De cifras y parados

Nos encantan los números. Hemos acostumbrado a nuestras amodorradas mentes a conformarse con estadísticas y datos cuando se trata de comentar alguna situación concreta, que no pocas veces suele ser incómoda o dolorosa. Un gran ejemplo, el periodismo de guerra, primer fan de la contabilización exacta de víctimas o heridos, midiendo nuestro asombro en caracteres cuantitativos. Pero no sólo los asuntos bélicos forman parte de esta tendencia. A día de hoy cualquier información noticiosa ha de ir correctamente acompañada de datos específicos, que pretenden avalar su veracidad. Repasemos agendas mediáticas: ¿La prima de riesgo? Pocos ignoran cuantos puntos básicos ha ascendido hoy, bastantes aún no la entienden; ¿Urdangarín?, sus escaqueos millonarios aparecen cifrados en todos los diarios, la mayoría de los lectores desconocen en que se basó la trama de corrupción del Caso Noós; ¿Déficit? La gran mayoría aún no se ha olvidado del famoso 8%, pero sólo algunos entienden su importancia en esta crisis.

Así podríamos llenar interminables folios, repletos de cifras vacías que sólo buscan hacernos creer que estamos informados de la actualidad y sus problemas. Pero el caso más destacado de la frialdad de los números son, sin duda, las cifras del paro. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en el último cuatrimestre de 2012 se registraron 5.965.400 parados. Toda la ciudadanía ha leído y escuchado esta cantidad (más bien su redondeo de 6 millones) innumerables veces, en boca de políticos, medios de comunicación, líderes sindicales….Nos presentan la desgracia de 6 millones de personas como un problema de cifras, de datos que se disparan en relación con los anteriores a la crisis, como una anotación numérica indeseable. Pero el paro, una de las situaciones más dramáticas enquistada en nuestra sociedad a base de su cotidianidad, no es uniforme, no responde a cantidades, si no que refleja personas. No estamos hablando de millones perdidos en bolsa, no nos estamos refiriendo a unos puntos creados para confiar o no en los países. Estamos analizando a las personas y a su capacidad de llenar la nevera. Estamos contabilizando a sus primas en riesgo de desahucio, a las pensiones que pasan de sostener a uno a mantener a cinco.

6 millones de parados no entienden de diferenciaciones, todos los ahí reunidos parecen ser calcomanías. Pero existen tantas formas de desempleados como penurias en sus hogares. Elaboremos dos de los perfiles más repetidos en las colas del INEM.

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En un primer perfil podríamos hablar de aquellos fervientes trabajadores, entre 45 y 50 años, que se ven sin trabajo de la noche a la mañana. Un quiebre de una empresa o un ERE, a saber. Adultos formados en la profesión, experiencia laboral más que suficiente y alta productividad. Nada sirve, la crisis no es como Dios, la crisis aprieta y también ahoga. Todos estos profesionales se ven relegados a listas de desempleados en las cuales la competencia juvenil les aplasta, y sólo llegan a conseguir contratos temporales, adiós a la seguridad que un veterano tiene con respecto a su puesto de trabajo. Se acabó colocar el cuadro con la foto de los niños sobre la mesa, ahora las mesas cambian de fotos de familia en cuestión de meses. El mayor miedo viene a la hora de mantener el nivel de vida al que uno se hipoteca una vez que había prácticamente asegurado su estabilidad laboral, nivel de vida que a pesar de verse reducido sigue llenando el vaso de deudas.

Un segundo perfil es el gran paro juvenil. Currículos que hasta dan ganas de enmarcar: idiomas, máster, cursos, títulos de todo tipo…pero, en general, escasa experiencia laboral. Aún así, nos encontramos ante la generación más formada de España. Su destino, Alemania. La fuga de cerebros es la mejor opción para todos aquellos que han tenido que cobijarse de nuevo bajo la protección de sus padres, la crisis les ha robado su futuro. Se considera milagro adquirir un puesto de trabajo relacionado con los estudios anteriores, lo más normal es conseguir algo para lo que su extensa y costosa formación no era en absoluto necesaria, de hecho alguna vez habrán tenido que redactar su currículo ” a la baja”…  ¿A dónde hemos llegado?

Y, entre tanta marabunta, los gobiernos, fieles protectores de los números, buscan cuadrar cuentas flexibilizando despidos y otras medidas varias. Lo importante es alcanzar objetivos, lo esencial es llegar a X cifras. Pero para un desempleado, a día de hoy, lo importante es llenar la nevera, volver a tener seguridad en su vida, tranquilidad sobre su futuro, encontrar trabajo, recuperar su dignidad como profesional, como persona que ha dedicado su vida a un trabajo del que ahora le echan a patadas. Un parado anhela individualizarse entre esos 6 millones. Cuando encuentren la cifra que mida el esfuerzo y la dificultad que ello supone, a mi mente amodorrada le volverán a encantar los números.