Argo, Ben Affleck y el vellocino de oro
Ya es un hecho, un secreto a voces. La crítica lo tiene claro y los diversos premios que ha obtenido hasta el momento no hacen más que avalarlo: en la vibrante carrera hacia los Oscar se ha colado un corredor inesperado. Hace tan solo un par de meses, cuando sonaba el pistoletazo de salida, todas las quinielas apuntaban a “Zero Dark Thirty” como indiscutible vencedora. El “Lincoln” de Spielberg parecía, por aquel entonces, la única cinta capaz de presentar digna batalla ante la última oferta de Bigelow.
En tan breve lapso de tiempo, y a escasos días de la gala, el panorama ha cambiado hasta volverse irreconocible. A medida que avanza el calendario, y los premios de la industria se reparten, las antiguas favoritas pierden su impulso inicial. Una nueva promesa se alza sobre todas, y su nombre suena a leyenda: “Argo”. La última película de Ben Affleck se erige como gran vencedora en todos los certámenes. Tras arrasar en los Globos de Oro, los SAG y los Bafta, ya se postula como la principal competidora a batir en la 85º edición de los Oscar (opta a siete estatuillas). El realizador californiano, que inexplicablemente no ha sido nominado en la categoría de Mejor Director, continúa su marcha triunfal, repleta de galardones y reconocimientos, gracias a la que ya es considerada la película más redonda del año.
La cinta, producida por George Clooney y basada en hechos reales, nos sumerge de lleno en el Irán de 1979. Tras la subida al poder del Ayatolá Jomeini, las revueltas se habían extendido por todo el país. Las manifestaciones exigían a Estados Unidos la extradición del antiguo Sah y la situación se volvió muy complicada para los norteamericanos que vivían en Irán. El 4 de noviembre la revolución alcanza su momento de mayor tensión cuando, después de una jornada de protesta, unos estudiantes irrumpen en la embajada estadounidense tomando a 52 diplomáticos como rehenes. Aprovechando el caos y la confusión reinante, seis funcionarios consiguen escapar y buscan refugio en la residencia del embajador canadiense. Son conscientes de que todo está en su contra y su única esperanza es ser rescatados.
Este es el punto de partida de uno de los thrillers políticos más brillantes de los últimos años. Es la tercera vez que Affleck se sienta en la silla de director, después de las aclamadas “Gone baby gone” y “The town”, afirmándose como uno de los realizadores con más talento y futuro del panorama cinematográfico actual. En “Argo”, aborda un guion de Chris Terrio basado en el artículo de la revista Wired: “The Great Escape” (“La gran evasión”). A partir de este, Affleck recrea a la perfección una increíble realidad histórica: el original plan orquestado por la CIA para sacar de Irán a seis de sus diplomáticos. Tony Méndez, agente especializado en rescates y protagonista real de la historia, viaja a Teherán haciéndose pasar por un productor de cine canadiense y logra que todos salgan del país como parte de un equipo de rodaje. Una rocambolesca aventura, hasta hace unos años clasificada, que demuestra cómo la ficción se puede ver abrumadoramente superada por la realidad.
El extraordinario trabajo de dirección artística, en especial la ambientación y caracterización de los personajes, consiguen que nos sumerjamos por completo en la historia y sus escenarios. El Teherán de los años 70 se presenta ante nosotros de una forma tan vívida y real que termina por atraparnos en su atmósfera de tensión asfixiante. El thriller avanza con pulso firme; la intriga y el suspense se incrementan gradualmente hasta volverse tan densos que resulta difícil respirar. El clímax de la historia se muestra sorprendentemente intenso, a pesar de conocer de antemano el desenlace, y soluciona extraordinariamente una trama a la que, probablemente, le sobren unos minutos de autocomplacencia final. Aun así, es absolutamente recomendable esperar hasta los títulos de crédito, donde “Argo” nos reserva una última sorpresa: imágenes reales de los hechos y sus protagonistas, que nos permiten hacernos una idea clara de la magnitud que esconde el trabajo de recreación y fotografía.
La presencia del propio Ben Affleck encabezando el reparto (interpreta al agente Méndez) era uno de los aspectos que más dudas despertaban antes del estreno de la película. Todo el reconocimiento de público y crítica que Affleck está obteniendo como director es el que en su día le ha faltado como intérprete. Sus múltiples actuaciones siempre han sido duramente juzgadas pero, en esta ocasión, el de Berkeley consigue ofrecer un personaje serio y bastante convincente, que se convierte en eje y esencia de toda la historia. Por otro lado, ha sabido rodearse de un magnífico equipo de reparto, entre el que destacan las sublimes interpretaciones de Bryan Cranston (“Breaking Bad”), John Goodman (“Barton Fink”, “The Big Lebowski”) y sobre todo Alan Arkin, como el productor hollywoodiense que acepta apoyar la tapadera. Este último, ya oscarizado por la entrañable “Little Miss Sunshine”, vuelve a optar a un Oscar como Mejor actor de reparto, y conforma junto con Goodman el tándem más memorable de la cinta. Con sus magníficas dosis de humor desenfadado, fruto de una química natural entre los dos actores, logran convertirse en el contrapunto perfecto a la crudeza real de los hechos. Scoot McNairy (“Killing them softly”) encarna al único de los miembros de la embajada con cierta entidad y atractivo. El resto del reparto, a pesar de estar soberbiamente caracterizados, se nos presenta más como un elemento de relleno. La interpretación de los actores es más que correcta pero quizás sus personajes, sombras asustadas y esquemáticas, no están a la altura.
En un primer momento la película puede parecer un simple alarde de patriotismo, una suerte de elogio descarado a la CIA y a sus agentes. Affleck omite episodios clave de la intervención americana en el conflicto iraní, y presenta a Méndez y sus chicos como los héroes indiscutibles de la función. Sin embargo, basta con profundizar algo más en el relato, en su tono veladamente crítico, para comprobar que a ojos del director sus compatriotas están muy lejos de ser los buenos de la película.
En la mitología griega, “Argo” era el nombre de la nave en que Jasón y sus compañeros argonautas navegaron en busca del vellocino de oro. Un nombre legendario para una película que, de aquí a unos años, también puede acabar entre las grandes epopeyas del cine. Por el momento busca hacer historia en los Oscar, alzándose como gran vencedora de la noche. Affleck maneja el timón, avanzando con maestría y rumbo fijo hacia su particular tesoro. El oro que él anhela es muy distinto; tiene forma y hasta nombre concretos, pero supondría igualmente un final fantástico para su aventura.
“La historia se repite, primero como tragedia y después como farsa”