Cines Valle Inclán: la gloria y la derrota
El negocio del cine es macabro, grotesco:
es una mezcla de partido de fútbol y de burdel.
Federico Fellini
Hace muchos años, en una galaxia no muy lejana, Amarcord, de Federico Fellini, se proyectaba en los cines Valle Inclán diez años después de su estreno mundial. Fue la película del maestro italiano la elegida para inaugurar la sala principal del cine del ensanche compostelano con nombre de célebre escritor. Hoy, tres décadas después, los Valle Inclán cierran de manera permanente sus puertas con una cartelera muy distinta. Muchas cosas han pasado en la ciudad y en la industria del cine desde que Miranda, Aurelio y la Gradisca se pasearon por una pantalla santiaguesa aquel mes de mayo de 1983.
Los motivos por los que el telón ha caído definitivamente sobre los cines Valle Inclán son múltiples y variados, aunque, por supuesto, el principal es que la gente ya no acude a sus salas o no lo hace lo suficiente. La subida del IVA obligó a la dirección a subir los precios, lo que, en una coyuntura como la actual, hizo que si la gente ya iba poco al cine, fuera aún menos. La apertura del centro comercial As Cancelas tampoco ayudó a mejorar la situación del Valle Inclán, que ya había sobrevivido a los Multicines Compostela.
Un cine como este, pequeño, de barrio, con unas instalaciones un poco viejas en las que en ocasiones el sonido de la sala de al lado se colaba en tú película, no puede lidiar con las modernas instalaciones de As Cancelas. Esas pantallas gigantes, ese sonido envolvente, esas butacas confortables… Todo ello rodeado de tiendas de ropa, cafeterías y restaurantes. ¿Cómo competir con todo esto?
La cartelera del cine de As Cancelas cuenta a día de hoy con seis películas, de nacionalidad americana, a la que se sumarán mañana dos españolas. Quien hoy se acerque hasta el centro comercial podrá disfrutar de más de hora y media de acción con Will Smith o de las payasadas de Owen Wilson, mientras degusta un perrito caliente o unos crujientes nachos con queso.
En los Valle Inclán, en su último día en activo, a la cartelera se asoman tres películas británicas, entre ellas la última de Danny Boyle; una australiana, una danesa, una francesa, una española y cuatro americanas, una de ellas dirigidas por un coreano y otras dos sendos blockbuster de manual. ¡Qué osadía la de Valle Inclán, intentar captar a los espectadores por la variedad de sus películas y no por el estómago de sus clientes!
La derrota de los cines Valle Inclán es la victoria de la cultura del perrito caliente, la victoria de la homogeneidad en las pantallas, la victoria de lo comercial frente a lo no tan comercial (no diré alternativo). Ha ganado la batalla la otra manera de consumir cine, convirtiéndolo en un complemento más de una visita a una gran centro comercial. Unos pantalones en el Bershka, una hamburguesa en el Burger King y, si hay tiempo, la última entrega de Resacón en las Vegas. Porque ir hasta As Cancelas solo para ver una película es una pérdida de tiempo. ¿Quién quiere una gran pantalla teniendo banda ancha?
La última película que vi en los Valle Inclán fue Stoker que, como una premonición del futuro que le esperaba al pequeño cine del ensanche, fue el último trabajo en la producción de Tony Scott antes de su trágico suicidio. El modesto cine santiagués, el último reducto de unos no tan irreductibles galos, ha perdido la guerra en desigual batalla. Aunque “lo mismo da triunfar que hacer gloriosa la derrota”, como diría el famoso escritor gallego que da nombre al cine, aquí no hay ninguna gloria, solo derrota.
Foto de portada extraída de Radio Obradoiro