Mi odisea burocrática
Dicen que en la vida hay que aprovechar el tiempo y las oportunidades, todavía más cuando se estudia Periodismo. Por eso, con todas las asignaturas de primero aprobadas decidí que quería coger experiencia. Quería hacer prácticas en algún periódico. En Coruña tampoco es que haya mucha variedad, pero algo hay. Lo complicado es que busquen a gente de primero. Mis sesenta créditos poco podían hacer contra esos currículums cada vez más extensos de quien ya acabó la carrera y puede que algún máster. Pero había que intentarlo. Lo bueno de mandar correos es que es gratis. Así que en mayo, me dediqué durante unos días a pedir (muy insistentemente) un hueco en la redacción de el periódico que fuese. O incluso ser la chica de los cafés, que mirando se aprende más de lo que parece. No tardé en recibir respuesta del Ideal Gallego, de los demás aún sigo esperando.
Llamé al número que me indicaban en el e-mail y me contestó una chica muy amable. La semana siguiente me llamarían para entrevistarme con el director. “Y luego ya veremos”, me dijo. Hasta ahí todo perfecto, no me podía creer que fuera tan fácil. No lo fue. Llegó la semana en la que me iban a llamar pero no lo hacían. Pasó el lunes, el martes…llegó el viernes. Nada. Llamé yo. Le pregunté a la chica amable cuándo tenía que ir a hacer la entrevista. ¿Su respuesta? “No hace falta entrevista, te cogemos directamente. Te mando un convenio por correo, que te lo firmen en tu facultad y ya empiezas”. No me lo podía creer, solo quedaba firmar un simple papel y a trabajar (sin cobrar, claro). “Qué sencillo”, pensaba…pero no.
Y así, empezó lo que yo llamo mi odisea burocrática. Si buscáis burocracia en la RAE, os dirán en la entrada número uno que es una organización regulada por normas que establecen un orden racional para distribuir y gestionar los asuntos que le son propios. Pero si seguís leyendo, en la entrada número cuatro os dicen la verdad: Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas. Yo la definiría como el arte de convertir algo sencillo en algo increíblemente complicado. Con toda mi buena intención me dirigí al decanato de mi facultad. Le expliqué a quién estaba allí que necesitaba un convenio de prácticas para trabajar en ese periódico. “Pero mira, el plazo de pedir las prácticas ya acabó”, me dijo. Le expliqué que esto era diferente, que ya me habían cogido, solo necesitaba el convenio. Me pidió mi nombre. “No apareces en la solicitud de prácticas”. Tardó en entender que me las habían dado sin solicitarlas en la facultad. Y es que parece mentira pero se pueden conseguir cosas sin seguir los procedimientos estándar. Aunque esta no es una de esas cosas. Tras media hora buscando en el ordenador le dije “No creo que yo aparezca ahí, soy de primero”. Dejó el teclado. Me miró. “¿Cómo que de primero?”. “Sí, de primero”. “Entonces no puedes hacer prácticas”.
Dejó el teclado. Me miró. “¿Cómo que de primero?”. “Sí, de primero”. “Entonces no puedes hacer prácticas”.
Y es que hay una norma que impide que quién no tenga el cincuenta por cien de los créditos de la carrera no puede solicitar plazas para prácticas con la facultad. Yo lo sabía, por eso no las solicité. Pero esto era distinto. Si los del periódico me cogen, ¿Qué problema había con firmarme un papelito? Parece ser que había un gran problema y unas cuantas normas en mi contra. Vino otra mujer, el decano, llamamos a los del Ideal Gallego, hablé con la chica amable, con el director…Pero no había manera. Los del decanato no podían firmarme el convenio y los del periódico no podían cogerme sin convenio.
Cuándo volvía en tren a Coruña, con mi convenio sin firmar, puse la radio. E, ironías del destino, sonó un anuncio del Ideal Gallego que acababa con un: “El Ideal Gallego, para ti”. Para mi no, pensé. Pero pese a todos los procedimientos y papeles volveré a intentarlo el año que viene. Me niego a creer que si me quieren coger no pueda entrar por culpa de las normas de mi ya no tan querida facultad.
En el amor, la guerra y las prácticas de empresa, todo vale.