“Limitarnos a existir”

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Una mañana Martha (Elizabeth Olsen), Marcy May para los amigos y Marlene para responder al teléfono, sale de la granja donde vive y va a una cafetería a desayunar. Luego llama a su hermana Lucy (Sarah Paulson) por teléfono y le pide que la recoja. Hace dos años que no ve a su hermana. Los dos años que lleva en una secta.

Lucy ve a Martha muy cambiada, nerviosa y callada. No parece tener intención de contarle dónde lleva metida los dos últimos años, ni de explicarle qué pasó en ellos que la haya hecho cambiar así. Se la lleva a vivir con ella y su marido con intención de recuperar su relación y ayudarle a pasar por lo que tenga que pasar, pero Martha no parece muy por la labor de colaborar. Casi no come, casi no habla, y se comporta de forma extraña. Sea lo que sea que buscase al entrar en la secta, tampoco lo encuentra fuera. La vida comedida y ordenada de Lucy tampoco parece hecha para ella: sale de un ambiente opresivo para entrar en otro que también se lo parece. Ambas hermanas son incapaces de entenderse.

Martha no se está adaptado muy bien al cambio de vida. Tiene constantes ataques de pánico y ansiedad, pesadillas, alucinaciones: sabe que ya no está en la secta, pero tiene la impresión de que nunca va a estar lo bastante lejos. Y ahí es cuándo vamos viendo por qué. La cinta muestra a Martha viviendo con Lucy tras huir, pero a través de flashbacks vamos conociendo la dinámica de la secta, el horror que vivía Martha sin llegar a ser totalmente consciente de ello. Fragmentos del pasado y presente están encadenados de forma difusa, y nos lleva un tiempo saber dónde estamos. Ambos tiempos están enredados en la mente de Martha, y por ello también se muestran enredados en la película.

No se muestra el desarrollo de una acción, ni una historia completa: la cinta reconstruye el pasado de Martha para ver cómo este afecta a su presente, especialmente el desgaste emocional y nervioso. Hacia el final llega un punto que parece que sí va a comenzar una acción o un cambio, pero no es así. Es una película sin acción pero que no pretende mostrar acción. Lo que sí pretende, entre otros aspectos, es mostrar la crueldad de la vida en la secta a través de los flashbacks, pero de forma poco directa. Y ese es el aspecto en el que menos acierta. En este filme, Sean Durkin, el director, parece considerar que el papel del espectador es clave: proporciona material para que sea el espectador el que decida si realmente Martha sufre alucinaciones o lo que teme es una amenaza real, ,el que confronte la forma de ver la vida de Martha y Lucy y el que determine qué ocurre al final de la película, que se deja abierto. Parece que también tiene el papel de completar el horror de la vida en la secta, pero en este aspecto no lo logra como en los otros. El grado de impacto que deberían provocar los flashbacks no se corresponde al que realmente producen.

Uno de los mejores aspectos de la película, y por el que destaca es el diseño visual. Cada plano está medido y trabajado hasta la el último detalle. Recurre a una puesta en escena sencilla, pero trabajada con tanto cuidado que el resultado es poco común. Otro aspecto a destacar son las interpretaciones, especialmente la de John Hawkes en el papel de Patrick, el líder de la secta, un personaje retorcido y manipulador que hace comprender perfectamente la intención de Martha de huir pero también su deseo de quedarse.

Martha Marcy May Marlene no es acción, ni misterio, ni giros de argumento. Muestra cómo las vivencias de Martha en el pasado la han influido en el presente, llegando a rozar temas como la falta de esperanza, la religión o la alienación. Es una película que muestra a un personaje confundido y desconcertado jugando a confundir y desconcertar. En algunos aspectos se queda corta y ofrece menos de lo que promete, pero es una película que sea por el sobresaliente diseño visual, las interpretaciones o el juego de expectativas que Durkin establece con el espectador, merece la pena.