Soberanamente escondidos

Resulta que esta semana Mariano Rajoy y Artur Mas se reunieron en secreto. Al parecer fue una quedada secreta para discrepar; vamos, una cosa útil. Los amantes pasajeros -estos sí, que tome nota Almodóvar- se encontraron en el Palacio de la Moncloa, e incluso apuntan algunas fuentes que Artur trepó hasta alcanzar el balcón del presi casi sin despeinarse (vaya pelazo que tiene) y le recitó un par de poemas en catalán lento, para declarar su amor conservador escondido pero con orgullo nacional.

Que no están de acuerdo en el proceso soberanista pero se comprometen a dialogar por el déficit. Después de un “eso, vamos hablando, ya nos llamaremos” de tal calibre, cada uno a su casa y Merkel en la de todos. Pero hay algo que no cuadra. Sólo puede haber algo peor que la política de este país en este momento, y es la política a medio esconder. Discutir cuestiones relativas al espacio público intentando despistar a éste guarda ciertos ecos despóticos que no por acostumbrados son menos graves. Y dentro de esto es Artur Mas el que sale peor parado. Hombre amigo de lanzar gestos significativos, como no acudir a los actos del Día de la Hispanidad “porque Cataluña ya había celebrado la Diada“, manda ahora señales en otra dirección, olvidando que puede que más de uno se quede un poco confuso. Por un lado, se pide la confianza del pueblo para convertirse en el libertador del siglo XXI; por otro, quedadas poco claras en las catacumbas de la Moncloa con los del otro bando para ser un poco cordial. Y la mosca detrás de la oreja, que susurra: “cuando el interés acecha, el ideal duda“.

Imagen destacada: Reuters