El hombre orquesta de la comunicación

Hace unos días asistí a una serie de conferencias en las que varios profesionales del sector editorial y de la comunicación intercambiaban experiencias y presentaban sus perspectivas sobre un sector que está a la deriva. En general fueron ratos agradables e instructivos, aunque siempre hay sorpresas de las que enganchan la atención del público. Desgranaba uno de los conferenciantes -un hombre de traje y corbata que había trabajado en medios pero no había escrito noticias- los problemas de los medios de comunicación y las alternativas y ajustes que debían realizar para volver (o soñar con volver) al oasis de la rentabilidad. “Es necesario un nuevo perfil profesional”, exclamaba entusiasmado. Hablaba de un periodista multitarea, con habilidad para desenvolverse con independencia del soporte. Una persona que tome notas, grabe audio e imagen, y hasta tuitee, y que después lo redacte, lo narre,  lo cuente ante una cámara o componga una pieza para un soporte multimedia. Así, lo básico. El publico se tragó las palabras como pudo, pero a más de uno se le hizo la digestión pesada y tuvo que dar cuenta de ello en las preguntas posteriores a la conferencia. “Y a este periodista multitarea, ¿se le va a pagar de forma acorde a su carga de trabajo?”, y ya florecían unas cuantas sonrisas irónicas en la sala. Es la ironía de redacción, la que queda un poco lejos de los despachos.

“Creáme, ése es el menor de los problemas”, fue la respuesta. Tranquila, con una ironía diferente y que incomodó a más de uno de los presentes. O sea, que eso no era interesante, no era primordial. Pedir a un periodista que haga el trabajo de cuatro es una de las fórmulas para sacar al sector de la larga noche en la que vive; pero solo pedir, y ejecutar (claro), lo que es la nómina “ya hablaremos”. Lo que (vaya casualidad) se suele olvidar cada vez que se habla de sobrecargar a los periodistas con más trabajo es que la otra clave para salvar al sector es la calidad. Buenos productos, buenas e interesantes historias. No es tanto “dar algo por lo que la gente esté dispuesta a pagar”, sino “dar algo que se merezca que la gente pague”. Claro que es útil que el periodista tenga cada vez más destrezas y sepa contar a través de más plataformas. Pero radicalizar esta idea es flirtear peligrosamente con la fórmula del “mucho y malo”, que tanto los periodistas como los lectores conocen y detestan. Es como pedirle a un hombre orquesta que interprete la Novena sinfonía de Beethoven y quejarnos sin el concierto es pésimo.

La discusión sobre los nuevos caminos que debe tomar la industria de los medios se realiza en los despachos, compuestos en demasiados casos por hombres y mujeres que desconocen el trabajo de un periodista. La calidad no va de la mano de la precariedad, y nunca será así, por mucho que se empeñen. Es la doctrina hipócrita de ciertos empresarios la que puede terminar de matar al periodismo: que una mano no sepa lo que hace la otra, que luego ya las juntaremos para rezar por la supervivencia.

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