Los amantes pajeros

Los amantes pasajeros

Los amantes pasajeros, la vigésima película de Pedro Almodóvar, empieza francamente mal, aunque lo bueno de una película con un comienzo tan flojo es que solo puede ir a mejor. El director manchego nos muestra una actuación regular tirando a mal de Antonio Banderas y Penélope Cruz como inicio de la película que ha supuesto su retorno a la comedia. Afortunadamente, los dos actores solo aparecen en los cinco primeros minutos del film, en una película coral tan superflua que deja al término “comedia ligera” a la altura de Dostoievski.

Por supuesto, en la vida hay un momento para todo, incluso para disfrutar de la comedia más absurda rindiendo tu mandíbula a la carcajada, pero se esperaría de un director de la trayectoria de Almodóvar que para tal efecto tuviera más recursos que el clásico teta-culo-caca-pedo-pis. A pesar de que tiene dos o tres bromas simpáticas, por lo general los chistes orbitan en torno al humor escatológico, con pajas por aquí, felaciones furtivas por allá, restos de semen en la comisura del labio, sexo con personas dormidas (lejos, muy lejos, del sexo con una mujer en coma de Hable con ella), confusión de llamada con mamada y coreografías con más pluma que un cabaret. Hasta el gastadísimo recurso de la droga en la bebida tiene cabida en esta película, no sin antes reiterar las bromas con la procedencia anal de la misma, en una de las secuencias más tensas del film por su ausencia de gracia, haciéndole pensar a uno si el señor Almodóvar no se habrá inspirado en José Toxeiro y su droja en el Cola-Cao para la escritura de ciertas partes del guión.

famantesAunque se rodea de un elenco de altos vuelos, Almodóvar no consigue hacer despegar la película. Javier Cámara, Carlos Areces, Raúl Arévalo, Lola Dueñas, Antonio de la Torre, Guillermo Toledo… Como siempre, geniales; pero al servicio de un guión que no está a la altura de trabajos anteriores del director manchego. Lo que no consigo comprender es qué ha visto el artífice de Volver en Miguel Ángel Silvestre, que hace una actuación que consigue que parezca merecedora del Goya la de Hugo Silva, quien no lo acaba de hacer del todo mal.

Los amantes pasajeros es una película coral con multitud de tramas orquestadas en torno a la tripulación y los viajeros de un vuelo con destino a México, con una fotografía muy colorista a cargo de José Luis Alcaine, que ya había trabajado anteriormente con Almodóvar en Volver, La mala educación o La piel que habito, película fuertemente influenciada por Los ojos sin rostro, del realizador francés Georges Franju.

Es, en resumen, una comedia sin pretensiones cuyo resultado deja mucho que desear, más en la línea de Entre tinieblas que de las geniales Hable con ella, Todo sobre mi madre o Mujeres al borde de un ataque de nervios. El de Los amantes pasajeros no es el Almodóvar que muchas veces nos ha permitido hacerles la peineta a los que critican por sistema al cine español. Pero en toda carrera cabe algún traspiés, siempre y cuando no signifique el comienzo de la etapa crepuscular de un director de La Mancha de cuyo nombre siempre querré acordarme.