¿Puede legalizar el aborto reducir el crimen?
Aborto sí, aborto no. Las consideraciones morales de tal acto son complejas y responden muchas veces a conceptos como el derecho a la vida, el feto como ser humano y la libertad individual. Pero, ¿realmente podemos analizar todas las repercusiones del aborto? ¿Cuáles son las consecuencias inesperadas? Un famosísimo estudio publicado en el Quaterly Journal of Economics (una de las revistas académicas más prestigiosas en Economía) dio un giro radical y novedoso al eterno debate sobre el aborto.
Durante la década de los noventa el crimen en Estados Unidos descendió de forma continuada y abrupta. Hubo quien lo achacó al fin de la guerra del crack u otras causas. Pero dicha hipótesis no terminó de convencer a los autores del artículo The Impact of Legalized Abortion on Crime, Donohue y Levitt, que elaboraron una nueva mucho más imaginativa e insólita, tildada como la hipótesis de Donohue-Levitt: ¿Y si fue la legalización del aborto en los setenta, y no el fin de la guerra del crack, el mayor responsable de dicho descenso? Repasemos qué motivación se podría esconder de tal pregunta: ¿Quién podría tener el mayor interés en abortar? Pues probablemente las madres que fueran a tener hijos no deseados (los autores atribuyen un 75% de probabilidad de aborto para este tipo de madres). Teniendo en cuenta las circunstancias del momento (hablamos de hace cuarenta años), este tipo de perfil correspondía al de madres jóvenes con baja renta y poco nivel educativo, es decir, precisamente el colectivo que daba a luz a generaciones que iban a enfrentarse a un clima familiar adverso. Y son justo estas las circunstancias más acertadas para una mayor propensión a cometer actos delictivos. Los autores ofrecen una sustancial base empírica y científica para apoyar su posible hipótesis, y se lanzan a procesar los datos.
La legalización del aborto no fue realizada a la vez en todos los Estados, por lo que se podía usar como herramienta para controlar el problema de la simple correlación, ya que según la hipótesis los que lo hicieran más pronto verían reducir sus tasas también antes. Y así fue. Los Estados que lo hicieron en 1970 confirmaron dicha hipótesis antes que los que lo hicieron en 1973. No solo eso, sino que los Estados con mayores tasas de aborto tuvieron mayores reducciones en la tasa de criminalidad. ¿Cómo funciona el proceso? Pues por simple desaparición. Las cohortes más susceptibles de cometer crímenes dejan de existir en su mayoría, y por consecuencia directa el crimen se reduce. Es posible que uno aún esté escéptico, ya que de hecho el artículo fue criticado duramente por autores como Sailer, Lott y Whitley, Joyce, Foote y Goetz y Nevin. Pero todas estas fueron respondidas y corregidas por los autores aquí, aquí, aquí, aquí y aquí (para ver la evolución de forma más general, recomiendo el artículo de Wikipedia), determinando que esta relación continuaba existiendo, y que además era causal. Y no solo se dio en EEUU. El mismo proceso fue confirmado en Australia, Rumanía y Canadá.
Dicho de forma gráfica y cuantitativa, un incremento en la tasa de abortos en 100 por cada mil nacimientos lleva a una reducción de la cohorte criminal en un 10%. O lo que es lo mismo, que en 1997 la tasa de criminalidad era entre un 15 y un 25% más baja de lo que lo habría sido si el aborto hubiera seguido siendo ilegal. O poniéndolo en términos monetarios, un ahorro anual para la sociedad de unos 30 mil millones de dólares. Unas 60 Ciudades de la Cultura. Casi ná.
Cabe añadir por último que esto no debe identificarse al aborto como único factor que condiciona el crimen, sino como uno de los mayores -si no el mayor- responsables de dichos efectos. Además, esto no entraña ningún tipo de valoración sobre si el aborto debe ser legalizado o no, ya que entran otras consideraciones en juego de carácter no económico.