Beigbeder, el triunfo de la voluntad

Nadie lo puede definir con tanta precisión como la que él mismo ofrece al principio de ‘13,99 euros’: “Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda.”

Frederic Beigbeder, a tope

Frederic Beigbeder, a tope. Fuente: zimbio.com

Desde su piso de cinco habitaciones en Saint Germain DesPrés, sobre unas Adidas con GPS incorporado, tras la Playstation full-equip y envalentonado por el desenfreno de la cocaína, Fréderic Beigbeder decide sublevarse contra el capitalismo, el sistema que lo alimenta y al que alimenta. Empieza a escribir esta primera novela para  que lo despidan de su puesto de jefazo en una de las principales empresas de publicidad del mundo y escupir así todas las verdades ocultas tras los anuncios. Ya no le caben dentro. Una soledad y sinsentido directamente proporcionales al éxito en su trabajo hacen que el licenciado en políticas se lance a contar todo lo que hasta el momento hubo de callar.

Triunfador a ojos de la sociedad y paradigma perfecto de la productividad, vuelca su ingenio en un cinismo característico del Bandini más desesperado de John Fante para plagar de humor ácido y transgresor unos libros desalentadores y dolorosos. El propio estilo, aún siendo lejano al de una literatura refinada y depurada, demuestra que lo importante es para él el contenido. Beigbeder necesita contarlo. No se corta. Las frases breves se suceden en forma de sentencias apabullantes que infunden un odio irresistible hacia Octave (personaje principal que él mismo identificó como su alter ego), pero también una compasión sufrida hacia quien no tiene más ambiciones que un buen culo rebozado en polvos blancos. La hipocresía de la que él mismo se sirve lo hace añicos y por fin usa las palabras para hallar una explicación a toda la confusión que él mismo fomentó con su trabajo. No en vano, su amigo Michel Houellebecq se encuentra en los agradecimientos; quizá no tanto por ayudar como por ejercer de inspiración y guía de un nuevo realismo sucio, igual de atormentado que el primero.

Como un mago que sabe cómo mover sus cartas para condicionar las decisiones de sus víctimas, Beigbeder, a través de su angustia y desorientación, no solo plantea el dilema individual acerca de qué es el éxito en la vida. Va más allá de la propia soledad e incomprensión para intentar explicar la frustración de una sociedad cuya ruta de navegación está fijada por quien no tiene rumbo propio. Sabe cómo reaccionamos, cómo hacernos funcionar: “el hedonismo no es una forma de humanismo: es un simple flujo de caja. ¿Su lema? ‘Gasto, luego existo’. Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.” Ante semejante convicción, ¿quién se atreve a creer en la libertad de elección?

Beigbeder, canalla. Fonte: facescoop.com

Beigbeder, canalla. Fuente: facescoop.com

Con todo, las citas aprovechables y atractivas son demasiadas como para poder recurrir a ellas en busca de la identidad del autor. Simplemente se suceden como sentencias surgidas de achaques de lucidez. Se presentan tan contundentes, tan reveladoras, que son como el último estertor de un moribundo que lo ve todo claro en el último momento. Quizá tanto ’13,99 euros’ como ‘Socorro, Perdón’ sean obras que se alejan en ciertos aspectos de lo que tradicionalmente se entiende como ficción, al igual que de los estándares más firmes de la literatura, pero a pesar de sus fantasías novelescas y de sus finales estroboscópicos, se presentan como documentos periodísticos que traslucen la realidad de un modo de vida idealizado. Algunas situaciones esperpénticas o personajes absurdos amenizan la “aburrida” vida de Beigbeder, como él la describe, pero el conjunto, las impresiones, sí se antojan un crudo reflejo de la realidad más cocinada.

 Lo que fue del autor antes y después de la publicación de ‘13, 99 euros’ es un asunto al margen. Merece la pena quedarse con la confirmación de que en muchas ocasiones la determinación es lo que importa.