La otra historia de los desahucios

Esta es la historia de José García Pérez. José es un señor de sesenta y pocos años. Nació, como muchos gallegos, en una pequeña aldea del interior, dónde la vida llevaba unas décadas de retraso con el resto del mundo. Pasaron unos años, y al igual que muchos entonces, José abandono un hogar marchito en busca de una vida mejor. El destino fue Alemania, pero podría haber sido Francia o Suiza. El cuento os suena, ¿no?

 José no tenía estudios de ningún tipo, no sabía nada del idioma ni de la cultura de aquel país que se convertiría en su hogar. Solamente tenía unos escasos veinte años y ganas de trabajar. Poco a poco, con jornadas de hasta 15 y 16 horas,  José fue ahorrando, y mejorando sus condiciones de vida. Los años se sucedían vertiginosamente, cada vez más cortos y rápidos. Entonces, al igual que otros muchos, pero a diferencia de otros tantos; tomó la decisión de volver. Un ahora o nunca.

Comienza entonces un periodo de readaptación a una España muy distinta a la que él dejó, pero muy diferente a la Europa de la que viene. Al estar aquí, sus valores cambian, y José comienza a pensar más en el futuro. Un futuro que por otro lado todo el mundo ve con un insultante optimismo. Pero nunca un hombre que durante unos meses podía meter todo lo que tenía en el mundo dentro de una gastada maleta de cartón. Así que José continúa haciendo lo que ha hecho siempre: trabajar, trabajar en esos trabajos normales, que a mucha gente le parecen poca cosa pero que en el fondo son los que mueven un país; y ahorrar, ahorrar para no depender de nada ni de nadie, porque las cosas igual que vienen se van. Y con esos ahorros de muchos años de trabajo y ligeras privaciones, José se compra un piso. Todavía comprar una casa era algo normal, aunque nunca barato. José paga de golpe más dinero del que nunca ha visto junto. Y ya tiene su casa. Es un piso pequeño y modesto, pero es suyo. Es testigo y símbolo de su esfuerzo, lo ha construido de la nada.

Ahora José está jubilado. Y las noticias le hacen mucha gracia. José no entiende muchas cosas, pero le hacen gracia de todos modos. Le hace gracia, por ejemplo, el tema de las preferentes. Recuerda perfectamente el día que le dijeron en el banco que era un gran producto, muy rentable, pero él sólo quería tener su dinero guardado, en una mísera cuenta corriente. “Yo es que de esto no entiendo, don Luis”, le había dicho José.  Pero lo que de verdad hace a José carcajearse en su sillón de cuadros es el tema de los desahucios. El otro día me decía:

“Me quieren quitar mi casa”, dice una señora en la tele. Esa casa no es suya, chaval, esa casa es del banco. Que hubieran ahorrado para pagarla, y si no a vivir de alquiler como todo el mundo. Mucho crédito y mucha hipoteca…hasta para irse de vacaciones, yo no me fui de vacaciones hasta que tenía 33 años. Y ahora les van a regalar la casa… yo es que me troncho… derecho a una vivienda digna o algo así… así nos va en este país, no te j…

Sonará muy duro, muy frío, muy generalista… pero que alguien le quite a este hombre, y a muchos como él, SU razón. Vamos, quiero oír al primero…