La desconexión vital de La paloma

Patrick Süskind
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Es Patrick Süskind (Ansbach, Baviera, 1949) un escritor esquivo, poco fotografiado y que rara vez concede entrevistas. No entra su forma de ser dentro del estándar de la mayoría de escritores, y mucho menos de los de best-sellers. Sin embargo, su obra más conocida, El perfume (1985), ha sido traducida a más de 40 idiomas, llegando incluso al cine. La popularidad de Süskind está atada a El perfume, que lo lanzó a un estrellato que rechaza.
Pero Süskind no es solo esta obra. Dos años después, en 1987, publicó una novela corta, La paloma, que si bien no alcanzó la popularidad de El perfume, no se queda atrás en lo que respecta a calidad.
La paloma plantea mucho en muy pocas páginas. El protagonista de la obra es Jonathan Noel, un cincuentón solitario cuya única pretensión es transitar por la vida sin hacer mucho ruido. Es Noel uno de esos hijos de la Segunda Guerra Mundial, circunstancia que hizo que perdiese a sus padres a una temprana edad, algo que lo marcará de por vida aunque intente encerrarlo en lo más profundo de su memoria. Es durante su adolescencia cuando marca la tendencia de su propia existencia, bajo la tutela de un tío que le proporciona los consejos justos y necesarios para seguir adelante. Primero el servicio militar, luego una mujer, luego la vida, y después la muerte. Noel obedece, principalmente por dos razones: porque es de natural obediente y porque tampoco conoce alternativas. Pero la vida no se puede planear. Su mujer lo abandona por otro al poco tiempo de casarse, hecho del que saca una enseñanza terriblemente pragmática y ofuscada: “No se podía confiar en los seres humanos y solo era posible vivir en paz alejado de ellos”. No quiere relaciones, son demasiado imprevisibles para él.
Tras la segunda gran decepción de su vida por el abandono de su mujer (la primera es la de sus propios padres desapareciendo

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cuando él era tan pequeño que no podía entender por qué no estaban), se decide a buscar la paz, la insípida paz, esperando encontrar por fin “aquel estado de tranquilidad monótona y ausencia de incidentes”. Para esto, alquila una pequeña habitación en la rue de la Planche, en París, y se emplea como vigilante de banca. Poco más: trabajo, vuelta a casa, comer y dormir. “Y era feliz”. Una felicidad monótona, unida a cuatro paredes que conformaban a su verdadera amante: la pequeña vivienda, “lo único en su vida digno de confianza”.
Su obediencia se extiende toda la vida, uniéndose a sí mismo hasta enraizar en lo más profundo de su ser. Es Jonathan Noel un esclavo de sí mismo y de la insípida vida que se ha impuesto. Es, aunque él piense todo lo contrario, el paradigma de la fragilidad del ser humano.
Todos los miedos son uno con alas
Todo cambia una mañana de agosto de 1984. Un viernes, concretamente. Un encuentro inesperado que hace tambalear los cimientos de toda una vida:
Casi había puesto el pie en el umbral, ya lo había levantado, era el izquierdo, la pierna estaba a punto de dar el paso… cuando la vio. Se hallaba sentada ante su puerta, apenas a veinte centímetros del umbral, bajo el pálido reflejo de la luz matutina que entraba por la ventana. Acurrucada, con los pies rojos, parecidos a garras, sobre las baldosas granates del pasillo y el plumaje liso de tono gris pizarra: la paloma”
Primero fue el susto, y luego el asombro de muerte. No le quedó otro remedio a Jonathan Noel que volver a su cuarto y sentarse, asediado su cerebro por miles de preguntas (¿qué hacía ese animal en su puerta? ¿qué quería de él aquel sucio ser?). Llegó a esperarse el infarto, el colapso. No ocurrió, o por lo menos no directamente a él. Lo único dañado era su rutina. Esa larga línea recta que había dibujado con los años, y que la experiencia le había permitido proyectar más allá del horizonte. La paloma es la ruptura en la línea marcada, esa raya soporífera, agobiante y enloquecedora para cualquiera menos para Noel, que se había propuesto transcurrir por ella pacientemente para huir de sobresaltos. Es el cambio más ligero la grieta definitiva de una apretada existencia.
Una paloma es el compendio del caos y la anarquía”
Pasa entonces su cuartucho de palacio a cuatro paredes asfixiantes que le obligaban a sobrevivir. Se inaugura el cambio con un detalle escatológico: al cerrarle la paloma el paso al baño común, Jonathan Noel se ve obligado a orinar en su fregadero. No puede seguir así, tiene que huir. Tras unos rápidos cálculos sobre sus ahorros, llega a la conclusión de que podría permitirse un hotel hasta que la paloma decida abandonar la entrada de su hogar. Así, hace sus maletas, y abandona rápidamente su casa tras una fugaz mirada al pájaro. El miedo había llamado a su puerta.
El día de la ruptura
Tiende el ser humano a la diferenciación (quitando la etapa de la niñez y, en algunos casos, la adolescencia), a buscarse a uno mismo. Pero, ¿y si pensásemos en el contrario más exacerbado? ¿la búsqueda de la integración en la masa común hasta pasar totalmente desapercibido? Jonathan Noel es el paradigma de esto último.
Teniendo en cuenta esta idea, la novela nos lleva a recorrer un día de ruptura de Noel con el resto de sus días. Perdido, despistado y abstraído, el protagonista descubre poco a poco que la vida no es como él la había planeado, porque la vida no puede planearse. Es el imprevisto una parte tan importante como todo lo previsto; a veces incluso crucial. Parece esta una idea fácil de entender, pero hay que ponerse en la piel de un hombre para el que no existe mayor expresión de decadencia en una sociedad que un destino sin marcar. Por eso le indigna ver a un clochard que pulula por su barrio sin ningún tipo de preocupación: “Siempre emanaba de él una seguridad en sí mismo y una complacencia indignantes, el aura de libertad, provocativamente exhibida”. Lo que tardará Noel en comprender es que la base de su indignación es la envidia por un destino sin ataduras. De todas formas, otro de los grandes triunfos del autor es presentar un personaje que parece simple y es en realidad enormemente profundo, que evoluciona durante la obra para acabar erigiéndose como un ejemplo de victoria y liberación ante una cerrada concepción de la vida y el miedo.

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Presenta Süskind en este libro una prosa vibrante y concisa. Se caracteriza la escritura del autor en este caso por lo que no necesita. No se vale de grandes adornos, no precisa de amplios abanicos de personajes. Da hasta el último detalle, es capaz de comunicar al lector hasta con qué pie empieza a andar el personaje principal, y no aburre. Narra poniendo una cámara en los ojos del protagonista y en todas partes, con una magia omnisciente que lo hace todo trepidante e interesante. Una fantástica fábula sobre la mente y sus límites, con el miedo al cambio como telón de fondo.
Puedes escuchar el comienzo de la novela aquí.