 millones de dólares la colocan en el noveno puesto dentro del ranking de los más ricos del mundo. Una razón bastante clara que justificaría esta enorme diferencia entre sexos es la todavía reciente incorporación de la mujer al mundo laboral. A pesar de ello, casos como el de Rosalía Mera nunca acaban de verse esclarecidos e incluso para muchos siguen en tinieblas. Así se pudo comprobar en el tratamiento de su muerte por parte de los medios de comunicación. Mientras algunos hacían mención a sus proyectos personales y a sus manifestaciones a favor y en contra de proyectos políticos, muchos otros les pareció suficiente con la entrada al tanatorio de su ex marido Amancio Ortega. Se trata de reconsiderar, por unos segundos, el uso de la frase: “Esposa de…”.