La teoría de la espiral

La pitanza navideña da para mucho. Parafraseando a Jose María García, catedráticos del buen comer y un mejor beber se juntan en una mesa con el pretexto de la consangueneidad y el parentesco. Entre gambas y copas de champán las conversaciones tienen todos los colores y sabores, es el  tiempo socialmente asignado para arreglar el país: lecciones de fútbol y economía, mentar a la madre de nuestros gobernantes, refundar los valores religiosos y espirituales más arraigados y de paso, preguntar a la juventud cuándo van a presentar a sus rolletes en sociedad familiar.

Sin embargo, de todo se puede sacar algo en limpio. Este año, mi tío Jose ha bautizado una teoría política perfectamente plagiable -patente en trámite, cuidado- y muy de actualidad. Se trata de la espiral, en sus dos vertientes: la espiral hacia fuera y la espiral hacia dentro.

La espiral no es otra cosa que una derivación moderna de la teoría nacionalista. En el contexto político y económico europeo, los movimientos nacionalistas –con sus diferencias y variables- aúnan sus fuerzas llevar la espiral hacia el interior, de tal modo que su particularidades territoriales sean el eje del debate político, el escenario de la batalla por la soberanía. Por el otro lado, las fuerzas no nacionalistas –o mejor, las nacionalistas de otro territorio- centran su argumentario en el aislacionismo. Es decir, si la espiral va hacia dentro, Europa les dará la espalda y no podrán disfrutar de los dineros y de la morbosidad fotográfica con Merkel que nos da el sentar nuestros aposentos en Bruselas. En cambio, si la espiral gira hacia el exterior la política se centrará en integrarnos en el contexto europeo, aunque en España, más que integrar lo acertado sería decir no desentonar, que no es poco.

Pongamos ahora cara a las dos vertientes. Artur Mas es una de las cabezas visibles de los que apuestan porque Catalunya consiga su soberanía y una vez lograda esta, comenzar un proceso de integración internacional que se advierte muy complejo. Mariano Rajoy, entre muchos otros, podría representar a los que apuestan por la espiral hacia afuera. Es decir, porque Catalunya halle primero la fórmula de la conjunción en el Estado español y luego por permanecer en la Unión Europea y no dar más que hablar entre nuestros compatriotas del viejo continente.

En este ejemplo concreto hay una particular diferencia: la conveniencia. Lo que menos le interesa a Rajoy es que un problema más a sumar con el conflicto económico, político y la corrupción. No obstante, al molt honorable president, también con la sospecha de la corruptela en su espalda; la constante agitación desvía la atención de la opinión pública sobre los recortes –retallades  en catalán- del Govern.

Si en la economía la globalización parece mayoritariamente asumida, el debate por la territorialidad y el posible fracaso del Estado-nación sigue vigente. ¿El sentido de la espiral? Ya veremos.