Las miniaturas de Amy Hempel
Para pintar una miniatura el primer paso es decidir qué va a contener la imagen. Escoger qué se va a decir con ella, las partes que va a tener. Después hay que hacer un diseño, que se va perfilando hasta que es definitivo. Trabajando con mucho cuidado cada parte, incluso en las que es posible que nadie se fije. Hay que elegir los instrumentos, colores y técnicas adecuados. Ir completando cada línea, mancha y detalle hasta crear una imagen.
Amy Hempel hace lo mismo con sus historias. Elige qué quiere contar, y lo va diseñando con cuidado. Trabaja cada parte, incluso lo que crea que el lector puede pasar por encima. Escogiendo cada palabra, puntuación, pausa. Qué término expresa mejor la idea de la que quiere hablar. Y así, frase a frase, con cuidado y paciencia, va creando cada historia.
Sus historias no suelen durar más de diez páginas. Desde que comenzó a publicar hace casi treinta años encontramos cuatro recopilaciones de cuentos y novela corta: Razones para vivir, A las puertas del reino animal, Tumble home y El perro del matrimonio. Son historias cotidianas, situaciones corrientes. Aísla cada situación y la convierte en una historia, con mucha tristeza pero también con mucho humor. Ve la realidad como algo poco interesante, corriente, pero también inverosímil y absurdo. Y es en este absurdo donde encuentra la ironía de toda situación, por muy desesperado que sea lo que está contando. Para Hempel todo se puede ver desde una doble perspectiva: en todo drama hay un grado de ironía, en todo lo cotidiano hay algo de extraordinario.
Hempel parte de la experiencia porque cree que es donde está el mejor material para crear historias y mitos. Siempre que hablamos de nosotros mismos adornamos las situaciones e introducimos modificaciones para que nuestras vivencias funcionen como historias. Vamos creando nuestra mitología. Por ejemplo, en su cuento La cosecha, explica cómo al contar a la gente su accidente de coche, decía que le habían dado quinientos puntos de sutura cuando en realidad habían sido cuatrocientos. Pero en realidad habían sido poco menos de trescientos. Hempel ve cada historia como la experiencia de cada autor tomando forma. Y cree que en ellas el lector va buscando como cada autor resuelve lo que es estar vivo.
La autora dice que para escribir hay que preocuparse por cada frase. Que mientras muchos autores asumen que el lector está deseando saber todo lo que tienen que decir, ella asume lo contrario. Que está buscando cualquier excusa para dejar de leer. Por eso intenta no darle ninguna. Intenta que con cada frase no pueda evitar leer la siguiente. Por eso las historias cortas. En ellas no hay nada superfluo u ornamental, en ellas solo está lo imprescindible. No necesita más.