“Dormir sin soñar por siempre jamás”
Nathaniel Samuel Fisher Sr., dueño de la funeraria Fisher & Sons, conduce mientras habla con su mujer Ruth por teléfono. Comentan cómo va el negocio, la cena de Navidad, la medicación… no es una conversación trascendental, y se van a ver en unas horas. Se despiden, Nathaniel cuelga el teléfono y se inclina hacia la guantera para coger un cigarrillo. Sin poder ver el cruce en el que va a entrar ni el camión que lo va a arrollar.
Todo episodio de A Dos Metros Bajo Tierra, la serie que Allan Ball crea para HBO tras ganar el Oscar a Mejor Guion Original por American Beauty, comienza con una muerte. La primera es la de Nathaniel, introduciendo así a la familia Fisher: la ahora viuda Ruth y sus tres hijos Nate, David y Claire nos van a acompañar durante cinco temporadas llevando la funeraria familiar, que será el hilo conductor de la serie. Cada episodio comienza con la muerte de un personaje aleatorio, ajeno a la historia de la familia Fisher. Un personaje que acabará pasando por los servicios de la funeraria y que planteará una reflexión sobre la muerte diferente en cada episodio. Una reflexión que afectará directamente a alguno de los Fisher, y que hará avanzar su historia en diferentes direcciones. En todo episodio, la serie deja claro un mensaje sobre la muerte: podría pasarte a ti y podría pasarte en cualquier momento.
Es una serie que llega al espectador de forma muy directa porque las historias de los Fisher y los clientes de la funeraria son humanas, corrientes, pueden formar parte de la vida de cualquier persona, sobre temas tan cercanos como la familia, el trabajo, las relaciones, el hastío, la soledad… Los Fisher tienen un contacto con la muerte mayor que el que tiene la media, lo que permite que en la serie haya una reflexión sobre la muerte como tema principal. Pero no es una teorización compleja, metida con calzador, sino una reflexión cotidiana, humana, que todos desarrollamos en algún momento. Cada episodio aporta un enfoque diferente sobre el tema, y eso hace que entendamos a los personajes, que podamos compartir o contrastar nuestra forma de ver las cosas con la suya. Todo lo que la serie plantea es algo que cualquiera se puede plantear a diario.
El tema central de la serie y alrededor de lo que todo gira es la muerte, pero el discurso no es el habitual: plantea tópicos como que hay que aprovechar el momento o que estamos de paso, pero no de la forma convencional. A través de tanto ironía y humor negro como de historias más duras, la serie muestra que muchas veces no llevamos la vida que queremos ni nos permitimos ser felices por una serie de lastres, responsabilidades o miedos, pero que es algo que no debemos dejar que nos frene. Uno de los mejores recursos que Ball introduce para dar forma a esta idea es el personaje del difunto del inicio de cada episodio. Una especia de conciencia que se dirige a los personajes para contarles cómo ve la vida desde que la han dejado atrás. Estos personajes mantienen que no vale la pena dejar que estos lastres nos impidan hacer con nuestra vida lo que queramos, porque después de ella no hay nada y es mejor aprovecharla mientras dure.
Los personajes y sus historias son tan coherentes y cercanos que al acabar la serie parece que realmente tenemos que despedirnos de ellos, y no queremos decirles adiós. Quizá el final de la serie no es el mejor que se le pudiera haber dado, pero ata todos los cabos y funciona. Resume la idea de que los personajes han ido buscando su sentido y su forma de exprimir su vida a lo largo de la serie, pero también que sabemos cómo van a acabar: a dos metros bajo tierra, como cada uno de nosotros. De todas formas, es en el penúltimo episodio en el que se resume todo lo que la serie es, a través de una escena desgarradora en la que vemos a Nate dejando claro que solo tenemos una vida. No hay Dios, ni reglas, ni juicios más allá de los que tú te crees o aceptes por ti mismo. Y cuando se acaba, se acaba. Dormir sin soñar por siempre jamás. Así que ¿por qué no disfrutar mientras estemos aquí?
A 2 Metros Bajo Tierra es una serie en la que cada capítulo se ve lo más crudo de la muerte. Es una bofetada que hace ser plenamente consciente de que la vida tiene un punto final. Pero solo para acabar mostrando cuánto vale y para que hagamos con ella lo que queremos, porque no sabemos ni cómo ni cuándo pero se acaba.