Historia de una venganza
“Ríe, y el mundo reirá contigo. Llora, y llorarás solo”
Ocurre de vez en cuando, en el mundo del séptimo arte, que una película logra abrir brecha en el monopolio hollywoodiense y situar un nuevo país en el plano cinematográfico. Durante los últimos años, nuestros paladares occidentales se han ido acostumbrando a apreciar los estimulantes trabajos producidos al margen del cine norteamericano más comercial. A estas alturas, es innegable que la industria asiática se encuentra en alza, y algunos de sus magníficos trabajos gozan de merecida fama internacional. Hablamos de una clase de productos que, sin alejarse demasiado de las normas y lenguaje del cine más convencional, suponen un verdadero impulso creativo y una demostración del talento cinematográfico que poseen otras regiones del mundo.
Es el caso de Oldboy, la segunda entrega de la llamada “Trilogía de la venganza” de Park Chan-Wook, que en el año 2003 logró que más de un cinéfilo ubicase Corea del Sur en el mapa. La cinta, inspirada en el manga japonés del mismo nombre, no sólo fue un éxito en su país de origen, si no que se ha convertido en una de las películas coreanas más famosas en todo el mundo. Además de arrasar en gran parte de los certámenes asiáticos, Oldboy se hizo con el Gran Premio del Jurado en el festival de Cannes de 2004, asombrando al ilustre presidente del tribunal: el director Quentin Tarantino. Dentro de nuestras fronteras conquistó el galardón a Mejor Película en el Festival de Cine de Sitges y, con el paso del tiempo, se ha ganado a pulso el título de cinta de culto.
Seúl, 1988. Tras una larga noche de juerga etílica, Oh Daesu, hombre de negocios y amado padre de familia, es secuestrado y encerrado sin motivo aparente. Daesu es un individuo locuaz y charlatán pero, a pesar de sus ocasionales flirteos con el alcohol, podría considerarse un ciudadano modelo, sin ningún enemigo manifiesto. Se despierta solo en una habitación de hotel, sin conocer la identidad de sus captores ni el motivo de su reclusión, con una televisión como única compañía y ventana al mundo exterior. Todos los días recibe agua, comida y sedantes para soportar su particular tortura. Ansía información, pero sólo obtiene más incógnitas. Lentamente, ve cómo su vida se desmorona: La televisión informa de que su mujer ha sido brutalmente asesinada, y él es el principal sospechoso. Pasan los años entre gritos, maldiciones y preguntas sin respuesta. Daesu hace esfuerzos sobrehumanos para no perder la razón, mientras una incógnita le asalta día y noche: “¿A quién he podido causar tanto daño como para merecer esto?” Y de repente, cuando la rabia y las alucinaciones parecían estar a punto de consumirle, es liberado de su cautiverio. Se despierta en una extraña azotea, en una ciudad que apenas reconoce. Le han dejado una cartera llena de dinero y un móvil al que, sin previo aviso, recibe una llamada. Su interlocutor le informa de que tiene 5 días para descubrir el por qué de su confinamiento. A sus espaldas, 15 largos años de tormento injustificado. Ante él, un único objetivo: encontrar al culpable y obtener su venganza.
La trama no guarda relación con ninguna de las otras dos partes de la trilogía (“Sympathy for Mr. Vengeance” y “Sympathy for Lady Vengeance”), que nunca alcanzaron el éxito de crítica y público del que goza Oldboy. En un principio, su argumento no presenta nada exageradamente transgresor, sino que bebe de numerosas y diversas influencias: desde la tragedia griega clásica al manga contemporáneo, pasando por ilustres obras de la literatura como “El conde de Montecristo”. Su originalidad, sin embargo, reside en su narración y tratamiento ejemplares, que consiguen que la trama y sus enigmas avancen de forma imparable, manteniendo la intriga hasta el final. El soberbio trabajo de Park Chan-Wook nos hace creer que todo está aún por inventar, que todo es posible en esta historia de venganza. Y lo demuestra en cada escena, en cada plano, cada giro de guion y frase lapidaria. El montaje es primordial, parte clave en una película concebida como un perfecto puzzle. Un retorcido rompecabezas cuya aterradora dimensión sólo llegamos a alcanzar al desvelar su magistral e indescriptible final.
Si hay un aspecto que destaca por encima de todos es su insuperable estética. La abrumadora fuerza visual que posee la película acaba por arrastrar al espectador a ese universo de tensión y desafío constantes. La exquisita fotografía y belleza de las imágenes, tan habituales en el cine asiático, se revisten en esta ocasión de un tono más tétrico y sombrío, componiendo un brillante ejercicio de estilo. Ningún plano se repite, y toda la cinta es una sucesión de escenas memorables (como el increíble travelling, en plano secuencia, en el que Oh Daesu pelea contra una banda de criminales armado sólo con un martillo). Da igual el fotograma que elijas, o dónde decidas pausar la cinta, todas las imágenes son auténticas obras de arte. Y este es sin duda su mayor mérito: haber sabido disfrazar una idea común, de escasa originalidad, con una complejidad narrativa y estética que la hacen totalmente hipnótica. A todo esto hay que sumar la maravillosa banda sonora, que completa el espectáculo y forma parte indisoluble de la historia. La música nos guía y acompaña en todo momento, reforzando la dimensión poética del film.
“Pensaba que había vivido una vida promedio, pero he pecado mucho”
No podemos obviar el espléndido trabajo de reparto, sin el cual, a pesar del logrado e intenso marco estético, la película se encontraría desprovista de significado. Cho Min-sik realiza un trabajo impecable, totalmente entregado a la recreación de un personaje tan complejo como Oh Daesu. Su actuación es brillante y deviene en uno de los antihéroes más fascinantes del cine moderno. La evolución del personaje, en su incasable búsqueda de venganza, supone uno de los aspectos más atrayentes del film. Pero a fin de cuentas, Oh Daesu no es más que una bestia, y no sería nada sin los otros dos personajes que completan la tríada protagonista.
Son las dos caras de una misma moneda: Yoo Ji Tae da vida a Lee Woo-jin, el astuto y maquiavélico villano al que Daesu intenta dar caza. La influencia de este personaje, tanto argumental como estética, es enorme, pues se revela como el ladino artífice de toda la trama. Woo-jin es el juguetero que mueve los hilos, no obstante, su historia se encuentra intrínsecamente ligada a la de sus marionetas. Bajo su apariencia de elegante indiferencia se oculta un odio desmesurado hacia Daesu, un odio que se remonta a un pasado oscuro y remoto. Pero el rencor que Woo-jin representa encuentra su contrapunto ideal en el personaje de Mido, interpretada por la actriz Gang Hye-Jung. Mido es una joven camarera, una chica amable y risueña, enamorada de Oh Daesu desde el primer momento en que este entra en su restaurante. Es su principal apoyo, la compañera perfecta en su particular carrera contrarreloj. Mido representa la inocencia, la bondad y el cariño incondicional. Pero el noble e inexplicable amor que ambos se profesan acaba convirtiéndose en su mayor pesadilla, en el más trágico de los desenlaces.
Sin embargo, y a pesar del soberbio trabajo de los tres actores, la película presenta un protagonista indiscutible. Un motivo constante, que impulsa y maneja a todos los personajes dominando la totalidad del relato: la venganza. Causa, y a la vez consecuencia, de todas las adversidades que se suceden en la obra. A medida que avanza la historia descubrimos que no es una, sino varias, las historias de brutal venganza que se entrelazan. Nada puede escapar a esta terrible espiral de sufrimiento, donde las acciones humanas se presentan tan primitivas como fútiles. La revancha viene acompañada de grandes dosis de violencia que, en el fondo, esconden un romántico lirismo. Incluso en las escenas de mayor saña y crueldad, que van desde lenguas cercenadas a dientes arrancados de cuajo, estas son tratadas con un lirismo estremecedor.
Y como no podía ser de otra forma, cada vez que una brillante y exitosa película no presenta factura americana, Oldboy ya cuenta con un remake en fase de producción. Esta nueva versión, bajo las órdenes del director Spike Lee, estará protagonizada por Josh Brolin, Elizabeth Olsen y Sharlto Copley. El guion de la cinta corre a cargo de Mark Protosevich (“Soy Leyenda”, “Thor”), y tiene previsto su estreno para finales de este año. La simple idea ya ha levantado auténticas ampollas entre los más acérrimos seguidores del film.
Antes de terminar, es importante dejar clara una cosa: Oldboy no es una obra maestra. No es una película perfecta; es excesiva, enredada y confusa. En su guion, plagado de reiterados giros inverosímiles, no es difícil encontrar agujeros o preguntas sin respuesta. Todo esto, sumado a unas ridículas e incoherentes escenas de acción, puede llegar a agotar la credibilidad de la historia. Es imprecisa e imperfecta, pero también ahí reside su belleza. Es una obra imprescindible, inolvidable, que puede provocar tanta admiración como rechazo. No necesita de un lavado de cara, ni una simplista explicación hollywoodiense; precisa ser vista con ojos fríos y atentos, ávidos por contemplar un magistral thriller que a nadie deja indiferente.
“La venganza es la mejor cura para alguien herido”