La Economía del Bien Común, una nueva opción

Recuerdo cuando allá por el año 2008, el expresidente de Francia, Nicolás Sarkozy, con motivo de la crisis económica, hizo una llamada internacional para refundar el capitalismo. Menos mal, pensé yo, que ya iba siendo hora. Porque si algo tenía claro entonces es que esto no marchaba bien. Al final se vio que de refundar, nada, y lo único que se hace es poner parches a diestro y siniestro para intentar mantener el statu quo. Quién si parece que le hizo caso fue Christian Felber, un afamado economista austríaco, quién por aquel entonces se puso manos a la obra dispuesto a lograr un nuevo modelo económico sostenible. Después de 2 años de trabajo presentó junto a un grupo de empresarios el desarrollo práctico del modelo de la economía del bien común. Una nueva alternativa al bipolarismo existente entre la economía capitalista o de mercado y a la economía planificada. Una respuesta al creciente descontento social que exige un nuevo modelo sostenible para el futuro.

Hoy en día los actores económicos se guían en función de dos factores básicos, el afán de lucro y la competencia. Estos dos factores conducen y reproducen valores y comportamientos contrarios al bien común y al buen transcurso de las relaciones humanas como el egoísmo o la esclavitud. En cualquier lugar del mundo, si le preguntas a una persona cuales deben ser los comportamientos y valores de una sociedad te responderán que son la confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad y la compasión, en todas las culturas de la tierra la respuesta es la misma. La propuesta de Felber es traspasar todos estos valores a la economía de manera que cuando una empresa realmente aplique estos valores en toda su actividad obtenga mayores ventajas fiscales. Para esto es necesario medir estos comportamientos, lo que implica redefinir el término “éxito económico”.

La tabla de puntos del bien común con sus cinco categorías y sus colores característicos

La tabla de puntos del bien común con sus cinco categorías y sus colores característicos

El éxito económico se mide a todos los niveles en indicadores monetarios. A nivel de los estados se mide a través de Producto Interior Bruto, y a nivel empresarial se mide en función del beneficio financiero. Sin embargo, estos indicadores siguen siendo monetarios, simple dinero. Y el dinero por si mismo no dice nada. El crecimiento del PIB no dice nada fiable de si estamos en guerra o en paz, si vivimos en una democracia o en una dictadura, si el reparto de la renta es justo o no, de si respetamos o destruimos el medio ambiente, si en una sociedad aumenta la confianza o lo hace el miedo. En el nivel empresarial, un beneficio financiero alto no dice nada sobre si esta empresa crea o destruye empleo, si la calidad de vida de sus trabajadores sube o baja, sobre si los hombres y mujeres tienen el mismo trato, si la actividad de la empresa conserva o destruye el medio ambiente, sobre si esa empresa produce armas o comestibles sostenibles a nivel regional. En definitiva, el éxito financiero no sirve para medir la contribución de una empresa a la sociedad y al bien común.

Para poder medir realmente esta contribución es necesario realizar un nuevo balance con unos factores que reflejen mejor los valores sobre los que se ha de asentar nuestra sociedad. Este balance mide la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, la sostenibilidad económica, la participación democrática y la transparencia en relación a todos sus grupos de contacto como los empleados y dueños, los clientes, los proveedores, las co-empresas y el entorno social y ecológico hasta las generaciones del futuro. En total son 17 criterios que miden el comportamiento y la contribución al bien común. El resultado son “puntos del bien común”.

Se pueden lograr entre cero y mil puntos. Esta escala está dividida en cinco clases cada una con un color asociado. Este color, que indica la contribución de esta empresa al bien común, se encontraría en el código de barras o en un lateral los productos de dicha empresa. De esta manera el consumidor final tendría toda la información para efectuar su decisión de compra en función de sus propios criterios y de su afinidad al bien colectivo. A nivel fiscal las empresas con mejores balances del bien común disfrutarían de mayores ventajas respecto a las que no hacen ningún esfuerzo por el colectivo. En concreto estas empresas pagarían menores impuestos, tendrían tasas aduaneras reducidas, créditos con intereses reducidos y hasta ventajas de cooperación con la investigación universitaria. El efecto inmediato de grabar con muchos menos impuestos a las empresas más responsables sería que los productos más éticos y justos serían más baratos en el mercado que los productos no éticos. Con esto se conseguiría que el consumidor dejara de tratar igual a una empresa que es responsable y sostenible que a otra empresa que maltrata el medio ambiente, a sus trabajadores y a la sociedad en general.

ECONOMIA DEL BIEN COMÚN

Los 17 criterios según los cuales se conforma el balance del bien común

Pero esta iniciativa no se limita simplemente al ámbito empresarial sino que pretende abarcar campos como el de la propiedad privada. Proponen que se limite la desigualdad de renta con salarios mínimos y máximos. Lo que ellos llaman “factor 20”, que quiere decir que el salario del directivo más alto de una empresa no puede exceder el del trabajador peor pagado de la empresa multiplicado por 20. Con esto se conseguiría disminuir la desigualdad y forzaría a los directivos que quisieran cobrar más a tener que aumentar en la misma proporción el salario de sus empleados. También proponen limitar el derecho a la propiedad privada hasta 10 millones de euros, una cantidad más que respetable y que garantizaría varias vidas, con un nivel de consumo muy alto, en cualquier lugar del planeta. Otra de sus propuestas es lo que llaman la “dote democrática”. Consiste en establecer unos mínimos y unos máximos en los derechos de sucesión de manera que las herencias que superen un determinado limite se repartan entre los que no heredan nada para favorecer la igualdad de oportunidades entre los miembros de la sociedad.

Christian Felber define la economía del bien común no como una idea, sino como un proceso social, algo en lo que todo el mundo tiene algo que aportar para llegar a tener una verdadera economía al servicio de toda la sociedad. Desde que se lanzó la iniciativa no han parado de sumarse empresas, 340 el primer año hasta las casi mil que actualmente forman parte del proyecto. Solo falta que los estados se decidan a mover ficha. Lo que está claro es que muchas de sus propuestas van a encontrar una resistencia feroz. Quizá otras, con suerte y por el bien de todos, puedan llegar a nuestras vidas diarias.